Retiro espiritual de noviembre…¡ #DesdeCasa (2021) !

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Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.

 

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1. Introducción.
2. Meditación I. La Comunión de los santos.
3. Meditación II. Mes de los difuntos.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.


1. Introducción

En nuestro corazón está presente y vivo el clima de la comunión de los santos y de la conmemoración de los fieles difuntos que la liturgia nos ha hecho vivir de manera intensa en las celebraciones de los días pasados.

En particular la visita a los cementerios nos ha permitido renovar el vínculo con los seres queridos que nos han dejado; la muerte, paradójicamente, conserva lo que la vida no puede retener. Cómo vivieron nuestros difuntos, qué amaron, temieron y esperaron, qué rechazaron, lo descubrimos de modo singular precisamente en las tumbas, que han quedado casi como un espejo de su existencia, de su mundo: estas nos interpelan y nos inducen a reanudar un diálogo que la muerte puso en crisis. Así, los lugares de la sepultura constituyen una especie de asamblea en la que los vivos encuentran a sus propios difuntos y con ellos consolidan los vínculos de una comunión que la muerte no ha podido interrumpir.

Y aquí, en Roma, en esos cementerios particulares que son las catacumbas, advertimos como en ningún otro lugar los vínculos profundos con la cristiandad antigua, que percibimos tan cercana. Cuando nos adentramos en los pasillos de las catacumbas romanas —como también en los de los cementerios de nuestras ciudades y de nuestros pueblos—, es como si cruzáramos un umbral inmaterial y entráramos en comunicación con quienes allí custodian su pasado, hecho de alegrías y dolores, de derrotas y esperanzas. Esto sucede porque la muerte afecta al hombre de hoy exactamente como al de entonces; y aunque tantas cosas de tiempos pasados nos sean ya ajenas, la muerte sigue siendo la misma.

Ante esta realidad, el ser humano de toda época busca una rendija de luz que permita esperar, que hable aún de vida, y también la visita a las tumbas expresa este deseo. ¿Pero cómo respondemos los cristianos a la cuestión de la muerte? Respondemos con la fe en Dios, con una mirada de sólida esperanza que se funda en la muerte y resurrección de Jesucristo. Entonces la muerte se abre a la vida, a la vida eterna, que no es un infinito duplicado del tiempo presente, sino algo completamente nuevo.

La fe nos dice que la verdadera inmortalidad a la que aspiramos no es una idea, un concepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo: es estar en sus manos, en su amor, y transformarnos en Él en una sola cosa con todos los hermanos y hermanas que Él ha creado y redimido, con toda la creación.

Nuestra esperanza entonces descansa en el amor de Dios que resplandece en la Cruz de Cristo y que hace que resuenen en el corazón las palabras de Jesús al buen ladrón: «Hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43). Esta es la vida que alcanza su plenitud: la vida en Dios; una vida que ahora sólo podemos entrever como se vislumbra el cielo sereno a través de la bruma.

Homilía del papa Benedicto XVI, el 3 de noviembre de 2012.

2. Primera meditación

Opción 1: Meditación sobre la Comunión de los santos.

Opción 2: ¿Qué es la Comunión de los santos?. Explicaciones del Catecismo de la Iglesia católica y textos de san Josemaría para meditar.

3. Segunda meditación

Opción 1: Meditación sobre el mes de los difuntos y algunas enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica sobre lo que sucede tras la muerte.

Opción 2: “Cuando la muerte clava su aguijón”; números 253-258 de la Exhortación Apostólica Amoris laetitia del papa Francisco.

4. Charla

Mensaje del papa Benedicto XVI, explicando los sacramentos de curación (2012).

5. Lectura espiritual

“La esperanza del cristiano”, homilía de san Josemaría. (audio y texto)

6. Examen de conciencia

Acto de presencia de Dios

1. «Comunión de los santos. ¿Cómo te lo diría? ¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo?» (Camino, n. 544). ¿Me paro a pensar que al hacer las cosas bien por amor a Dios, en mi trabajo, mi estudio, con mis amigos, puedo ayudar a toda la Iglesia? ¿Me llena de esperanza saber que nada se pierde, que el Señor hará fecundos todos mis esfuerzos donde y como a él le parezca?

2. «Tendrás más facilidad para cumplir tu deber al pensar en la ayuda que te prestan tus hermanos y en la que dejas de prestarles, si no eres fiel» (Camino, n. 549). ¿Cómo me apoyo en la oración de todos los que me quieren?

3. «Mis buenas amigas las ánimas benditas del purgatorio… ¡pueden tanto delante de Dios!» (Camino, n. 571). ¿Rezo y ofrezco sufragios por ellas y confío en la ayuda que pueden prestarnos?

4. «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él» (Rm 6, 8). ¿Me sirve la realidad de la muerte para dar perspectiva a los esfuerzos por hacer crecer el Reino de Dios?

5. «¿No brilla en tu alma el deseo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juzgar?» (Camino, n. 746). ¿Entiendo que Dios no me acusa, sino que es mi abogado y salvador? ¿Me da paz saberme en las manos de Dios?

6. «Al atardecer de la vida nos examinarán del amor» (San Juan de la Cruz). ¿Procuro rectificar la intención, dándome cuenta de que la medida de mis obras no es el acierto o el error, el triunfo o el fracaso, sino el amor con el que las llevo a cabo? ¿En qué ámbitos de mi vida podría expresar mejor que la caridad, la misericordia y el espíritu de servicio son el motor de mis actos?

7. «Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15, 7). ¿Cómo me consuela y me llena de alegría saber que Dios siempre me ofrece su gracia y, por tanto, la posibilidad de comenzar y recomenzar?

Acto de contrición

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