Saberes y sabores: la Palabra es viva y eficaz

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La elocuencia en las palabras te lleva a descubrir el ingenio, el sentimiento, el gusto, la imaginación y el pensamiento de aquel que habla con los demás. El principio fundamental que sostiene al argumento de quien se expresa se entiende como sabiduría.

En todo discurso entran en juego las palabras y, a través de ellas, se expresan las ideas. El hombre que habla pretende persuadir a quienes lo escuchan, por ello, debe expresar siempre la grandeza del asunto, con la fuerza y el vigor de su pensamiento, “como aquel que tiene autoridad”.

Estoy convencido de que las palabras nos permiten expresarnos de diferentes maneras, puede ser de forma oral o escrita y, para dar a conocer los criterios propios, es necesario ser claros, precisos, elegantes y hablar con pureza. La voz es imprescindible, “solo Tú tienes las palabras”.

Cuando la palabra lleva fuerza y convicción, supera la especulación sin descuidar su intención. La palabra humana no es tan solo un sonido, o un simple medio de comunicación entre los hombres. La palabra expresa lo que se encuentra en el interior de la persona, participa de su dinamismo y está dotada, en cierto modo, de eficacia, veracidad y elocuencia.

El mal uso de la palabra tiene su origen, en primer lugar, con los charlatanes que hablan demasiado de temas sin trascendencia, pretendiendo vender sus baratijas, hasta llegar con ello al grado de la necedad. Ofrecen palabras al viento, ahí de aquellos que les hacen caso, porque pronto se decepcionarán. Prometen mucho, pero hieren cruelmente con su proceder e incongruencia, en este aspecto, hago alusión a políticos y a autoridades que, lejos de hacer uso del “poder de la palabra”, rebajan la retórica a la vil miseria, por ello, ya pocos creen en la palabra. ¡La palabra está en riesgo!

Las palabras del chistoso se reciben, con frecuencia, como golosinas que endulzan, al igual que la miel, los estómagos vacíos por falta de alimento, en los hogares, escasos de lo necesario para vivir dignamente, pertenecientes a las personas que han sufrido los estragos de un mal gobierno.

Existen palabras necias y palabras tristes de aquellos que, con alguna oportunidad, se han dormido en sus laureles esperando a que todo le caiga en su mesa, sin realizar el más mínimo de esfuerzo ni con el sudor de su frente, negándose a buscar, conseguir, innovar, crear o tocar para conseguir algo.

El extravío de las palabras nos invita a velar sobre el propio lenguaje, ya que éste es una exigencia primera del argumento de la sabiduría, como el gusto por el buen vivir.

Por otra parte, debemos también tener cuidado con las mentiras y los falsos testimonios, de los cuales están llenos los tribunales, porque con ello se provocan injusticias, privaciones de la libertad, así como la deshonra.

El buen uso de la palabra, a diferencia de los necios, se debe realizar con la verdad. Una palabra dicha en el momento oportuno y con el propósito de alentar siempre es un gran tesoro y, así, provoca, a la vez, gran alegría.

El hombre de hoy necesita creer en la palabra, esta inspiración es considerada la palabra de vida, entendida como plenitud y realización. Por esto, los hombres de nuestro tiempo piden que hoy no solo se hable, sino que, en cierto modo, se viva. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, tú tienes palabras de amor. Cabe mencionar que la noción de la vida eterna es la “vida para siempre”.

Es cierto que la tarea fundamental de todo hombre es ser congruente con lo que se habla, con lo que se cree y con lo que se vive.

¡La palabra es viva y eficaz!

 

RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS

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