Hace días que Nicanor Seguí rumeaba una y otra vez su idea. Sabía que era demasiado arriesgado ponerla en práctica, y que su economía sufriría un duro golpe en caso de que le saliese mal, no sin antes ser conducido ante la Oficina Estatal de la Corrección y Enderezamiento Ciudadano (OECEC). Además era consciente de que las chances de éxito eran extremadamente bajas. Con todo, el 6 de julio del año 2022, habiendo cerrado la puerta a cavilaciones que le hablaban en contra de lo que había concebido, decidió caminar con su cara descubierta, lo que significaba una falta grave. Ir contra el ‘impuesto al aire’ implicaba una multa de cinco mil besmar, y el sueldo mensual de Nicanor rondaba en unos apretados treinta mil besmar. Aunque todos ya lo saben, no está demás para las generaciones jóvenes, recordar en qué consiste el impuesto al aire: sencillamente en que todas las personas usen el barbijo, y eso por imposición estatal; resulta extraño, pero en eso radica la referida carga impositiva; reitero, no trata de que el ciudadano pague con dinero, sino de que pague con su sumisión, y es un pago constante, a cada hora, todos los días, diríase perpetuo. Desde el pretérito 2020 en dónde comenzó a obligarse a los moradores de la Tierra a usar tapa bocas, en breve tiempo llegó la aplicación del impuesto en cuestión. Se declaró al humano como sujeto tóxico del aire y enemigo por sí mismo del medio ambiente. Se dijo que así como estaba en su natural el respirar, también en su natural estaba el exhalar toxicidad o ser potencial agente contaminante, de modo que, sea como fuere, el humano fue declarado peligroso para el aire. Agreguemos que, también gracias a que se le echó la culpa al hombre de ser corruptor de lo que se respira, se declaró al aire puro “en extinción”.
Cabe mencionar los ya conocidos tubos oxigenantes, verdaderos gigantes que podían alcanzar alturas como de rasca cielos, y que, con gigantescas hélices en sus bases y sistemas tecnológicos de avanzada, servían, según se sostenía, para purificar el aire que allí ingresaba y al que entonces se expedía purificado. Levantar tubos oxigenantes implicaba gastos multimillonarios. En Buenos Aires, por caso, había diez tubos, cada uno construido por un valor que quinientos millones de besmares.
Nicanor pensaba, y por eso era detestado. Su paso como articulista por el diario “Ser o No ser”, le granjeó duras y crueles oposiciones, las que, usando siempre la medida del prejuicio, pretendió ensuciarlo como pudo. Se retiró de dicho periódico el 3 de noviembre del año 2020, dejando sentado en su último artículo ‘Los Prejuzgadores’, que “los prejuicios son la medida ciega de una realidad”. Prácticamente desde el referido retiro no se lo vio más a Nicanor, hasta que el 7 de marzo del año 2022, algunos decían haberlo visto viviendo en una vieja casa ubicada en el Barrio de San Telmo, y otros aseguraban haberlo visto caminar por las noches fumando una pipa. Tocante a su “desaparición” desde noviembre del 2020, hay fuertes indicios de que habría estado viviendo en un campo en el Foyel, Bariloche.
Su declive de imagen comenzó cuando aparecieron –no por intención de él- dos trabajos interesantísimos que, al tiempo que probaban que era un ser dado a la reflexión, probaban que no era un partícipe de la masa, cosa que, con evidencia, lo hacían no confiable a los ojos del gobierno. Por razones de tiempo y siendo que no es objeto de este escrito, nos limitaremos a decir los títulos de esos logros y a dar brevísimamente una idea de sus esencias. El primero de ellos se tituló “Los viajes y el amor (Pautas psicológicas)”. Allí, podríamos decir, se dejaba ver la siguiente idea, que aunque pueda parecer una perogrullada, su simplicidad no era suficientemente advertida por muchos: que los viajes que separan a quienes dicen amarse, demuestran, por un lado, que los que se aman desean que acabe la distancia, y por otro, que los que no se aman o que se aman poco parecen estar bien en el distanciamiento y hasta lo procuran. Podían leerse también cosas como: ““Cuando a pesar del viaje sientes aún la mano que te toma, experimentas algo más que los hermosos beneficios unitivos de un puente invisible, experimentas el ancla del amor”. Diríase que se trataba más bien de un escrito fenomenológico, que desde el mismo viaje (lo fáctico impulsor de su originalidad) hacía saltar la psicología amorosa del viajante, y en donde su autor concluía diciendo: “Desde luego que no estamos ante una exacta cuenta matemática, pero sí creo que no está lejos de ser un resultado preciso”. El segundo trabajo se titulaba “Justas causas vs. Revoluciones”. Más de materia opinable, el autor, desde un comienzo, aseveraba que propiamente los ricos no son revolucionarios, aleccionando