¿Se acabó «el carnaval»?

ACN
ACN

Dábamos cuenta ayer de un hecho minúsculo: el camarlengo de la Iglesia Romana, cardenal Kevin Farrell, presidió la ceremonia de traslación del cadáver del Papa Francisco a la basílica de San Pedro, revistado de una capa pluvial roja —del mismo juego de las dalmáticas de los diáconos que lo secundaban—, que había sido usada por última vez por Benedicto XVI. Un ornamento rojo y dorado, muy barroco y con muy poco olor a oveja. Y Farrell no es precisamente un abanderado de la tradición.

Muchos dirán, y quizás tengan razón, que se trata de un mero detalle de trapos. Pero yo creo que no. En el Vaticano, los gestos son siempre más elocuentes que las palabras. Que el cardenal camarlengo haya decidido vestir esos ornamentos tiene un significado; no ha sido al azar; no tomaron los primeros que tenían a mano en la sacristía. ¿Qué significa? Yo creo —y es mi opinión— que ha sido un modo de decir: “El carnaval ha terminado”. 

Remontémonos al fatídico 13 de marzo de 2013, en que, una vez elegido Bergoglio y estando ya en la sacristía de la Capilla Sixtina revistiendo su nueva sotana blanca, Mons. Guido Marini, maestro de ceremonias, le alcanzó el roquete, muceta roja y la estola papal, hábito coral propio del pontífice romano. Bergoglio los rechazó diciendo: 

“No los usaré. El carnaval se ha terminado”. 

Pues parecería que ahora, estando el cadáver aún tibio, los curiales dicen: “Se ha terminado el carnaval de lo cutre, de lo vulgar y del populismo”. Es que, además del caos que reina por estas horas en el Vaticano, reina también un enorme alivio. Ya nadie soportaba más al tirano, ni a sus espías, ni a sus mimados, varios de ellos con conductas más que ambigüas, como relatan ahora con cierta libertad quienes habitan dentro de los muros leoninos.

Un cardenal comentaba ayer a un amigo en la via de la Concilizione, mientras era asediado por la insufrible periodista Elizabetta Piqué (viuda de Bergoglio):

Nunca más un sudamericano”

Y, aunque nos cueste decirlo y aceptarlo, en Roma están hartos de los argentinos. Vale aclarar, por cierto, que se trata de la especie de argentinos que rodeaban al difunto: los que sudan permanentemente olor a oveja. Hay otros argentinos, como el cardenal Sandri, o Mons. Luis Rodrigo Ewart, o los canónigos de la basílica vaticana Estivill y Suárez, que hacen un excelente papel.

Veremos si el detalle de los ornamentos del cardenal Farrell no fue más que la fantasía de algún sacristán nostálgico, o si se trata de un mensaje. De ser estos así, quedará patente en los próximos días. Y de ser esto así, quiero ver dónde se meten los mitrados argentinos, ahora que han quedado desamparados. Daba vergüenza ajena ver ayer a Mons. Colombo y a Mons. García Cuerva con clergyman celeste durante una celebración ecuménica en la catedral de Buenos Aires, rodeados de eparcas orientales, con sus solemnes hábitos y klobuks, y hasta del musulmán que se había vestido con una sábana blanca para la ocasión.

Y esta breve observación —apenas sobre unos trapos rojos—, se condice con lo que ayer decía Giovanni Maria Vian en una entrevista que seguramente la Piqué se arrepintió de hacer (luego dejó en TV que Vían era un resentido): «No habrá un Francisco II”. 

WANDERER.

JUEVES 24 DE ABRIL DE 2025.

Comparte:
ByACN
Follow:
La nueva forma de informar lo que acontece en la Iglesia Católica en México y el mundo.
No hay comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *