Saberes y sabores: la lengua no tiene hueso

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La lengua humana es un hidrostato muscular, un órgano conformado por varios músculos que trabajan juntos. Éstos se dividen en dos categorías; la primera la constituyen los intrínsecos, los cuales ayudan a darle forma a la lengua. La segunda categoría consta de los extrínsecos, éstos le facilitan el movimiento y, además, están relacionados con la estructura de la cabeza y del cuello.

Asimismo, la lengua contiene glándulas salivales y desempeña la gran función de hidratar la boca y, desde luego, de brindarnos el magnífico sentido del gusto. La lengua nos ayuda a articular las palabras y los sonidos, nos ayuda hasta para silbar.

Cuando los hombres del campo arrean su ganado para transportarlo de un lugar a otro, hacen alarde de un silbido peculiar que, por cierto, el ganado conoce y obedece a la vez.

¡Ah!, pero qué sucede cuando nos dejamos dominar por este órgano traicionero y hacemos comentarios no verificables que circulan entre la gente y, por infortuna, negativos, los cuales pueden provocar chismes y habladurías. Cuando esto sucede se provocan escándalos, inconformidades y rencillas; las personas se sienten ofendidas.

La lengua es capaz de dominar a todas las personas, es bueno ponerle un freno.

¿Cómo se puede dominar a un caballo brioso, fuerte y sin control? Es necesario ponernos un freno en la boca y así someter nuestra lengua. Por ejemplo, en altamar podemos observar las extravagantes navegaciones, sean de carga o de pasajeros, majestuosas en su diseño y tamaño. Así, con un pequeño timón, el piloto las maneja como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos.

Así pasa con la lengua. Es pequeña, pero puede mucho; es como una minúscula llama, suficiente para acabar con centenas de bosques, devorando a la hermosa naturaleza con su fauna, dejando a su paso tan solo cenizas.

El hombre, con su inteligencia, es capaz de construir estructuras del pensamiento que le permiten descubrir una serie de adelantos científicos o tecnológicos, así como encargarse de liderar el mundo exterior y el interior, es decir, se puede adaptar a toda situación.

Dominar la lengua es de sabios y entendidos. Lo que ocurre en nuestro país no es más que la falta de cordura, sensatez y obrar en buen juicio, porque el no actuar así es como un azote que no puede detenerse. Se va derramando el veneno mortal, el cual ya está inundando todo, incluso las redes sociales, con el enfrentamiento entre AMLO y Loret.

Con la lengua se dicen frases como “el que se lleva se aguanta” o “primero los pobres”. Yo sugiero que primero se debe aprender a controlar la lengua. Debemos ser congruentes con nuestro discurso, porque con la lengua prometemos y nos dirigimos al pueblo, pero también con ella es posible difamar y poner en riesgo la estabilidad del país.

Esto no puede ser así, ¿es que puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga?

La boca habla sobre lo que hay en el corazón. La lengua juega un papel fundamental en todo ello; si tu sabiduría es modesta, todo el pueblo verá sus frutos en tu conducta, noble, mesurada, pero si te vuelves amargo, intocable, peleador o escudado en la justicia aparente, nadie podrá fiarse de ti.

Necesitamos gobernantes con una sabiduría que traspase el propio genio, porque en donde hay chismes, calumnias, envidias o abusos de autoridad, no existirá una estabilidad nacional.

En cambio, un gobernante con sabiduría es, ante todo, recto, pacífico, capaz de comprender a los demás y de aceptar las críticas, porque él sabe que está en un puesto para producir buenos frutos.

Todos seremos juzgados con severidad y es necesario reconocer que todos tenemos fallas, por lo tanto, ¡los que trabajan por la paz siembran la paz!  y los que trabajan por sus intereses siembran inestabilidad.

¡Tonto es aquel que piensa que el pueblo es tonto!

 

RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS.

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