A dos años de haber iniciado, todos los indicadores principales del país señalan un fracaso del actual gobierno.
Los más de cien mil muertos, la caída de la economía en casi 10 por ciento, las decenas de miles de muertos por la mala gestión de la pandemia, el incumplimiento de los programas oficiales para ayudar a las clases más desprotegidas…
El discurso oficial sigue montado en las promesas, en el futuro y en seguir usando el espejo retrovisor para culpar al pasado de los fracasos, en denostar a quienes difieren y abrir la mayor cantidad de espacios a su proyecto ideológico.
A pesar de ello, la aplastante mayoría del partido oficial, Morena, en las elecciones de 2018 ha impuesto una narrativa frente a la cual los partidos de oposición no han sido capaces de construir una alternativa.
Y ahora que se avecina nuevamente la elección federal intermedia y otras a niveles estatales y municipales, para conformar la más numerosa registrada en el país, se conocen esfuerzos provenientes de todo el espectro político desde donde se comparte esta visión de retroceso en el país.
Producto de la pandemia, esos esfuerzos de articulación ciudadana pasan principalmente por las redes digitales; hay quienes depositan su confianza absoluta en que el activismo de click dará automáticamente la adhesión a sus causas por la polarización que ahí se registra como si ese fuera el mundo real.
Hay quienes hacen esfuerzos de movilizaciones sin que hasta ahora los resultados hayan sido particularmente significativos, pues, además de todo, la exigencia de medidas sanitarias limita naturalmente la participación.
¿Cómo articular esfuerzos? ¿Cómo activar la participación frente la elección más numerosa que hayamos tenido?
Lo primero es aterrizar en la realidad, en cada comunidad en cada municipio y desde ahí convocar, unir esfuerzos a favor de causas sociales reales en donde verdaderamente se haga una aportación social. La oposición venezolana al régimen dictatorial iniciado por Hugo Chávez y seguido por Nicolás Maduro ha advertido que a ellos les costó años asumir esta experiencia.
Un buen planteamiento político, un buen diagnóstico ya no son suficientes para enfrentar a este tipo de regímenes, sobre todo en aquellas zonas donde las necesidades básicas son más sentidas.
Este es el mejor ingrediente para construir una narrativa alterna.
Sí, seguirán los grandes analistas que llenan los espacios en los grandes medios, harán sus disertaciones, sus concienzudos análisis, pero la difícil realidad del país -que puede agravarse conforme se profundicen los daños de la crisis económica- va a requerir esfuerzos concretos, reales.
Si el diagnóstico consensado es que asumió el gobierno un grupo de talante autoritario y populista por manipular las esperanzas para salir de la desigualdad, entonces queda claro que ese camino se tiene que recorrer y buscar mejores alternativas que en el pasado y que las falacias de este gobierno.
Esa actividad ciudadana requiere de un espíritu de generosidad auténtica, de servicio a los demás, de una clara intención de justicia y de humildad para escuchar y atender las demandas.
Requiere, sobre todo, de ofrecer un auténtico espíritu de reconciliación y de unidad.
Aquellas organizaciones que pretendan construir una base social únicamente sobre las redes digitales o que presuman que las adhesiones ciudadanas, personales llegarán únicamente como producto de la inconformidad o porque se cree dueña de los mejores planteamientos, fórmulas o porque asume tener a los mejor capacitados o más formados puede caer en sus propios espejismos y conducir a una frustración ciudadana.
Atar una organización ciudadana y liderazgos a intereses ocultos mayores solo servirán para alimentar el discurso oficial de este gobierno y dañarán una oportunidad de generar un movimiento capaz de redirigir al país por una senda de mejoría para todos.
Hay quienes están convencidos que esa “fuerza” digital o por los apellidos o por los logotipos más vistos en redes serán credenciales para que los partidos de oposición les concedan candidaturas, sobre todo en las diputaciones federales, en aras de la compartida preocupación por quitar a Morena la mayoría en la próxima Cámara de Diputados.
Los partidos son estructuras en donde confluyen intereses de todo tipo y en donde la disputa de los espacios (a su interior y a en la competencia con los otros) es descarnada, requiere esfuerzos y donde los espacios se van consensando con antelación, trabajo electoral y disciplina.
Sí es cierto, en el discurso, todos los partidos se dicen abiertos a la ciudadanía, pero habrá que ver los espacios que están dispuestos a ceder a recién llegados, sobre todo con un criterio de rentabilidad electoral.
Si alguna organización ciudadana desea verdaderamente influir en las votaciones del 6 de junio del año próximo deberá hacer esfuerzos para participar más allá de la simple promoción del voto u otorgar “su apoyo” a los candidatos afines o de su conveniencia.
Requerirá, sobre todo, un trabajo de tierra, en su colonia, en su municipio, en su ciudad.
Solo así se podrá reanimar al 36.5 por cientos de los abstencionistas del 2018 y solo así se podrán forjar una alternativa para los más necesitados, a esos, a quienes este gobierno ha mentido en sus expectativas y que buscan no solo una narrativa sino construir juntos una nueva realidad, unidos y en paz.