Cuando dejas de escuchar las necesidades de los demás y minimizas sus aportaciones, cuando asumes una postura amenazante y eres hiriente, aferrado o terco en tu postura, cuidado, podrías ser una persona extremadamente orgullosa.
Creo que la persona orgullosa es aquella que tiene un exceso de estima propio, además de un desfasado concepto de sus méritos, por los cuales se cree y se siente superior a los demás. La persona orgullosa actúa con arrogancia y es vanidosa porque tiene un exceso de estima. En algunos casos, o siempre, sabe que su pequeñez es menuda y lo que esconde detrás son sus peores miedos, por ejemplo, cree que nadie está a la altura de las circunstancias y teme a que no le quieran.
“Cuídate del orgulloso”; la mayor naturaleza del orgulloso es la enemistad hacia Dios y hacia nuestros semejantes, entendida la enemistad como odio, hostilidad y oposición; es decir, me siento poderoso, por eso deseo dominarte o negarte. El orgullo traspasa la naturaleza esencialmente competitiva y la vuelve enemistad que desafía a quien no está con él, con el orgulloso. Los deseos del orgulloso se manifiestan desenfrenadamente, no aceptan a la autoridad; en efecto, ellos imponen sus percepciones de la verdad contra todo aquel en desacuerdo y aplican sus propias reglas.
La persona orgullosa es rebelde, dura de corazón; con esa dureza crea maquiavélicamente un plan que no siempre busca el bien, aunque esté matizado de buenas acciones, pero en el fondo se busca ganar poder. Los orgullosos