La enésima entrevista concedida por el Papa, esta vez a un medio próximo, la Cadena COPE, ha coincidido con el vídeo con la intención de oración para este mes de Su Santidad, donde se nos ha pedido que recemos por un estilo de vida ecosostenible, y de algún modo he visto varias conexiones entre ambas noticias.
El asunto este de la ecosostenibilidad es ya tan constante y nos llega desde tantos ángulos que confieso haberlo escuchado con cierta desgana, y solo en un segundo intento he advertido que si se le quita la palabra “recemos” -por otra parte obligada, dado el propio nombre de la serie-, podría pertenecer a cualquiera; no ya a cualquier líder secular: incluso a cualquier bloguero ‘verde’ en un día especialmente poco creativo.
No creo que esperar en un mensaje de oración del Vicario de Cristo, del padre de los católicos, alguna referencia a nuestra fe, por formularia y fugaz que resulte, sea excesivo por mi parte. Alguna invocación a Cristo, no sé, siquiera de pasada; algo que enmarque un mensaje tan de tejas para abajo en algo más grande, más sobrenatural, más explicable en las palabras de quien, al fin, se le escucha precisamente por ser el Papa, no por ser un activista medioambiental.
También aparecen el videomensaje y la entrevista el mismo día en que el Papa vuelve a cargar contra los ‘rígidos’, tres alocuciones que se acercan a la sobredosis papal y que aleja definitivamente cualquier rumor sobre la salud del Santo Padre, sin duda en forma. Y también ese mensaje repetitivo mantiene una conexión con los otros dos.
Porque en la entrevista ha dado una explicación algo confusa y vaga sobre las razones para promulgar un motu proprio, Traditionis custodes, que ha sorprendido incluso a muchos de sus comentaristas de cámara y que no parece haberse traducido en cambios perceptibles. Pocos entendían que, en un momento en que la Iglesia alemana plantea un desafío verdaderamente existencial, hubiera tal urgencia por ocuparse de un asunto que afecta a una exigua minoría de creyentes a los que se ha aplicado un tratamiento muy poco misericordioso o dialogante.
Dice en el vídeomensaje que nos fiemos de los jóvenes, que nos inspiremos en los jóvenes, “que no son tontos”, pero es evidente que Su Santidad piensa en unos jóvenes en concreto, los que siguen a Greta Thunberg como a un gurú, no, en cambio, los que desean celebrar la Santa Misa en la forma en que se ha hecho durante milenios.
La explicación, de tomarla en su conjunto, es que Benedicto XVI dio libertad de celebración del Rito Tridentino como delicado gesto de caridad con unos ancianos nostálgicos y Francisco tuvo que poner coto cuando los que se apuntaban masivamente eran los jóvenes. “Cuando primero San Juan Pablo II –y después Benedicto ya más claramente con ‘Summorum Pontificum’–, hizo esta posibilidad de que se pudiera celebrar con el misal de Juan XXIII (anterior al de Pablo VI, que es el postconciliar) para aquellos que no se sentían bien con la liturgia actual, que tenían una cierta nostalgia… me pareció de las cosas pastorales más bellas y humanas de Benedicto XVI”, dice Su Santidad en la entrevista.
Lo hemos leído y oído a menudo últimamente, eso de que Summorum pontificum era algo así como una golosina que daba el Papa a los ancianos nostálgicos que, al fin, morirían en poco. Solo que no hay absolutamente nada en el motu proprio que permita sacar esa conclusión. Busquen en todo el documento referencias a la nostalgia, no las hallarán. Sí, en cambio, este solemne pronunciamiento que no parece haber impresionado a Francisco: “Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial”.
Francisco parece sorprenderse de lo que solo debería atraer a los nostálgicos tenga tanto tirón con tantos jóvenes. “Porque parecía que estaba de moda en algunos lados que sacerdotes jóvenes “ah, no, yo quiero…” y por ahí no saben latín, no saben lo que dice”, se le oye al Santo Padre con Herrera.
Es decir, el Papa opina que la Misa de las Eras es una moda, y eso solo podía significar una cosa: “la inquietud que más aparecía era que una cosa hecha para ayudar pastoralmente a quienes han vivido una experiencia anterior, se fuera transformando en ideología”. Por ideología, naturalmente. ¿Qué otra razón puede haber para optar por la liturgia que ha alimentado la fe de los santos durante siglos y siglos, sino la ideología? Y, en los mayores, nostalgia. Por supuesto.
Se me ocurre que el Santo Padre pasa por alto dos datos que quizá sean relevantes en todo esto.
- El primero es que quizá el que se encuentra inmerso en una ideología la encuentra tan natural que no la considera ideología, mientras que cualquier planteamiento contrario le parecerá ideológico. Es una posibilidad a tener en cuenta.
- Y el segundo, que la nostalgia del cristiano -no digamos del clérigo- que hoy peina canas (o que no tiene ya nada que peinar) se dirigirá a lo vivido en su lejana juventud, esto es, las ingenuas ilusiones del posconcilio, tan a menudo inextricablemente enredadas con ideas y obsesiones de un tiempo, finales de los sesenta del pasado siglo, que quedan muy lejos y resultan muy ajenas para la inmensa mayoría de los fieles de hoy.
Por CARLOS ESTEBAN.
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