Discurso del Santo Padre

Distinguidos señores y señoras,

Me alegra encontrarme una vez más con ustedes, los miembros de la Academia Sueca. Doy las gracias al presidente por su amable presentación y, especialmente, por enfatizar la palabra «diálogo» en sus comentarios.

Estoy seguro de que usted también ha observado que la prolongada crisis de la pandemia ha puesto a prueba nuestra capacidad para dialogar con los demás. Sin duda, esto se debe a los largos períodos de confinamiento y al hecho de que toda la experiencia de la pandemia ha afectado profundamente a las personas, a menudo de forma inconsciente. Nos encontramos un poco más distantes de los demás, un poco más reservados, quizás más cautelosos, o simplemente menos inclinados a unirnos a los demás, a trabajar codo con codo, con la satisfacción y el esfuerzo que nace de construir algo juntos. Es importante reconocer esta situación, que nos amenaza a cada uno de nosotros como personas, ya que disminuye nuestra capacidad de relacionarnos y empobrece a la sociedad y al mundo que nos rodea. También corre el riesgo de jugar sin saberlo en manos de la cultura de la indiferencia.

Estoy seguro de que, desde su privilegiado punto de vista, comparte esta preocupación. Por tanto, estoy totalmente de acuerdo con su propia observación, señor Presidente, de que “en tiempos de crisis, cada pequeño paso que pueda acercar a los seres humanos es de suma importancia”. Es la práctica diaria de encuentro y diálogo : un “estilo” de vida que no ocupa titulares, pero que ayuda a la comunidad humana a avanzar y crecer en la amistad social . Desarrollé este tema en el capítulo sexto de la encíclica Fratelli Tutti , titulado: Diálogo y amistad en la sociedad (núms. 198-224).

Con ustedes, los miembros de la Academia, que, por así decirlo, “tienen el pulso” de la cultura contemporánea y otorgan los prestigiosos premios Nobel, deseo compartir este tema del diálogo social como camino real hacia una nueva cultura. El crecimiento generalizado de las redes sociales corre el riesgo de reemplazar el diálogo con una confusión de monólogos, a menudo de tono agresivo (cf. Fratelli Tutti , 200). El diálogo social, en cambio, “implica la capacidad de respetar el punto de vista del otro” (ibid., 203) con sinceridad y sin engaños.

El diálogo no es sinónimo de relativismo. En efecto, la sociedad es tanto más noble cuando cultiva la búsqueda de la verdad y se arraiga en las verdades fundamentales (cf. Fratelli Tutti , 206-207), y especialmente cuando reconoce que “todo ser humano posee una dignidad inalienable” (ibid. , 213). Tanto los creyentes como los no creyentes pueden estar de acuerdo con este principio.

Sobre esta base, estamos juntos llamados a promover la cultura del encuentro. “¡Armemos a nuestros niños con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles a pelear la buena batalla de la cultura del encuentro! ” ( Fratelli Tutti , 217).

Señoras y señores, les agradezco nuevamente su visita. Que Dios los bendiga a ustedes y a su trabajo, a sus familias y a su país.