Las diversas estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, van sucediéndose en orden una a una, provocando una armoniosa sinfonía con ellas mismas y con la misma naturaleza, las notas de las fuentes que nunca se olvidan de manar, hacen brotar siempre de sus pechos el agua necesaria para saciar la vida de los hombres, los animales que van reproduciéndose y multiplicando su prole son acordes que dan unidad armónica. Todo está en armonía, paz y concordia.
Al mar se le ordenó: Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas. El creador quiere que haya paz, concordia, pues Él es magnánimo y generoso con todas sus creaturas, porque todas ellas están llenas de su perfección, y así se puedan contemplar.
En el rostro del hombre se ve reflejado el corazón, bien sea para bien o para mal según el semblante de cada persona, ese brillo que tiene el rostro de quien se presenta ante los demás, por una parte, porque le ha ido bien, encontró su felicidad o porque reflexionó en el sufrimiento, seguramente cuido sus palabras y no falto a su conciencia. Su proceder fue de rectitud.
Pero qué sucede con el hombre mezquino, el que se pasa la vida juntando, al grado de privarse de todo, no se ha dado cuenta que, junta para otros, los cuales disfrutaran de sus bienes. Hay hombres que siempre están ambicionando lo que no tienen; no les interesa las personas, desprecian a los demás, se encuentran insatisfechos y la codicia va secando su corazón.
Hay hombres que saben de compasión, ayudan al que acude a él; mucha gente se niega a extender la mano. Sé, sin embargo, que hay personas generosas que no dejan esperar su ayuda, se fijan en lo que se necesita y nunca los despacha con las manos vacías.
Creo que es mejor que invierta su dinero por un ser querido o por un amigo que dejarlo enmohecer, me refiero al dinero bien habido, aunque se adapta también al corazón, no permitas que el óxido de la tacañería invada tu interior. El pobre se sacrifica para vivir. Feliz el rico que fue hallado sin falta, que no corrió tras la riqueza y cuando el tubo se dio la oportunidad de compartir con el necesitado.
Todos somos ricos, a la vez pobres, la diferencia es cuestión de educación, de decoro, de principios, porque se demuestra en su proceder según las normas morales sociales establecidas, así como las buenas costumbres. Se conduce con dignidad, es una persona íntegra, recta, honesta en las que se puede confiar. Estas personas han encontrado la armonía consigo mismo, con los demás y con la madre naturaleza sin descartar la armonía con el creador.
Al experimentar la íntima conexión que hay entre ambas relaciones, puedo contemplar la grandeza, por ejemplo: de una montaña, que no puede separarse de Dios, y percibo que esa admiración interior que tengo de ella debe de estar en armonía consigo, con los demás. Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas, estas montañas fueron hechas para mí, para nosotros. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos de dulces aguas llenos, y el suave canto de las aves hacen gran recreación y deleite, dan refrigerio a mi alma.
Hagamos ahora un alto para contemplar la persona, en el curso de su vida terrenal. Él ha experimentado como tu mucha alegría, ha conocido y ensalzado toda una gama de vivencias sencillas y cotidianas, por ello hay que reverenciarlo, reconociendo la dignidad que tiene como parte de la “sinfonía de la creación”.
¡Todo está en armonía, paz y concordia! Escuchemos la sinfonía de la creación.
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.