Empezamos el mes de agosto dispuestos a soportar el ferragosto romano con entereza. En Roma todo tiene orígenes antiguos muy precisos, la historia, como memoria escrita empieza aquí muy pronto y aquí todo se ha visto y todo se ha vivido. La ciudad eterna es una Custodes traditionis sin duda, por lo civil y por lo eclesiástico. Feriae Augusti , las vacaciones de Augusto fue una festividad instituida por el emperador Augusto en el año 18 a.C. y que se unía a festividades mucho más antiguas que celebraban el fin de las labores agrícolas. Para nosotros el ferragosto se une a la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora.
Ayer, fiesta de San Ignacio de Loyola, tuvimos el funeral, en el altar de la cátedra de San Pedro, del cardenal jesuita francés Albert Vanhoye, fallecido el jueves a la edad de 98 años. Cualquier ausencia del Papa Francisco aumenta el grado de tensión que se vive en los sacros palacios. Ayer fue un mal día, el Papa Francisco que preside el rito de la Última Commendatio y el Valedictio en el funeral de los cardenales que tiene lugar en la basílica del Vaticano, no se presentó. Puede hacerlo, o no hacerlo, habitualmente lo hace, ayer no lo hizo, o no lo pudo hacer. Después de la desaparición de Vanhoye, quedan en el Colegio Cardenalicio 220 cardenales, de los cuales 123 son electores y 97 no electores.
El estamento más maltratado, por arriba y por abajo, en estos momentos son los sacerdotes, el cura de campanario, el cura sin galones. Sufre las exigencias de unos fieles desorientados con los que tiene que llevarse bien, por obligación, y que no siempre puede contentar. Siente en su crisma el aliento del obispo que pretende que las parroquias de su diócesis estén orientadas según los vientos romanos. Estamos en unos momentos en que se olvida lo fundamental y hoy puede ser buen día para recordarlo. El padre Gabriele Amorth, que de estas cosas sabía, definía el pontificado del Papa Benedicto XVI como un gran exorcismo, y falta nos hace.
En el año sacerdotal el Papa Benedicto XVI nos ofreció una magnífica carta en la que citaba continuamente al Santo Cura de Ars, cuya fiesta celebramos en unos días:
“Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”. » ¡Oh, qué grande es el sacerdote! Si se diese cuenta, moriría… Dios le obedece: pronuncia dos palabras y Nuestro Señor baja del cielo al oír su voz y se encierra en una pequeña hostia…”.
A los fieles les recordaba continuamente:
“Si desapareciese el sacramento del Orden, no tendríamos al Señor. ¿Quién lo ha puesto en el sagrario? El sacerdote. ¿Quién ha recibido vuestra alma apenas nacidos? El sacerdote. ¿Quién la nutre para que pueda terminar su peregrinación? El sacerdote. ¿Quién la preparará para comparecer ante Dios, lavándola por última vez en la sangre de Jesucristo? El sacerdote, siempre el sacerdote. Y si esta alma llegase a morir [a causa del pecado], ¿quién la resucitará y le dará el descanso y la paz? También el sacerdote…¡Después de Dios, el sacerdote lo es todo!… Él mismo solo lo entenderá en el cielo”.
Son impresionantes los consejos que daba para hacer bien la oración:
“No hay necesidad de hablar mucho para orar bien”.
“Sabemos que Jesús está allí, en el sagrario: abrámosle nuestro corazón, alegrémonos de su presencia. Ésta es la mejor oración”.
“Venid a comulgar, hijos míos, venid donde Jesús. Venid a vivir de Él para poder vivir con Él…”.
“Es verdad que no sois dignos, pero lo necesitáis”.
“Todas las buenas obras juntas no son comparables al Sacrificio de la Misa, porque son obras de hombres, mientras la Santa Misa es obra de Dios”.
“La causa de la relajación del sacerdote es que descuida la Misa. Dios mío, ¡qué pena el sacerdote que celebra como si estuviese haciendo algo ordinario!”.
Marco Tosatti nos trae a su blog un largo artículo sobre lo mal escrito que esta Traditionis Custodes, y como gran parte de esta triste carta Motu Proprio es inaplicable, encontramos más de una contradicción interna y está lleno de inexactitudes de principio a fin. Da la clara impresión de que está compuesto por una sola persona que no tenía idea del tema qué estaba escribiendo y ni siquiera se molestó en revisar en Internet los hechos históricos señalados; ni en pedir comentarios o contribuciones de Culto Divino, o de Doctrina de la Fe, parece el trabajo de alguien que escribe con prisa, y sin precisión.
Claude Barthe, un veterano de las «guerras litúrgicas» pre-Summorum revela que los obispos italianos, y un par de cardenales italianos en la Curia, fueron el origen y el motor de este documento. La Secretaría de Estado, que coordinó todo esto, fue sumamente discreta, algunos dicen que el cardenal Ladaria, lo detuvo todo el tiempo que pudo, como lo han hecho otros. La decisión la tomó el Papa y quienes lo presionaron para que la tomara, entre los que destacan el secretario de Estado, el cardenal Parolin, y el amigo Edgar, el cardenal Versaldi, y otros involucrados, que llevan tiempo trabajando en este documento. En Italia, los sacerdotes jóvenes han comenzado a celebrar la Misa tradicional y a adoptar ideas más tradicionales, en una creciente «tradicionalización» de los seminarios, lo que les preocupó mucho y en la Curia, sobre todo a Parolin y Stella.
Parecía, al menos en Europa, que la historia del «tío Ted», como lo llamaban en algunos seminarios estadounidenses, podría definirse como terminada o casi terminada. Pero las noticias provenientes de Estados Unidos revelan que McCarrick ahora está acusado de haber «agredido sexualmente» a una persona que, en ese momento, era menor de edad. La Santa Sede ya ha destituido a McCarrick, pero esta vez estamos ante una acusación penal que depende de la sede judicial estatal y no eclesiástica.
Terminamos, como empezamos, con el Santo Cura de Ars:
“Si comprendiéramos bien lo que representa un sacerdote sobre la tierra, moriríamos: no de pavor, sino de amor… Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra… ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes… Dejad una parroquia veinte años sin sacerdote y adorarán a las bestias… El sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para vosotros”.
«La obra de Dios es que creáis en aquel que él ha enviado.»
Buena lectura.
SPECOLA.
Infovaticana.