En una carta fechada el 16 de abril y dirigida al cardenal Luis José Rueda Aparicio, el profesor Rocco Buttiglione —filósofo italiano, político y presidente de la Academia Internacional de Líderes Católicos— ha intentado aclarar la “crisis” que atraviesa su organización.
Pero tras leer el contenido de la misiva a la que ha tenido acceso InfoVaticana parece que lo que ha logrado, sin embargo, fue dejar expuestas una serie de relaciones y justificaciones que, lejos de disipar las dudas, parecen confirmar algunas de las sospechas que rodean a la institución.
La carta, que busca explicar la abrupta salida de José Antonio Rosas como director ejecutivo de la Academia, comienza con una queja: la crisis ha sido, según Buttiglione, reportada de forma “inapropiada y calumniosa” por los medios. No obstante, lo que sigue es un relato que parece confirmar que el fuego no vino de afuera, sino del propio seno de la organización.
Rosas —mexicano, cofundador de la Academia y exmiembro del Yunque— habría acusado al filósofo y funcionario vaticano Rodrigo Guerra López de formar parte de una “conspiración” para colocar a Emilio Baños Ardavín al frente de la Organización de Universidades Católicas Latinoamericanas (ODUCAL). Una acusación que, según el mismo Buttiglione, carecía de pruebas y que culminó en la dimisión del acusador… no, del acusado: Rosas renunció tras no presentarse a una sesión extraordinaria convocada para discutir sus señalamientos.
Hasta aquí, un conflicto institucional complejo. Pero lo más revelador del documento no es lo que dice sobre Rosas, sino lo que revela —con una franqueza que sorprende— el propio Buttiglione sobre su historial de contactos con el Yunque.
Una historia personal… muy personal
En la carta, el académico no oculta su relación familiar con la organización ultracatólica. Su hija, revela sin ambages, está casada con el hijo de un antiguo jefe del Yunque. Se trata de Francisco Salazar, político del PAN y exministro de Vicente Fox, a quien describe como una persona “de rectitud intachable”.
No contento con esa cercanía, Buttiglione va más allá: admite haber sostenido reuniones con líderes del Yunque durante su cruzada en defensa del Papa Francisco y su exhortación Amoris Laetitia, intentando convencerlos de que no se sumaran a los ataques de sectores conservadores. “Creo que mi misión tuvo un éxito sustancial”, escribe con aparente satisfacción, pues “el Yunque no se unió a los ataques contra el Papa”, salvo “sectores marginales”.
Más aún, recuerda su participación en un congreso organizado por los “Círculos de Cultura Católica Latinoamericana” en la UPAEP (universidad identificada como semillero de miembros del Yunque), donde compartió escenario con figuras como el cardenal Tolentino y el propio Guerra López. Por si faltara algo, menciona con naturalidad que la universidad le ha ofrecido un doctorado honoris causa, que está dispuesto a aceptar.
El tono es casi confesional, pero también estratégicamente calculado. Como quien sabe que su cercanía con una organización históricamente cuestionada puede generar ruido, pero prefiere tratarla con familiaridad antes que con distancia.
Un equilibrio que inquieta
Tal vez la frase más inquietante de toda la carta sea aquella donde Buttiglione explica la postura de la Academia frente al Yunque: “Donde el Yunque es agresivo y los obispos lo condenan, lo mismo hace la Academia. Donde el Yunque está en diálogo con los obispos, la Academia no se pelea con el Yunque”. Lo que se plantea como neutralidad puede leerse también como ambigüedad calculada, o incluso como una conveniente tolerancia.
Paradójicamente, mientras se condenan los supuestos excesos de Rosas —a quien se describe como “obsesivamente sensible al tema del Yunque” por su historia personal de agravios— la carta termina delineando un perfil institucional que parece más dispuesto a cohabitar con el Yunque que a enfrentarlo con claridad. La mención de que la Academia “se defiende si es calumniada y defiende al Papa y los obispos unidos con él si son atacados” deja una puerta abierta a una narrativa más defensiva que proactiva en su fidelidad al magisterio.
Buttiglione cierra su carta con un tono piadoso, invocando la comunión cristiana, la presencia del Espíritu y la importancia del vínculo con los obispos diocesanos. Pide apoyo, amistad y corrección. Pero al mismo tiempo, parece exigir indulgencia por una historia que, según su visión, es mucho más compleja que los titulares de prensa.
Sin embargo, al exponer con tanto detalle —y tan poca autocrítica— los vínculos personales e ideológicos con una organización cuyo historial ha sido objeto de seria preocupación dentro y fuera de la Iglesia, la carta corre el riesgo de convertirse en un búmeran. Lo que pretendía ser un cierre sereno, puede terminar siendo una confirmación inadvertida de que, dentro de la Academia, el fantasma del Yunque no ha sido del todo exorcizado.
LUNES 21 DE ABRIL DE 2025.
INFOVATICANA.