La crueldad es una de las acciones más perversas del ser humano; ser indiferente, alegrarse o sentir satisfacción por el sufrimiento de los demás te convierte en un ser perverso. En efecto, la crueldad no solo es la pasión por gozarse ante el dolor del otro, sino también la indiferencia e insensibilidad que se puede expresar ante él.
Las explicaciones de que no pasa nada en el tema de la inseguridad y los desaparecidos son tan solo un disfraz, ¡no se puede ocultar el sol con un dedo!
Con frecuencia escuchamos noticias en las cuales el hombre realiza matanzas, vemos imágenes de cadáveres alineados en el suelo, degollados, sacrificados por no sé qué rito, oímos explosivos por los que mueren hombres, mujeres y niños masacrados con la crueldad de quienes nos llamamos seres racionales.
En esta realidad, unas veces reparamos en ella apenas con pequeños rasguños, otras, con arañazos que rasgan, pero no sangran; otras, con heridas crueles de las que brotan sangre, lágrimas y el dolor de quienes han perdido o les han “desaparecido” a algún familiar, cuyo dolor se intensifica ante la actitud e indiferencia de las autoridades, las cuales, al parecer, se recrean y disfrutan del dolor de los demás.
Otras veces nos sentimos extrañados porque las leyes se aplican para unos y se dejan de lado para otros, por ende, nos alejamos de la realidad como si estuviéramos en “otro mundo”. Nos decimos que no pasa nada, pero la verdad ¡sí ha pasado!, ¡sí está pasando! y, lamentablemente, seguirá pasando.
Buscamos razones que nos permitan localizar a nuestros familiares, lo comprensible, lo que sea que pueda devolvernos la paz y armonía en la familia, en la comunidad y en el país.
Nos preguntamos cómo puede suceder algo tan cruel, con autoridades tan insensibles que, a la fecha, siguen suscitando tanta inseguridad. ¿Hasta dónde puede llegar la crueldad de los seres humanos?
La crueldad se concibe como la pasión por la cual un sujeto es capaz de infringir daño a otro, por placer, o por el gusto de presenciar el sufrimiento ajeno sin sentirse conmovido. Creo que la crueldad se nutre del poder por dominar o someter a los demás con fines perversos. Se dice entonces que el cruel es aquel que, como dijo Aristóteles, es una bestia, un animal, o padece algún tipo de patología, por ejemplo, la locura.
Lo opuesto a la crueldad sería la piedad. La piedad es un sentimiento de compasión hacia las demás personas que sufren o padecen; ésta se da cuando una persona ayuda y asiste a otra cuando sufre; en caso de enfermedad, de problemas económicos, de angustias, de problemas familiares, entre otros.
La escultura de la piedad es una obra de juventud de Miguel Ángel, la cual realizó cuando solo tenía veinticuatro años de edad; se trata de una de las grandes obras maestras del artista florentino, quien también es autor de la Capilla Sixtina. ¿Qué nos quiere decir dicha escultura al reflejar a una madre cargando en brazos a su hijo crucificado con crueldad? Hay tantas madres y padres que esperan tener razón del paradero de su hijo para poder cargarlo en sus brazos y decirles ¡aquí estoy, siempre contigo!
El hombre, al ser dotado de racionalidad, voluntad y libertad, es superior y más digno a los demás seres terrenales, pero cuando hace mal uso de su libertad y decide ser cruel con sus semejantes, cae en la perversidad y demerita su meta de ser feliz.
Decide ser piadoso y, aunque tu respuesta sea negativa, Dios te quiere. Te quiere a pesar de tu frialdad, de tu indiferencia y de tu lejanía. Es mejor ser piadoso que ser cruel.
Por RUAN ÁNGEL BADILLO LAGOS