Con motivo del Lunes de Pascua, la Conferencia Episcopal Italiana invitó a lucirse en la Plaza de San Pedro, ante 50.000 adolescentes que esperaban al Papa, al rapero Blanco (Riccardo Fabbriconi), de diecinueve años. Los temas más frecuentes en las canciones de rap son generalmente políticos y sociales, expresados en un lenguaje agresivo y cargado de alusiones sexuales. Blanco triunfó en el Festival de San Remo de este año con Brividi [estremecimiento], canción que equipara homosexualidad y heterosexualidad.
Cristina Siccardi ha comentado el episodio en Corrispondenza romana con las siguientes palabras:
«La tentativa de conquistarse a los adolescentes, en su mayoría imbuidos de una cultura cínica, transgresora, antihumana e incluso violenta (pensemos en Baby Gang1), no tiene por objeto solamente agradar al movimiento LGTB; es además una auténtica blasfemia: no es de recibo acoger en el sagrado recinto de la Basílica de San Pedro a quien proclama palabras rebosantes de descontento, bajezas, palabras soeces y obscenidades. La pesadilla que vive conscientemente la generación de los hijos del infernal Lucignolo2 contemporáneo lo está viviendo también –aunque de modo inconsciente– la Iglesia, arrastrada por las modas, el caos y el masoquismo de una época irracional e irreverente. Se ha perdido ya el contacto con la realidad del Evangelio y, por consiguiente, con lo que Jesús verdaderamente enseñó: por ejemplo, es el Buen Pastor quien tiene que buscar y encontrar a la oveja perdida, en vez de que ésta descarríe a las otras noventa y nueve. Hay, además, algo indiscutible a tener en cuenta: así como no se puede servir a dos señores (Dios y el mundo), no es posible señalar al mismo tiempo como fin último el Paraíso y el Infierno» .
Añadamos a estas acertadas palabras de Cristina Siccardi otras consideraciones. La actuación de Blanco nos parece una profanación semejante a la del 8 de diciembre de 2015, cuando tuvo lugar en la Plaza de San Pedro un espectáculo ecológico titulado Fiat lux, en el que se proyectaron sobre la Basílica extrañas imágenes como peces-payaso y tortugas marinas, poco menos que dando a entender la licuefacción de las estructuras de la Iglesia . Porque se trata de eso mismo: de un proceso de autodemolición de la Iglesia en el que pareciera que la piedra se agrieta y disuelve dejando de ofrecer un refugio seguro en el diluvio de la confusión que lo arrolla todo.
Esta autodemolición, cuya responsable es la cúpula misma de la Iglesia, es parte de un proceso histórico que afecta a todo Occidente y encuentra su más ruidosa expresión en la llamada cancelación de la cultura, que tiene por objeto destruir nuestros valores y certezas, empezando por las raíces cristianas de la sociedad occidental. De ese modo, el Día de la Hispanidad se ha equiparado en Estados Unidos a la celebración de un genocidio del cual fueron culpables los conquistadores que llevaron a América la fe cristiana y la civilización.
Poco antes de ascender al solio pontificio, el cardenal Joseph Ratzinger denunció «el extraño odio a sí mismo de Occidente, que sólo se puede entender como algo patológico: aunque Occidente intenta, lo cual es loable, abrirse con toda comprensión a los valores de otros, pero ya no se estima a sí mismo; no ve en su historia nada que no sea despreciable y destructivo y no es capaz ya de percibir lo grande y lo puro. Europa tiene necesidad de una nueva –y ciertamente crítica y humilde– aceptación de sí misma, si quiere sobrevivir» (Joseph Ratzinger, Presente y futuro de Europa: sus fundamentos hoy y mañana).
Lo que decía el cardenal Ratzinger sobre Occidente sobre el acerca del patológico que alberga hacía sí mis la Iglesia también lo habría podido decir Benedicto XVI, pero no lo dijo. La Iglesia –parafraseando sus palabras– intenta, lo cual es loable, abrirse con toda comprensión a los valores de otros, pero ya no se estima a sí misma; no ve en su historia nada que no sea despreciable y destructivo y no es capaz ya de percibir lo grande y lo puro.
Suicidio de Occidente. Autodemolición de la Iglesia. El suicidio de Occidente del que tantos hablan viene de lejos, pero si queremos asignarle una fecha de nacimiento podremos fijarla en 1968, año de la revolución cultural en las universidades de EE.UU. y Europa, en las que docentes y alumnos comenzaron a desmontar los principios e instituciones que a lo largo de los siglos habían hecho grande a la sociedad occidental.
El proceso de autodemolición de la Iglesia no es continuación del de Occidente; lo precede e inicia. Este último también viene de lejos, y en este caso, si queremos encontrar una fecha simbólica tendremos que remontarnos a aquel mes de octubre de hace sesenta años cuando en la Plaza de San Pedro se inauguró el Concilio Vaticano II con la ilusión de abrir una ventana al mundo para que entrara algo de aire puro en la Iglesia. Aunque entonces se habría considerado blasfemo, hoy en día se ve normal que en esa misma Plaza de San Pedro actúe un rapero que celebra los afectos desordenados, el amor profano desprovisto de límites morales, «ciento por ciento libre», como él mismo lo ha descrito. Ese amor no tiene nada que ver con el amor a Dios y al prójimo que proclamó Nuestro Señor. El espectáculo que tuvo lugar en San Pedro el pasado 18 de abril expresa el espíritu de secularización que se ha introducido en la Iglesia y conduce a la muerte de Occidente. La juventud no necesita la vulgaridad de Blanco, sino una llamada seria a la santidad y el heroísmo, y que no podrán encontrar hasta que la Iglesia proclame por fin al mundo el Evangelio de Cristo en su integridad.
1Baby Gang es otro rapero italiano, hijo de inmigrantes marroquíes, que ha pasado varias veces por la cárcel.
2 Lucignolo (luciérnaga) fue un programa de la televisión italiana dirigido a los jóvenes.
Por ROBERTO DE MATTEI.
CORRISPONDENZAROMANA/ADELANTELAFE
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)