Un país laboratorio

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La situación presente obliga a mirar lo que está pasando. España y occidente en general ven sus bases culturales desplomarse con velocidad de vértigo. El derribo de las torres gemelas el once de septiembre, de dos mil uno, en Nueva York es un icono aprovechable de lo que está pasando. Dos aviones visiblemente impactan contra los edificios, pero el desplome de los mismos necesitó de otros factores no declarados para que ese efecto si diese, dados los materiales y los niveles de resistencia con que habían sido dotados. Por otra parte, otro  rascacielos  próximo,  que no recibió el impacto de  avión alguno, también se vino abajo. Las explicaciones de estos y otros sucesos y acontecimientos, casi siempre resultan  muy escasos. Lo mismo nos puede ocurrir a la hora de encontrar motivos suficientes para la actual situación que vive Occidente, antes la Cristiandad. La vida no se detiene, y no nos queda otra que mirar  hacia el futuro, para lo que algo habrá que echar la mirada hacia atrás. Los españoles cuando miramos a los que nos precedieron en la avanzadilla por tierras americanas, nos surge de forma espontánea preguntarnos de qué pasta estaban hechos aquellos españoles. A poco que volvamos la mirada no bastan las toneladas de literatura negro legendaria para sepultar las vidas y la memoria de un buen número de compatriotas nuestros, tanto de los que pisamos  suelo peninsular como de los cientos de millones que pueblan el suelo americano. Algo tuvo que ver, sin duda, los ocho siglos de lucha para expulsar de nuestro suelo patrio al Islam. Esta sencilla y directa afirmación es un anatema, pues la islamofilia forma parte del nuevo paquete de revisionismo cultural, que está a punto de conseguir la sustitución de las bases culturales occidentales, tanto en España como en los países hispanos.

La ingeniería social para cambiar las bases culturales en España comienzan con el Partido Socialista de Felipe González, con aquella célebre frase del vicepresidente, Alfonso Guerra: “A España no la va a conocer ni la madre  que la parió”. Se empleó a fondo el Partido Socialista en la intervención de la justicia, mediante la modificación anticonstitucional de la elección de los miembros del Consejo del Poder Judicial; y la obscena intervención en el Tribunal Constitucional para declarar legal la intervención del  Gobierno de la empresa FUMASA. Se apresuraría el Partido Socialista a dar satisfacción cumplida al Partido Socialista Alemán, provocando en gran medida la desindustrialización de España: siderurgia, sector lácteo y ganadero y otros sectores vitales como la minería. El objetivo estaba en convertir a España en  un país de servicios, que no compitiese con Alemania. El paro que Felipe González había prometido disminuir en ochocientos mil puestos de trabajo, en realidad los aumentó, y comenzó a convencernos sobre el paro estructural e inevitable, por lo que sus políticas eran las correctas. La aparente superioridad de las izquierdas mantuvo acomplejada e inhibida a la derecha, con lo que la izquierda siguió dictando los planes de enseñanza. El empobrecimiento progresivo del sistema educativo con las nuevas pedagogías nos va situando en las mejores condiciones para la propaganda oficial de la izquierda, y cuando ésta no sea posible entonces queda la otra cara de la moneda que es la agitación en la calle. Durante los trece años de Felipe González y la prórroga dada por la derecha del Partido Popular, la Iglesia se movió  amparada por tres términos importados del  mundo civil, que le ayudaron a salvar los trastos: diálogo, tolerancia y consenso. Cualquier documento eclesial tenía que recurrir profusamente a esos conceptos, pues había que convivir con la democracia. Tras las manifestaciones en mil novecientos ochenta y cinco, protestando contra la despenalización del aborto que lo dejaba en realidad en aborto libre, la fuerza profética de la Iglesia fue un poco escasa.