que ellos más bien son dados a la vida placentera, al confort y a la etiqueta, y que estaban alejados de los actos propios de quienes proponen revoluciones. Decía que, en todo caso, el rico no hace la revolución desde los llanos, sino que la fomenta, la paga, la apoya desde el costado, desde el palco, la mira desde arriba, y es quien insufla los ánimos de otros. Sostenía que propiamente las revoluciones las llevaban a la práctica los soliviantados en su ánimo y no dados a la reflexión, y, en poquísimos casos, los pensantes sin miedo. El rico –hay excepciones- más bien es cobarde, vanidoso y superficial, y si se muestra lo hace por creerse un ser plausible, pero aleja de él lo que ve como peligroso para su persona y sus materias. El rico es frio y calculador, y cuando va contra la razón podría decirse que más que irracional es diabólico; es el revolucionario que, por ser más bien pasional se mueve en lo irracional. Detrás de una revolución está una ideología, mas detrás de una justa causa está la verdad. La valentía por las justas causas es para pobres y ricos; la valentía por una revolución es para los ciegos sin miedo. El primer trabajo de Nicanor fue publicado en abril del 2022, y el segundo apareció en fecha no muy lejana a la anterior, esto es, el 15 de mayo del año 2022. Ambas publicaciones a cargo del diario estatal ‘Masa o menos’, fueron obtenidas mediante las típicas y acostumbradas maniobras oscuras de allanamiento perpetradas por el gobierno, fundadas en falsas y ficcionales motivaciones usadas de justificativos para propósitos de escrache. Y es que publicaciones así no tenían otra finalidad sino la de servir de ejemplo de lo que no debe hacerse, es decir, pensar, y de castigo recaído sobre quien osase revelarse. Esa fue la suerte que corrió Nicanor, y a partir de la cual había quedado marginado.
Cuando el 5 de diciembre del 2020 se le ocurrió a Nicanor decir que tras el barbijo él presagiaba algo más profundo, que veía un traslado musulmán a las sociedades americanas, se lo tomó por un delirante. Pero el 2022, y aunque nadie recordase lo que Nicanor dijera dos años antes, le daba la razón: América, como ya hace tiempo Europa, vivía el desembarco de los de la luna creciente.
Contábamos en un comienzo sobre lo perpetrado por Nicanor el 6 de julio del año 2022. Con evidencia se trató de un acto suyo en rebelión contra las masas, contra la imposición tiránica, contra la verdadera libertad. Nicanor ya estaba harto de las proclamadas libertades que proponían los gobiernos para endulzar oídos, mientras que sus medidas eran claras imposiciones groseras y opresoras de los más elementales derechos que les correspondían a las personas. Sostenía Nicanor que usar barbijo masificaba, que tornaba al hombre un ser impersonal, un ser al que se le había erosionado su identidad, y al que se lo pretendía una máquina de repetición, nada más. En definitiva, un ser sin rostro. A su vez, se trataba de un ser al que se le sugería constantemente su supuesta capacidad de daño ambiental por respiración, lo que lo impulsaba permanentemente, unido eso a otras cosas y en una escala valorativa fruto de invenciones antojadizas oscuras antes desconocidas, a centrar su alma en un “decálogo mundano” para olvidar ya del todo, si posible fuere, el Decálogo Divino. Se contribuía mediante la metodología opresora consabida al agravamiento de la incomunicación realmente personal, para profundizar así aún más el uso de la comunicación virtual. Y a las diez de la mañana caminó Nicanor plácidamente unos treinta metros con su cara bien expuesta, sin nada que la tapase. Se veía libre. Respiraba profundamente el aire, y en su faz desafiante había algo de glorioso. La gente común lo miraba con asombro, y, a su vez, en algunas de ellas no engañadas del todo por el sistema, podía adivinarse una secreta aprobación; y es que la naturaleza no alterada vuelve por sus fueros. Pero su aventura duró poco. Tan pronto lo vio uno de los dos agentes de la OECEC que están apostados en cada vereda de la ciudad, lo detuvo, haciendo antes sonar la alarma de calle, la que no solo tenía el efecto de engendrar pánico entre los caminantes (engendrar pánico siempre fue una estrategia de los gobiernos nefastos para dominar a sus súbditos), sino de convocar (había una línea directa) a medios de comunicación encargados de la difusión, humillación, sorna y vilipendio. Automáticamente le impusieron un barbijo rojo y lo subieron al móvil que lo trasladaría al mencionado departamento. Y de nuevo por bastantes meses no se supo más nada de Nicanor.
Recién en junio del 2023 algunos decían haberlo visto junto a un personaje que estaba adquiriendo notoriedad. Sostenían que estaba al servicio de un tal: Elías