Continuando con las notas acerca de la última obra del Cardenal Gerhard Müller “In buona Fede” (De buena Fe – La religión en el siglo XXI – Ed. Solferino) contemos que ahí el purpurado alemán habla de las “consecuencias y efectos negativos” que tuvo “la decisión tomada por Francisco” de anular el motu proprio de Benedicto XVI Summorum Pontificum con el suyo Traditionis Custodes, restringiendo significativamente el uso de rito antiguo de la misa.
La decisión fue “inesperada y para los tradicionalistas ha sido como recibir una bofetada. La prohibición de recurrir a esta forma de liturgia ha escavado fosos, causado dolor. Habría sido más útil hacer una distinción entre la sustancia de los sacramentos que derivan de Cristo a través de los Apóstoles, y son esenciales, y la forma litúrgica que existe en la Iglesia en diversos ritos” que “en la Iglesia, existen 23 de ellos”.
Como determinadores de esta decisión junto al Papa Francisco, el Cardenal Müller menciona a “algunos profesores del Ateneo San Anselmo, que fueron junto al Papa y lo han condicionado persiguiendo su propio interés. De ellos conozco algunos según los cuales la única forma litúrgica legítima es la conciliar, todas las otras formas deberían desaparecer, mientras que [por el contrario] el Concilio ha ensanchado los horizontes en una unidad armónica sobre lo esencial”.
Lo que quiso Benedicto con Summorum Pontificum fue “facilitar la unidad y una progresiva inclusión con los tradicionalistas. Años después, bajo el actual pontificado, un grupo de consejeros de Francisco fue a lamentarse sosteniendo que Benedicto XVI con esa medida había generado un paso en falso, causando ulteriores divisiones y que, para re-equilibrar la situación, era mejor reportar todo a como estaba antes. En suma, manipularon a Francisco”, dice el Cardenal.
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Obispos que ocultan que Cristo es el único Dios
Acerca de la difícil situación de la fe en el Viejo Continente, el Cardenal Müller llega a afirmar no solo que “la Iglesia en Europa está visiblemente fatigada”, sino que pareciera “que no cree ni siquiera en sí misma, y a veces tiene incluso representantes que no están más convencidos de la verdad del cristianismo. Es paradójico. Viven pensando que todas las religiones en el fondo son iguales, casi intercambiables”.
Habla el purpurado de cristianos que “consideran que el cristianismo sea solo una de tanta fes de la humanidad, y así lo abajan a una cultura inmanente, para quienes la trascendencia viene transformada en una vaga convicción superior: Dios equivale incluso a un otro Dios”.
“Hoy observamos un cristianismo segmentado”, diagnostica Müller.
Esa situación es lo contrario de lo expresado en la declaración “Dominus Iesus – Sobre la Unicidad y Universalidad Salvífica de Jesucristo y la Iglesia”, de San Juan Pablo II, que reafirma a “Cristo como único mediador entre Dios y los hombres”, lo cual representa “un desafío para aquellos que no creen. Si los cristianos de los primeros siglos, bajo el Imperio romano, se hubiesen limitado solo a las obras caritativas no habrían sufrido ninguna persecución. El problema es que afirmaban creer en Dios y en Jesús y no en el emperador como divinidad, y así venían condenados a morir. Hoy hace reflexionar que obispos prefieren no afirmar públicamente que Cristo es el único Dios para no ser criticados por la prensa y evitar posiciones que puedan sonar a contracorriente o políticamente incorrectas”. Sin embargo, “Cristo nos enseña a ser libres. La Dominus Iesus expresa aquello que para los cristianos es la verdad absoluta”.
Esta enfermedad en Europa, hace que esta como construcción política, sin la identidad que reúne que es el verdadero cristianismo, sino por el contrario, “con este nihilismo falso”, “se arriesga no sobrevivir por mucho tiempo. Lo digo con pesar, con dolor, pero no se puede construir una Unión exclusivamente sobre bases monetarias, sin el cristianismo cual elemento histórico de cultura, y solo con instrumentos de política y economía”.
Por Saúl Castiblanco.