Sobre los bienes materiales

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre dónde debemos poner el corazón y no desviarnos de Dios por el modo en cómo poseemos los bienes materiales. Veamos.

1. «GUARDAOS DE TODA CODICIA»

La codicia, junto con la avaricia, la envidia y el egoísmo, son pecados que brotan en torno a la posesión de bienes materiales (CF. Ex 20,17; Dt 5,21). De estos pecados, la avaricia y la envidia son pecados capitales, porque de ellos se derivan todos los demás. La avaricia es “el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder” (CATIC # 2536). La envidia “manifiesta la tristeza experimentada ante el bien del prójimo y el deseo desordenado de poseerlo, aunque sea en forma indebida.” (CATIC # 2539).

En este caso, Jesús invita a evitar la codicia, es decir, el deseo de los bienes materiales, tanto para su acumulación como su disfrute. La codicia tiene su origen en la idolatría y es raíz o causa del robo, la rapiña y el fraude (cf. CATIC # 2534). «Cuando la Ley nos dice: No codiciarás, nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque la sed codiciosa de los bienes del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada, como está escrito: El ojo del avaro no se satisface con su suerte (Qo 14, 9)» (CATIC # 2536)

2. LA VIDA DEL HOMBRE NO DEPENDE DE LA ABUNDANCIA DE BIENES QUE POSEA

Dios y el dinero, son como “dos amos” y no podemos servirle a los dos (cf. Mt 6,24). No podemos darle el corazón a las riquezas (cf. Sal 62,10). La tentación del tener consiste en hacernos creer que la felicidad del hombre depende de las riquezas o bienes materiales, pero, confiar en los propios bienes y recursos antes que en Dios es un pecado de idolatría. 

La vida no está solucionada sólo con poseer bienes materiales, pues para disfrutarlos necesitamos paz, salud, amor, alegría, una familia o personas con quien hacerlo, cosas que el dinero no puede comprar. Además, el ser humano no está hecho sólo de materia sino también de espíritu, por lo cual, no puede satisfacerse plenamente con lo material. Necesita de Dios, de lo espiritual, de lo afectivo, de las relaciones interpersonales. 

Jesús nos dice: “No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen…” (Mt 6,19).  Busquemos mejor, los bienes de arriba, el Reino de Dios y su justicia divina, y todo lo demás vendrá por añadidura (cf. Mt 6,33). Por eso, como nos dice el salmista: “Aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón” (Sal 62,10)

3. «ASÍ ES EL QUE ATESORA PARA SÍ Y NO ES RICO ANTE DIOS».

Insensato es el juicio para quien no es sensible a las necesidades de los demás (trabajadores, jornaleros, pobres), aquel que no siente el dolor o la desgracia ajena. Necio es el juicio dirigido para quien no es listo o inteligente, para el que,  no sabiendo qué hacer ante una situación no esperada (cosecha abundante y graneros pequeños), opta por una acción no justa ni solidaria (destruir y no compartir). 

¿Quién le garantiza al que tiene riqueza que siempre la va a tener o que siempre va a estar bien? ¿Cómo un bien material puede ser garante de la vida, la salud o la felicidad de una persona? Los bienes materiales son pasajeros, efímeros y temporales. Jesucristo nos invita a: “hacer tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los corrompen” (Mt 6,20). 

Un tesoro que vale ante los ojos de Dios es la Misericordia (cf. Lc 16,19-31), pero también la justicia, el perdón y la caridad. Las obras de misericordia que aparecen en la Biblia son: “dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo, asistid al necesitado…” (cf. Mt. 25,31-40). ¿Qué obras estás haciendo para ser rico de lo que vale ante Dios?

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