Se cumplen 50 años del atentado a Pablo VI.

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El Papa Montini tenía 73 años y se encontraba en Manila, en el que iba a ser el viaje más largo de su pontificado. Benjamín Mendoza y Amor, un pintor boliviano, se disfrazó de sacerdote sosteniendo un crucifijo y un puñal y atacó al Santo Padre.

Poco después de aterrizar en el aeropuerto de la capital de Filipinas, Pablo VI sufrió el ataque. “Para cada viaje el Papa fue advertido de que se planeaba algún posible ataque, desde el viaje a Tierra Santa hasta el Lejano Oriente. El Servicio Secreto también alertó a la Secretaría de Estado. Y cada vez el Papa se enfrentó a los viajes sin ninguna preocupación, confiando en Dios”, recuerda el secretario de Pablo VI, Pasquale Macchi, en sus memorias que recoge Vatican News.

“Mientras saludaba a las autoridades, a los cardenales y a los obispos”, escribió su secretario, “el Papa fue atacado por un pintor boliviano, Benjamín Mendoza y Amor, de treinta y cinco años, vestido de sacerdote, que tenía en la mano un crucifijo de oro y en la otra, escondido por un paño, un kriss (daga malaya con hoja de serpiente). Con un golpe hirió al Papa en el cuello, afortunadamente protegido por la rigidez del cuello clerical, y con otro en el pecho cerca del corazón”.

Don Macchi revive esos momentos: “Por mi parte, pensando que era un fanático, me precipité sobre él con cierta violencia para inmovilizarlo y lo arrojé a los brazos de la policía, impidiéndole así dar más golpes. El Papa, después de un primer momento de desconcierto, sonrió suavemente… Y también veo su mirada sobre mí, velada por un ligero reproche a mi impetuosidad. Luego continuó hacia el escenario para el primer discurso, sin mencionar el ataque: su hábito blanco, sin embargo, estaba manchado por una mancha de sangre”. También fue decisiva la intervención del obispo Paul Marcinkus, organizador de los viajes papales, que atacó al asaltante. Este prelado les sonará: fue el director del IOR, conocido como el Banco Vaticano, y fue un hombre rodeado de mucha polémica; pero esa es otra historia.

Pablo VI escribió una nota el día del atentado, que hoy recoge Vatican News: “Si recuerdo bien, después de los saludos a las personalidades alineadas… veo confusamente a un hombre… que se acercó impetuosamente a mí. Pensé que era uno de los muchos que querían saludarme o besar mi mano, o decir algo… Tan pronto como estuvo delante de mí, me dio con ambas manos, dos golpes formidables en el pecho, e inmediatamente dos más, para que yo sintiera los fuertes latidos”.

“Se subió al coche. Vi entonces en mi manga (¿a la izquierda?) unas pequeñísimas gotas de sangre, y me di cuenta de que una de mis manos debía haber tocado algo manchado de sangre, tal vez la mano del asaltante desconocido. Seguí sintiendo los golpes en mi pecho, pero nada más. Llegó a la catedral. Cuando me puse las vestiduras traté de lavar las huellas ensangrentadas de la mano, sin darme ninguna otra razón de lo que realmente había sucedido”.

“Pude desnudarme, y entonces me di cuenta de que la camisa empapada de sudor tenía una gran mancha de sangre en el pecho, debido a una pequeña herida, justo cerca de la región del corazón, superficial e indolora: la camisa había contenido la hemorragia, no abundante después de todo. Otra herida, aún más pequeña, casi un rasguño apareció, a la derecha, en la base del cuello”, relataba Pablo VI.

“Inmediatamente medicado por el cuidado del buen y muy profesional profesor Mario Fontana”, continúa Montini, “las dos heridas fueron cerradas y medicadas en los días siguientes, y pronto sanaron… Una pequeña aventura de viaje, un poco de ruido en el mundo (sabía que en Italia, a la llegada de la noticia, el Parlamento suspendió la sesión) y una gran gratitud a los que se interesaron por mí; pero sobre todo gracias al Señor que me quiso seguro y me concedió continuar el viaje”, recoge el medio vaticano.

El médico del Pontífice, al ver las heridas, le puso la vacuna del tétanos, lo que le provocó un ataque de fiebre y aconsejó a Pablo VI que suspendiera sus compromisos para esa tarde. Sin embargo, Montini “decidió que el programa se desarrollara según lo previsto para no defraudar las expectativas de la gente y mantener el secreto sobre lo ocurrido”. Así que el Papa tuvo reuniones con el presidente de Filipinas, con el cuerpo diplomático y con una delegación de Formosa, lo que hoy se conoce como Taiwán.

El atacante declaró: “Siento haber fallado, lo haría de nuevo si tuviera la oportunidad”. Fue liberado de prisión unos años después. Aseguró haberlo hecho para darse publicidad; lo cierto es que durante su estancia en prisión realizó una exposición y vendió todos sus cuadros. Curiosamente falleció el mismo año que Pablo VI era beatificado por Francisco, 2014.

Con información de InfoVaticana

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