¿Qué nos dejó la semana de la unidad por los cristianos?

Editorial ACN Nº147

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Con la fiesta de la conversión de san Pablo, el 25 de enero, llegó a su fin el octavario de oraciones por la unidad de los cristianos. Este 2025 tuvo por lema “¿Crees tú esto?” (Jn 11,26)

La semana de oraciones impulsa diversas iniciativas para lograr que las diversas tradiciones cristianas tengan un punto común: la fe. El ideal es la unidad superando las diferencias generalmente suscitadas por cuestiones disciplinares o morales; sin embargo, también doctrinales que pueden suscitar la división. En la Iglesia católica, los santos Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI procuraron un camino ecuménico de paz, especialmente con las tradiciones cristianas ortodoxas y derivadas del protestantismo.

El Papa Francisco también ha reconocido que los cristianos debemos converger en puntos esenciales. En la clausura de la LVIII semana de oraciones 2025, el Papa convocó a un particular esfuerzo, una fecha común para la celebración de la Pascua: “Renuevo mi invitación para que esta coincidencia sirva de llamada a todos los cristianos, a fin de que den un paso decisivo hacia la unidad, entorno a una fecha común para la Pascua y la Iglesia católica está dispuesta a aceptar la fecha que se decida de común acuerdo: una fecha de la unidad”.

En 2025, el cristianismo vivirá conmemoraciones enmarcadas en el Jubileo. Los 1700 años del primer Concilio ecuménico de Nicea, que derivó en la definición de un primigenio credo para la Iglesia universal descartando las herejías sobre la divinidad de Nuestro Señor, será un acontecimiento que reavivará el sentido de la unidad en la fe, además de la celebración, en una sola fecha, de la pascua, el domingo 20 abril,  como el máximo hecho que da sentido a nuestra fe: la resurrección de Cristo.

En México, la semana de oraciones por la unidad queda, simplemente, en gestos discretos de oración sin mayor relevancia. Quizá por la predominancia aún de la Iglesia católica, poco a poco, los eventos derivados de esta “semana ecuménica”, parecen diluirse para atender lo circunstancial y no lo principal.

Desafortunadamente, se ha creído que eventos ecuménicos son reuniones de café  de representantes, pastores, ministros, sacerdotes y obispos para demostrar lo que sus diferentes tradiciones “han avanzado” a diferencia de las otras. En ocasiones, la semana de oraciones oculta un peligroso irenismo, es decir, un pretendido proyecto que quiere impulsar la paz bajo un moralismo de aceptación de intereses comunes dejando atrás el ‘orden’ o ‘jerarquía’ de las verdades de la doctrina católica.

Esas erróneas ideas del ecumenismo, han provocado una nociva normalidad. Ver que el cristianismo “avanza” en orden a la aceptación del sacerdocio y episcopado femenino, de tolerar a homosexuales y lesbianas a la cabeza de las comunidades, de la licitud de las uniones que semejan matrimonio, la anticoncepción, las comunidades libres sin primacía del Papa, la eucaristía como una asamblea popular y la transubstanciación como un símbolo, la Escritura a la libre interpretación y la Iglesia como un pacto social, no como un cuerpo sobrenatural, han provocado una peligrosa erosión que ya no tiene a Cristo en el centro y, por el contrario, se ha encumbrado a esas ideologías como un moderno credo que nos ha puesto en riesgo de aceptar, de forma muy inocente, herejías posthumanistas cuyo objetivo es dinamitar desde dentro a la Iglesia católica.

¿Qué nos ha dejado esta semana 2025? Desafortunadamente en México pasó sin pena ni gloria. Los obispos de México impulsaron un mensaje advirtiendo también que el diálogo es fomento de paz y esperanza. Sin lugar a duda, este camino es necesario para fortalecer la fe, pero el ecumenismo va más allá. Una Iglesia no es moderna por ordenar mujeres o aceptar homosexuales. Está llamada a un fin sobrenatural infinitamente superior a las propuestas de un mundo que propicia la “bondad de la confusión”. Porque la Iglesia es sacramento universal destinada a la salvación de todos. Y está unida a Cristo. Él es quien salva, no las desastrosas ideologías que se presumen como de “moderno evangelio”.

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