El Partido Popular liderado por José María Aznar entre luces y sombras gobernó, arregló las cuentas de bancarrota que había dejado el Partido Socialista, y parecía que íbamos a entrar en una etapa de cierto auge para España. Pero no fue así: el atentado supuestamente islamista del once de marzo, de dos mil cuatro, cambió de forma drástica el rumbo de las cosas; y de nuevo la izquierda socialista toma las riendas del poder. José Luis Rodríguez Zapatero se nos antojaba a muchos como un visionario que terminaría pronto su legislatura, pero no fue así. Dentro de su pensamiento “Alicia”, en palabras del pensador Gustavo Bueno, sin embargo tenía muy clara la senda destructiva de las bases culturales y católicas de España. Zapatero tuvo muy claro el itinerario de la logia: ley del aborto como derecho de la  mujer, por el que se proponía el aborto de las chicas de dieciséis años sin consentimiento paterno, promoción de la ideología “lgtvi”, la Alianza de Civilizaciones y la ley de memoria histórica con objeto de declarar ilegítimo todo lo surgido a partir del año treinta y nueve cuando el alzamiento de los nacionales gana la guerra civil. De camino se promueve un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña, que reactiva las aspiraciones independentistas. El cóctel está servido: Zapatero se  ve forzado a  convocar elecciones anticipadas, pues la situación económica no es admitida por la Unión Europea; y vuelve la derecha con Mariano Rajoy, que mantiene todas las leyes  ideológicas de Zapatero y arregla algo la economía. Este gobierno de derechas contribuye a que los grandes medios de comunicación se alineen a la izquierda de forma inconcebible, de tal suerte que el Partido Popular acabó con el pluralismo informativo a favor de los partidos de izquierdas. Vamos viendo, pues, como se van demoliendo los medios de formación e información, y se ponen al servicio de la “Nueva izquierda” fraguada en el foro de Sao Paulo y Puebla. Con gran habilidad el Partido Socialista movió los hilos para que surgiese el “Quince M” como movimiento aparentemente inducido por la derecha para desbancar al Partido Socialista.

Creíamos que las cosas no podían ir a peor cuando estaba Zapatero, pero estábamos en un error: Pedro Sánchez Pérez-Castejón supera con creces lo iniciado por Felipe González y el periodo de Zapatero. Quedan poco más de seis meses para que termine la legislatura de Sánchez y en esta se ha consolidado el aborto como un derecho, que la mujer puede reclamar con dieciséis años sin permiso paterno; se aprobó la ley de memoria democrática que penaliza más ampliamente que la ley de memoria histórica; se aprobó una ley de eutanasia que elimina cualquier filtro o barrera para ser realizado el asesinato asistido; está a punto de ratificarse la ley para la transexualidad prácticamente sin restricciones. A los golpistas catalanes se los ha indultado y los delitos de sedición y malversación que los podía afectar fueron eliminados.   Cualquier sector sobre el que este gobierno vaya a legislar lo hará pensando en la Agenda 2030, y por tanto causando la ruina de ese sector: la caza, el sector agrícola, los espacios forestales. El empobrecimiento de los españoles en las últimas décadas es un hecho  constatable y la batalla cultural la sigue ganando esta izquierda que tiene a Cuba y Venezuela como modelos de gobierno y sociedad. Mientras tanto, los separatismos siguen cobrando  nuevas fuerzas y regiones como Valencia o Baleares, e incluso Aragón se sienten identificadas con el catalanismo propiciado principalmente por los gobiernos centrales, que sucesivamente  pactaron con los partidos independentistas catalanes y vascos. Estamos afectados por una verdadera plaga política, que vive para sus intereses particulares y le importa poco o nada los verdaderos valores sobre los que se ha construido la nación española. Da la impresión que desean cuartear la nación para venderla a precio de saldo. El actual líder de la derecha, que heredará todo este desastre de la izquierda, no parece animado a eliminar las leyes ideológicas dejadas por este gobierno. Una mayoría de españoles no queremos ese catálogo de desafueros,  pero los medios de comunicación trabajan para que cada día seamos menos.

Nos cuentan hace poco tiempo que íbamos a llegar a este estado de cosas, y no nos lo hubiéramos creído; pero la tozuda realidad es otra y se ha impuesto por el fracaso de las distintas instituciones y la falta de reflejos y reacción ciudadana. La experiencia de estos  últimos años nos muestra lo fácil que resulta deslizarse por la pendiente de la sinrazón y demoler en poco tiempo un legado de siglos. Los grandes medios del entretenimiento lo han conseguido: mantener anestesiada a grandes masas de población, mientras se procede a su vaciamiento espiritual. Con media sonrisa se les dice a los padres, que no se atrevan a oponerse a la ocurrencia de su niña de once años que desea transitar a niño, porque de forma automática perderán la patria potestad; pues el comisario político que se mueve dentro de un dispositivo administrativo cargado de presupuesto, lo ha identificado y la subsistencia de este personaje depende de las víctimas que consiga. Hay muchos millones de euros destinados a mantener e impulsar las leyes que degradas la sociedad. El gran laboratorio en que se ha convertido España y Occidente en general supera cualquier cálculo imaginativo, pero en absoluto vamos a dejar de presentar opiniones críticas en contra, porque el silencio nos hace cómplices. Necesitamos para estos tiempos, algo del temple que manifestaron tener aquellos españoles del uno y otro lado del océano que iniciaron la evangelización y la aventura americana, y forjaron una civilización cristiana que se intentan dilapidar. No lo conseguirán: con pocos o muy pocos, la Divina Providencia es capaz de revertir la presente situación.

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