La historia está poblada de familias que trascienden, de generación en generación, llenas de experiencias de amor y también de historias de crisis familiares; en estas historias entra en juego una serie de realidades y situaciones con expresiones diversas, en donde el común denominador de la familia ha sido, es, y será el amor.
Para vivir el hombre tiene la necesidad de desarrollarse en un medio favorable, bajo un abrigo protector; aspira a tener un lugar en donde le sea posible hallar su casa, un nido, como decía mi abuela, un techo bajo el cual resguardarse, protegerse y vivir en paz, en una vida privada y fecunda.
Construir una casa no es solamente levantar sus muros, consiste en fundar un hogar, engendrar una descendencia, transmitir lecciones de amor y ser ejemplo de buenas costumbres y virtudes.
Una mujer virtuosa es irremplazable en el hogar, incluso su obrar es un don maravilloso, entonces, cuando el hombre se percata de ello se siente más que satisfecho o, como alguien dijo, lo que le sigue; porque en esta casa bien arreglada, en donde reina el encanto de la mujer, todo se encuentra en armonía, como en una sinfonía en la cual cada miembro que la habita toca sus instrumentos al compás.
Allí, dentro de la casa, aparecen el hombre y su esposa; ellos están sentados a la mesa. Los hijos se encuentran llenos de energía y de vitalidad en un espacio en el cual los padres son los fundamentos de la casa y los hijos son las “piedras vivas” que le dan alegría al hogar.
Esta escena pintoresca refleja el ideal de una familia feliz, pero la realidad habla por sí sola; son incontables los análisis que se han realizado sobre la familia, sobre sus dificultades y sus desafíos.
Al mirar la realidad de la familia con toda su complejidad, cabe decir que los cambios, las corrientes, las culturas, la influencia de los medios, las comunicaciones, el creciente peligro que representa un individualismo el cual va desvirtuando los vínculos familiares, la idea de vivir según los deseos propios con un carácter absoluto, el ritmo de vida actual, los géneros sospechosos, los vínculos en el deseo del placer, así como la economía y muchos otros factores hacen entender o desvirtuar la esencia de la familia.
Hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada quien juzga como le place. Yo creo en la familia, en el hogar, en “nuestra casa”. No puedo renunciar y proponer otro estilo de vida, sino aquel que hemos heredado de nuestros padres: un hogar integrado por papá, mamá e hijos.
Sé que no basta con una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso se pudiera cambiar algo; tampoco pretendo imponer normas, por consiguiente, deseo presentar razonamientos para motivar a que se adopte un hogar, una casa, una familia. Si ustedes quieren, puede ser una tradicional, pero actual, la cual es, por cierto, muy funcional y feliz. En ésta el varón juega un papel decisivo en la familia, principalmente en el sostenimiento y en la protección que se puede brindar debido al carácter propio, por naturaleza, del género masculino.
¡Ello es todo un reto y desafío para los hombres de hoy! La ausencia del padre marca la vida de familiar, la educación de los hijos y su integración a la sociedad.
En el hogar la familia es el lugar en donde se puede mejorar y crecer en el amor mutuo; es un espacio para vivir, ser y hacer feliz. El amor se expresa de diferentes maneras; los integrantes de una familia son reconocidos por lo que son y se les apoya cuando lo necesitan, pues todos tienen un mismo sentir, “un solo corazón”. Se genera en uno, como padre o madre, un cariño particular por cada uno de los hijos, porque ellos son el reflejo del amor de los padres.
Cuando los hijos llegan a la edad adolescente, sobre todo en lo referente a las decisiones, la sexualidad, los intereses, el descubrimiento de su vocación o a lo que se quieren dedicar, es importante no descuidar su crecimiento humano, intelectual y espiritual.
Continuará…
RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS