Las realidades últimas

Malaquías 1,14b---2,2b.8-10 | Salmo 130 | 1Tesalonicenses 2,7b-9.13 | Mateo 23,1-12

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Estamos en el mes de noviembre y al término del año litúrgico. Recordamos y celebramos a los santos que representan la plena realización de la vida cristiana en este mundo, con lo que se da razón concreta de la victoria de JESÚS sobre el pecado y la muerte, pues afirmamos el señorío de CRISTO en toda su extensión con la solemnidad de JESUCRISTO REY del Universo. Miramos a los santos y participamos de las gracias que también para nosotros nos llevan a la realización personal según el Plan de DIOS. Hemos sido creados para la Vida Eterna, y el paso por este mundo es un tiempo de Gracia, que recorremos asistidos por la Fe que nos mantiene unidos a DIOS; por la Caridad que hace posible la fraternidad según la acción del ESPÍRITU SANTO; y la Esperanza que nos mantiene a la espera de las cosas nuevas prometidas por el SEÑOR y realizadas en parte para los que han dejado este mundo. La Esperanza cristiana abarca hasta el cierre de la historia en la Segunda Venida del SEÑOR, pero en este intervalo entre la Resurrección y la Segunda Venida muchos hermanos nuestros están participando de los grandes beneficios de la Salvación, aunque todavía no se haya “completado el número de los que van a ser salvados” (Cf. Ap 6,11). De manera especial en el mes de noviembre recordamos y pedimos al SEÑOR por los hermanos que han partido de este mundo para encontrarse con ÉL. El primer día celebramos a los que están en el Cielo, en la perfecta contemplación y vivencia del Amor de DIOS, acompañados de una multitud incontable (Cf. Ap 7,9), entre los que van a estar todos o muchos de los amigos y familiares fallecidos. El segundo día del mes tenemos ocasión de pedir especialmente por los que han fallecido y consideramos con la Fe de la Iglesia, que se pueden encontrar en proceso de purificación, dentro de algún estadio previo antes de entrar en el Cielo. El Purgatorio es un estado en el que la Salvación está garantizada, el Amor a DIOS es una aspiración ardiente, pero su contemplación cara a cara todavía no es posible. Estos dos días iniciales del mes marcan la línea a seguir durante el resto de las celebraciones. No es poca cosa mantenerse en un plano espiritual, aunque sea de purgación, en el que se tenga la certeza de la Salvación Eterna. La incertidumbre es un compañero de viaje por este mundo, que es necesario reconocer y controlar. La madurez cristiana adquirida después de años de una búsqueda sincera nos puede llevar a la certeza fundamental, que formulamos así: DIOS nos ama, y en su HIJO JESUCRISTO quiere salvar a todos los hombres. La respuesta personal a la Divina voluntad anteriormente formulada la podemos expresar con una pregunta: ¿estoy dispuesto a responder a la oferta que DIOS me hace de forma conveniente? La incertidumbre puede presentarse cuando se trata de valorar la respuesta personal al Amor de DIOS siempre dispuesto a manifestarse. En el estadio espiritual del Purgatorio se pasa por otros inconvenientes, pero se tiene la certeza de la entrada en el Cielo más tarde o temprano. Son las oraciones de los que aún quedamos, las que alivian las penas o aceleran el proceso de purgación para entrar definitivamente en la comunión de los bienaventurados. La Iglesia Católica con un fundamento bíblico (Catecismo de la Iglesia Católica n 1030-1032); y la enseñanza de los santos y doctores, nos enseñan esta verdad, que proporciona gran ayuda y consuelo espiritual. Lutero en su día tiró por la ventana grandes tesoros espirituales y entre ellos el Purgatorio, negando una parte importante de la Comunión de los Santos que recitamos en el Credo. La Iglesia que peregrina está en comunión con la Iglesia triunfante y con la Iglesia Purgante. La intercesión es una dimensión de la Caridad perfectamente reflejada en el Evangelio, y cobra especial relieve cuando se trata de pedir por los hermanos que estan en proceso de purificación. Son frecuentes las manifestaciones de familiares difuntos que a su modo se dejan sentir mediante sueños, u otro tipo de manifestaciones para solicitar oraciones. No sólo los grandes místicos como San Pío de Pietrelcina, santa Faustina Kowalska o María Sima, han tenido frecuentes manifestaciones de personas fallecidas que necesitaban oraciones, sino que el hecho está mucho más extendido, y cualquiera de los lectores de estas líneas pudiera corroborar el hecho.

La Vida Eterna

Identificamos el Cielo con la Vida Eterna, al menos lo declaramos en el Credo: “creo  en  la vida Eterna”. A la Fe no le importa describir el lugar en el que nos vamos a encontrar, si de un lugar se tratase, sino del estado de vida en el que nos vamos a encontrar. Desde las primeras páginas de la Biblia, a DIOS le interesa llamar la atención sobre la importancia de la santidad: “seréis santos, porque YO, YAHVEH, vuestro DIOS soy SANTO” (Cf. Lv 11,44.20,7) Trasluce este misterioso carácter el resto de los libros del Pentateuco, y los otros libros de la Biblia. La santidad es un don de DIOS, y al mismo tiempo existen principios de vida y pautas de comportamiento concretas, que DIOS ofrece para ejercitar nuestro buen hacer. El Cielo cristiano es la Vida Eterna con DIOS, y eso entraña un nuevo modo de ser en su presencia, y también una nueva manera de estar. Algo de esa nueva condición la vamos adquiriendo en la vida presente y debiera convertirse en una aspiración continua por llegar a la Vida Eterna o Bienaventurada. Muchas son las distracciones que encontramos a cada paso para que olvidemos el objetivo central de la vida en este mundo. JESÚS nos dijo que esta vida es pasajera y en cualquier momento nos “pueden pedir el alma” (Cf. Lc 12,20). El SEÑOR cuando venga a por nosotros quiere que “tengamos ceñida la cintura y encendidas las lámparas” (Cf. Lc 12,35). Lo anterior es una imagen para resaltar el ejercicio de la virtud, que no se logra en la disipación y la frivolidad. Nos resulta una fuente de inspiración permanente el conjunto de las ocho bienaventuranzas, con las que abre san Mateo el Sermón de la Montaña. El Don y la Gracia no nos pueden faltar, pero también DIOS quiere ver nuestra contribución personal a la obra de la santificación. El SEÑOR está dispuesto a lavar los pies a cada uno de los suyos, pero quiere ver las señales del camino recorrido (Cf. Jn 13,4-5). El SEÑOR está dispuesto a sentarnos a la mesa e irnos sirviendo, si llegada la vigilia de la noche mas avanzada y nos encuentra esperándolo (Cf. Lc 12,37-38). Nuestro DIOS quiere un Reino Celestial de hijos libres de toda sombra de mal o atadura.

Los pobres de espíritu

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Cf. Mt 5,3). El pobre de espíritu es JESÚS, el SIERVO de YAHVEH que está adherido sin fisuras a la voluntad del PADRE. No se trata de desarrollar cada una de las bienaventuranzas, sino de realizar una breve aproximación y caer en la cuenta de su importancia. Como el resto de las Gracias dadas en cada bienaventuranza, en ellas tenemos el don que nos asiste y nos hace partícipes aquí en esta vida de la Vida del SEÑOR; y por otro lado está el ejercicio ascético por el que nos esforzamos en el cumplimiento de la Voluntad del PADRE, como rezamos en el Padrenuestro.

La mansedumbre

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra” (Cf. Mt 5,4) Pocas personas son mansas o sufridas por naturaleza, de tal manera que esa condición aparece como un objetivo a conseguir a lo largo de la vida. El manso o sufrido no es el que se instala en su zona de confort, sino el que se solidariza pacientemente con los desfavorecidos de este mundo. Dicho de otra forma: un espíritu manso es el que se hace partícipe de los dolores y sufrimientos de JESÚS en nuestros hermanos. El manso por sí mismo no puede con la carga que le toca llevar, y su misión la cumple unido estrechamente al SEÑOR: “si sufrimos con ÉL, reinaremos con ÉL” (Cf. 2Tm 2,14).

El don de lágrimas

“Bienaventurados los lloran, porque ellos serán consolados” (Cf. Mt 5,5). Las lágrimas que nacen de la acción del ESPÍRITU SANTO en el corazón del creyente sanan y liberan, y en absoluto acarrean tristeza. El creyente mismo en muchos casos no puede dar razón exacta de las lágrimas incontenibles que aparecen, pues los motivos profundos podría ser perjudicial conocerlos. Lo cierto es que se está produciendo en esas lágrimas una profunda acción de curación espiritual y de liberación, que tiene por objetivo avanzar hacia la Vida Eterna, en la que ya no habrá ni llanto, enfermedad o muerte (Cf. Ap 4,21). La consolación definitiva no está en este mundo, sino en la vida Eterna. El SEÑOR asistió a determinados santos con el don de lágrimas durante toda su vida en este mundo.

Hambre y sed

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados” (Cf. Mt 5,6). Las carencias severas físicas, morales o espirituales producen daño y hacen sufrir. DIOS ha dispuesto de todo lo necesario en este mundo para que el hombre viva y se desarrolle con la dignidad que le es propia. Las injusticias son las causantes de la carencia de alimentos, el maltrato, la explotación o la indigencia moral o espiritual. DIOS se reserva la eternidad para resarcir los daños que sus hijos han sufrido injustamente en la vida presente. Mejor para la humanidad en su conjunto, si los daños y carencias graves son subsanadas en este tiempo, porque de otro modo estaremos creando situaciones indeseables para toda la sociedad.

Los misericordiosos

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán Misericordia” (Cf. Mt 5,7). Podemos decir que en el Cielo están todos los que se han dejado perdonar por DIOS y por los hermanos. La insistencia del perdón parte de JESÚS y va en la misma proporción que nosotros tenemos para resistirnos a perdonar y ser perdonados. A nuestro ego le sienta mal reconocer los propios errores o las desafecciones con el prójimo. Santiago en su carta exhorta a considerar a los otros siempre con gran misericordia, pues “la misericordia se ríe del juicio” (Cf. St 2,13). Si perdonamos siempre, DIOS nos perdonará la deuda impagable tan sólo con pedírselo (Cf. Mt23ss) como nos muestra la parábola.

Un corazón recto

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a DIOS” (Cf. Mt 5,8). También conocemos algo cuando consideramos su opuesto. JESÚS dice que del corazón impuro “salen los malos propósitos” (Cf. Mc 7,21); contrariamente nos está diciendo que del corazón puro o limpio “nacen los buenos propósitos”. El corazón es el recinto de la conciencia donde los movimientos del ESPÍRITU SANTO se dejan sentir en primera instancia. Un corazón limpio es sincero y sencillo, huye de la hipocresía, y busca la Verdad con las fuerzas disponibles. Dice JESÚS en la “Oración Sacerdotal”: “la Vida Eterna está en que te conozcan a ti, PADRE, y a tu enviado, JESUCRISTO” (Cf. Jn 17,3).

La Paz mesiánica

“Bienaventurados los que trabajan por la Paz, porque ellos serán llamados los hijos de DIOS” (Cf. Mt 5,9). Las injusticias graves traen consigo las guerras, que compendian casi todos los males. Sin embargo las guerras están presentes en la historia de los hombres desde siempre. Para instaurar la Paz en este mundo se necesita una nueva condición de hombres, o una renovación interior que sólo la Gracia de DIOS puede llevar a cabo. Entonces surgirían en este mundo el número suficiente de personas organizadas para llevar a cabo proyectos dispuestos para el bien de toda la humanidad. San Pablo nos dice que la Creación entera espera la manifestación de los hijos de DIOS (Cf. Rm 8,19-22).

Los perseguidos

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Cf. Mt 5,10). Antes de convertirse en civilización, el Cristianismo fue religión perseguida. Ahora que la cultura occidental se está descristianizando a marchas forzadas,  los planteamientos básicos del Evangelio son rechazados y aquellos que los defienden son perseguidos. La cultura occidental está renunciando a la Fe fundante que la impulsó y a los cristianos de modo especial a los católicos la persecución será más recia. La persecución no cesará aunque se adopte un perfil bajo. De una u otra forma siempre permanecerá un núcleo de militantes que mantengan en la resistencia la Fe de JESUCRISTO. San Mateo añade: “Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan, y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa, alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los Cielos” (Cf. Mt 5,11-12). Dice el libro del Apocalipsis: “ellos están en paz, porque sus obras los acompañan” (Cf. Ap 14,13). De manera especial a los que han luchado por el Evangelio sus obras los acompañarán, porque actuaron con decisión por transformar este mundo según el Plan de DIOS para nosotros.

Santos e hijos

En el Nuevo Testamento se revela con claridad, que DIOS nos quiere santos en cuanto que somos sus hijos; por tanto la filiación está en primer lugar. Si nuestro PADRE es SANTO, nosotros sus hijos también seremos santos en razón a la estirpe a la que pertenecemos. La santidad se conquista por la proximidad o cercanía a DIOS, que es esencialmente BUENO. La santidad para los hijos de DIOS no puede ser un timbre de gloria fatua, o de orgullo espiritual, sino la correspondencia amorosa al PADRE con una relación filialmente piadosa. DIOS no es el colega, y tampoco es el terror de una censura implacable. DIOS es el Creador, y por razones conocidas es también nuestro Salvador, en la persona de su HIJO JESUCRISTO. ÉL es quien nos confiere nuevas gracias, que no existían con anterioridad, para elevar nuestra conciencia a la condición de hijos de DIOS, y nos da las fuerzas y oportunidades de establecer a lo largo de esta vida unas relaciones de piedad filial. No había sido dado el ESPÍRITU SANTO, y no moraba en el corazón de los hombres como lo hace a partir de la recepción del Sacramento del Bautismo. El Bautismo nos da el “ser hijos de DIOS” (Cf. Jn 1,12), porque la PALABRA eterna ha llegado a nuestros corazones, y el PADRE identifica allí a su VERBO Eterno. Nuestra vida se vuelve santa en la medida que vamos creciendo en la conciencia efectiva de hijos de DIOS dada en el Bautismo. Nuestra espiritualidad cristiana es básicamente bautismal. Allí, en el momento del Bautismo, hemos realizado una opción fundamental por JESUCRISTO y su Evangelio. La misión cristiana básica de nuestros padres y padrinos es recordarnos y hacer explícito en los años de la infancia y adolescencia, el pacto que se estableció en el acto del Sacramento del Bautismo. La vida del cristiano podría consistir en no estropear el Bautismo.  Este Sacramento fundante nos confiere la santidad original como recién salido de las manos de DIOS, aporta las gracias necesarias para vivir a lo largo de los años como verdaderos hijos de DIOS. No obstante la Gracia no suplanta a la naturaleza, y nos toca una labor de sobreponer a lo largo del tiempo las tendencias dadas por  ESPÍRITU SANTO por encima de las tendencias del pecado, que de forma residual estarán presentes hasta el final del tránsito por esta vida. El periodo de prueba por este mundo sólo DIOS lo conoce, y en sus manos estamos.

Malaquías

El nombre del profeta Malaquías significa Mensajero de DIOS -Malk-YAHVEH-, y se considera que tiene su ministerio profético a mediado del siglo quinto (a.C.). El Pueblo elegido llevaba algunos años de vuelta del destierro en Babilonia, y habría que suponer la lección aprendida, pero a lo ojos del profeta las cosas no eran así, y a lo largo de sus escritos muestra su desaprobación. De manera especial, el profeta se dirige a la clase sacerdotal, que tiene una responsabilidad especial al estar como mediadores en el culto e instructores de la doctrina que debía llegar a los israelitas. El profeta se muestra severo por momentos, pero no deja de anunciar la intervención providente de DIOS, que siempre es salvadora, aunque de momento pueda mostrar la corrección. Malaquías inicia su libro con una afirmación que viene de YAHVEH: “”os he amado, dice YAHVEH; y vosotros decís, ¿en qué nos has amado?” (Cf. Mlq 1,2). Las muestras de Amor por parte de DIOS son incesantes, pero los hombres vamos a contestar en general como el Pueblo elegido. Al borrar a DIOS de la Creación, terminamos negando la Revelación y los signos personales de DIOS que acompañan a su Palabra. El destierro había supuesto una gran purificación, pero bastaron pocos años, para que aquellos acontecimientos quedaran desdibujados como signos de la acción amorosa de DIOS. La secuencia de los resultados espirituales se repite con regularidad trágica: acción amorosa de DIOS, tiempo de fidelidad del Pueblo, infidelidad, corrección y tiempo de purificación, arrepentimiento, y vuelta al reconocimiento de la Divina Providencia.

El culto debido

“Maldito el que tiene macho en su rebaño, pero promete un voto, y sacrifica al SEÑOR una res defectuosa, que YO SOY el Gran REY del Universo, dice YAHVEH; y mi Nombre es respetado entre las naciones” (Cf. Mlq 1,14). El libro del Levítico establece que la ofrenda sacrificial para el cumplimiento de un voto, tiene que ser un animal sin defecto alguno, de lo contrario el voto queda incumplido (Cf. Lv 22,20). Los sacerdotes son reprobados severamente por aceptar animales defectuosos para las ofrendas del cumplimiento de un voto. Este régimen de culto a nosotros nos resulta extraño y lejano, pero nos queda el relato y el testimonio de los hechos para hacer una valoración espiritual desde la perspectiva cristiana. DIOS se merece lo mejor de lo que somos y tenemos, pues ÉL además de darnos gratuitamente la vida, tiene como objetivo darse a SÍ mismo a cada uno de sus hijos; y lo realizará plenamente en su HIJO JESUCRISTO. La bendición del Nuevo Testamento es una nueva presencia de DIOS en el corazón de los hombres. Para alcanzar la meta anterior fue necesario realizar un camino que llevó a cabo el Pueblo de Israel con todos sus aciertos y errores; pero ese fue el Pueblo del MESÍAS, el CORDERO sin defecto ni mancha (Cf. Hb 9,14; 1Pe 1,18-19). Ahora los sacerdotes pueden ofrecer a DIOS una ofrenda, una víctima perfecta, porque DIOS mismo la ha preparado.

Aviso a los sacerdotes

Cuando los israelitas llegan a la tierra de sus padres después del exilio, lo que se encuentran es ruina y desolación. Hay que empezar a reconstruir sobre las piedras derruidas en su día por el invasor. Israel sigue siendo en aquellos momentos una teocracia, y los sacerdotes son figuras que ejercen un liderazgo religioso, en primer término, y social. A ellos, el profeta pide responsabilidades en el Nombre de YAHVEH: “Ahora, a vosotros esta orden, sacerdotes. Si no escucháis, ni tomáis en consideración dar gloria a mi Nombre, dice YAHVEH Sebaot, YO lanzaré sobre vosotros la maldición, y maldeciré vuestra bendición y hasta la he maldecido ya, porque ninguno de vosotros toma nada a pecho -en serio o de corazón-“ (Mlq 5,7-2) La superficialidad, o lo que es posible la frivolidad, pueden ser males que arruinen la actividad espiritual que los sacerdotes llevan a cabo como intermediarios ante DIOS por el Pueblo. Al ídolo se le intenta manejar y controlar, pero DIOS sólo admite un trato que entre dentro de la esfera de su santidad. DIOS provee a cada uno de sus hijos y no exige otro sacrificio que el agradecimiento, la adoración y la alabanza. El verdadero DIOS quiere una fraternidad basada en su Amor con todos los hombres, empezando por los más próximos, pues la solidaridad y compasión con los alejados es un acto de caridad, que se queda en las palabras. Esta advertencia del SEÑOR está cargada de severidad y firmeza: “YO maldigo vuestra bendición”, pues, viene a decir, lo que hacéis es con doblez de corazón, no buscáis mi Gloria, sino la vuestra, y no hay limpieza de corazón en vosotros. El sacerdote que invierte el sentido de las cosas de DIOS se convierte en una maldición para el Pueblo, pues ni sirve a la Gloria de DIOS, ni al bien espiritual de los que le son encomendados. La Iglesia Católica en su prudencia y sabiduría, dispone que los sacerdotes que son intermediarios de las cosas sagradas a favor  del Pueblo, actúen siempre en la misma intencionalidad de la Iglesia, y de esta forma queda salvaguardada en gran medida la acción de la Gracia sobre el Pueblo.

Competencia en la enseñanza

“Los labios del sacerdote guardan la ciencia porque él es el Mensajero de YAHVEH Sabaot” (Cf. Mlq 2,7). Los sacerdotes que eran conocedores de la Escritura tenían una función docente, trasmitiendo y enseñando la Revelación. Se espera de la clase sacerdotal una doctrina fiel y segura, que aporte sólidos fundamentos a la vida espiritual y moral. El mismo esfuerzo de comprender y leer las Escrituras favorecía la alfabetización del Pueblo, que a partir de los tiempos del exilio se reunía en las sinagogas para escuchar y meditar las Escrituras, y realizar las oraciones comunitarias.

La mala enseñanza

“Pero vosotros os habéis extraviado del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la Ley, habéis corrompido la alianza de Levi, dice YAHVEH Sabaot” (Cf. Mlq 8,8). La mala enseñanza o la tergiversación de los mandatos bíblicos inducen a las malas prácticas, y provocan la desorientación de los buenos israelitas. El fiel, el hombre piadoso se fía de los representantes que el SEÑOR tiene para guiar a su Pueblo; pero la ruptura de esa confianza por incompetencia deja a los fieles sin asideros para continuar. Es cierto que vivimos en grupos más o menos amplios en los que todos somos corresponsables, pero existe diversidad de ministerios por los que la comunidad debe estar atendida. La enseñanza fiel y segura es uno de los cuatro pilares que sostienen la vida cristiana desde sus inicios (Cf. Hch 2,42); y la religiosidad antigua se constituyó en la Palabra como fundamento. El ESPÍRITU SANTO que reveló la Palabra, es el mismo que ha de venir al doctor, al maestro o al profeta para desvelarla y darla a conocer y ponerla por obra.

Acepción de personas

“YO mismo os he hecho viles y despreciables ante todo el Pueblo, de la misma manera que vosotros no guardáis mis caminos y hacéis acepción de personas en la Ley” (Cf. Mlq 2,9). Dos grandes peligros: alterar el precepto según convenga al momento social que se está viviendo, o cambiar el sentido de lo revelado según sea el interlocutor por su importancia social. El que enseña la Palabra de DIOS tendrá que procurar mantenerse libre de compromisos particulares, pues la fidelidad a la Palabra no se lo permite. La instrumentalización de la Palabra según el rédito personal que se vaya a obtener es una traición al Mensaje y en definitiva al mismo DIOS. No siempre la Palabra ofrece un criterio unívoco y es susceptible de posponer una valoración para no errar en la propuesta o valoración. JESÚS llamó la atención a los fariseos por su acepción de personas y la reinterpretación retorcida de la Palabra cuando se trataba de confiscar para el Templo los bienes que podrían ser necesarios a los padres ancianos (Cf. Mc 7,11). Una valoración especial muestra la Escritura cuando de administrar justicia se trata, pues se reconoce la facilidad con la que se corrompe el propio juez, porque se es favorable al rico y poderoso, y sin embargo aparece la parcialidad con el pobre desasistido, al que nadie defiende. A los sacerdotes, o levitas, que puedan ejercer la administración de justicia, DIOS los advierte de ponerse de parte del pobre y desvalido.

Un mismo PADRE

Para el Antiguo Testamento DIOS es PADRE por ser el Creador, pero todavía no está presente la conciencia o visión trinitaria proveniente de la revelación dada por JESUCRISTO. No obstante el fiel devoto israelita percibe la Divina Providencia, por la que DIOS no permanece distante del hombre, sino que está cercano como un padre lo procura hacia sus hijos. “¿No tenemos todos nosotros un mismo PADRE? ¿No nos ha creado el mismo DIOS? ¿Por  qué nos traicionamos los unos a los otros, profanando la Alianza de nuestros padres?” (Cf. Mlq 2,10). El Creador de todo es DIOS, y no se muestra como el relojero que pone en marcha su máquina y se desentiende mientras dure la cuerda que le permite marcar las horas. DIOS en su Creación tiene una predilección entre todas las criaturas: el hombre. El rango del hombre en la Biblia no permite considerarlo como un animal entre otros, que ha evolucionado de forma especial. Ningún ser creado ha recibido la prerrogativa específica de estar dotado de la “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26-27). El resto de seres vivos recibieron el mandato de procrear, pero en ningún caso de dominar el ámbito creado con un poder personal (Cf. Gen 1,20-24). Ningún ser creado posee las características para establecer una relación personal con sus semejantes, y de forma especial con DIOS mismo. El hombre es una excepción dentro de todo el conjunto de la Creación realizada por DIOS, y al mismo tiempo es la cumbre de la misma, pues establece la síntesis de lo creado en el universo material y espiritual. Los Ángeles influyen en la materia por la colaboración con las leyes establecidas por el CREADOR para regularla, pero no tiene una condición material constitutiva como es el caso del hombre. DIOS pacta con los hombres de forma distinta de la relación mantenida con los Ángeles, y los pactos establecidos con nosotros también repercuten en el Universo Angélico: “se establece la Paz entre los Ángeles y los hombres por la sangre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (Cf. Col 1,20). Los cielos se modifican como consecuencia de la Redención.

Nuevas enseñanzas

El capítulo veintidós de san Mateo cierra la polémica de la procedencia de la autoridad con la que JESÚS actúa en el Templo, expulsando a los vendedores (Cf. Mt 21,12), cuya jurisdicción pertenece a la clase sacerdotal. JESÚS revelándose como el MESÍAS no iba a socavar el papel de aquellas autoridades religiosas, porque su sacerdocio estaba muy por encima del sacerdocio de Aarón, de los levitas y el de los saduceos en aquel momento. La carta a los Hebreos lo aclara con precisión: “TÚ eres Sacerdote Eterno según el rito de Melquisedec” (Cf.  Hb 5,6), como lo había profetizado el salmista (Cf. Slm 109,4). La clase sacerdotal se podría haber transformado, aceptando a JESÚS como el MESÍAS profetizado y esperado por el Pueblo elegido; sin embargo en momento alguno dieron oportunidad a JESÚS para realizar con ellos una renovación de los ritos y prácticas religiosas. El culto al único DIOS, la moral establecida en su núcleo fundamental y la espiritualidad contenida en las Escrituras, serían respetadas por el Evangelio de JESÚS: “no he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles cumplimiento” (Cf Mt 5,17). Las autoridades religiosas, no sólo manifestaron una desafección hacia JESÚS y su mensaje, sino que se dispusieron desde el primer instante en una oposición frontal. La decisión de eliminar a JESÚS crecía con el paso de los días, y el cerco se estaba estrechando.    

Enseñanza para todos

“JESÚS se dirigió a la gente y a sus discípulos, y les dijo: en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos” (Cf. Mt 23,1-2). JESÚS no viene a desplazar a los que ostentaban los títulos de maestros y doctores de la Ley y de la Escritura en su conjunto. JESÚS estaba impartiendo una enseñanza nueva pero con unas posibilidades de ser asumida por los garantes de la religiosidad del Pueblo. JESÚS no viene a erradicar todo lo anterior, haciendo tabla rasa de lo enseñado hasta ese momento. Para comprender la nueva enseñanza dada por JESÚS había que discernir y descubrir quién era ÉL, sólo así se podía dar el paso a la Nueva Revelación. Por el momento, el Templo y el conjunto de las instituciones religiosas debían seguir manteniendo la Fe del Pueblo, que hundía sus raíces en la tradición de los padres. La cosa se complica cuando JESÚS establece alguna prevención sobre la incoherencia habida entre la doctrina que los responsables religiosos predican y enseñan, y su comportamiento que es visto públicamente y no concuerda con sus enseñanzas: ”haced todo lo que os digan, pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen” (v.3). La enseñanza religiosa tiene como objetivo la aplicación a la vida particular de las personas con el fin de cumplir la Voluntad Divina. Nuestra vida no se rige por los instintos que vienen dados, sino por las pautas sociales y religiosas que están perfectamente reconocidas y son objeto de discernimiento. Los animales no pueden aplicar una justicia distributiva, porque carecen de racionalidad para discernir lo que ha de darse, o pertenece, a cada uno de los miembros del grupo, de acuerdo con sus necesidades. Lo que DIOS manda, o establece en la Escritura como mandato o precepto, tiene que ser reconocido racionalmente, discernido y en ocasiones interpretado y aplicado al caso singular y concreto. Puede ser que la interpretación correcta de lo revelado no esté al alcance de todos, y algunas personas estén destinadas y dedicadas a la tarea inestimable de la interpretación y aplicación de la Escritura. Esas personas se ven interpeladas y comprometidas por los significados que van descubriendo de la Revelación y resulta un gran contrasentido, que la persona considerada adecuada para transmitir el significado de lo revelado no se aplique lo que ha descubierto para el comportamiento de todos. Un problema grave se establece, y JESÚS quiere salvaguardar la Fe de sus coetáneos aplicando ellos otro criterio de discernimiento: reconocida la doctrina fiable y verdadera se ha de priorizar frente a la conducta del que la ha ofrecido, pues esa misma doctrina lo juzgará a él. El propio maestro de la Ley o doctor estaría atentando en contra de su propia conciencia, y eso es siempre una cosa de mucha gravedad. Sabemos que aquellos que ostentan un ministerio de discernimiento son certeros en razón del grupo de fieles al que sirven; y DIOS los asiste por esta razón, pero después la misma iluminación que han recibido para otros no la aplican en su propia vida para su desgracia personal. La corrupción es mala siempre, pero en el orden espiritual de modo especial.

Cargas pesadas

“Atan cargas pesadas a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas” (v.4). El dirigente pervertido, tanto religioso como político, quiere gente sometida en grado creciente de esclavitud. La opresión suele producirse de forma gradual, y al oprimido se le hace creer en un primer momento, que es por su bien. Tanto la amenaza como la coacción son administradas por el opresor social o religioso en la medida que los crea oportunos para sus fines. Fuera de los regímenes teocráticos las sanciones religiosas no existen, aunque se incrementan las sociales para conseguir objetivos espúreos en muchas ocasiones. Tampoco surten efecto las amenazas de índole espiritual: el miedo al infierno o la condenación eterna. En tiempos de JESÚS los dirigentes religiosos tenían bastante poder, pues Roma contaba con ellos para contribuir al control social, y se podían permitir un grado de coacción notable con escaso margen para la protesta como evidencia la expulsión de los mercaderes del Templo por parte de JESÚS (Cf. Mt 21,12), que está en los prolegómenos del desenmascaramiento que ÉL hace de esa clase religiosa dirigente.

Vanagloria

“Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres. Se alargan las filacterias y ensanchan la orla del manto. Quieren los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas; que se les salude en las plazas y la gente los llame rabí” (v.5-7). Estos, que en un principio estaban llamados a ser hombres de DIOS y servir los bienes espirituales al Pueblo de la Alianza, se convierten en individuos cuya preocupación fundamental es crear la imagen de un personaje; y en este caso un personaje religioso, que en aquel momento tenía un prestigio social. Lo religioso servía para medrar en la carrera social, y conocidas las claves externas del sistema, era fácil utilizarlas en el beneficio propio. El personaje religioso tenía que dar señales de piedad con largas oraciones y conocimiento de la Escritura. Para crear esa imagen se recurría a saturar el manto de filacterias, que eran citas de las Escritura plasmadas en tiras de cuero. La orla del manto también servía para exponer más citas y se ensanchaba en lo posible. Las oraciones podían hacerse visibles en las esquinas de las calles, en las plazas y en los primeros asientos de las sinagogas. Todo ello había que completarlo con un respaldo social acorde con el rango perseguido, y en este caso convenía estar atento a los primeros puestos en los banquetes y celebraciones públicas. La imagen personal depende directamente del reconocimiento y aplauso social, por lo que el coro de aduladores debía estar bien dispuesto: ellos querían que por la calle los llamaran “rabí”. Eran los admiradores, los que de forma pública, en la calle, debían manifestar abiertamente su reconocimiento. Estos responsables religiosos esperaban de su personaje creado que les reportase todos los beneficios. Cuando el personaje sustituye a la persona se produce un gran desorden social y religioso.

A los discípulos

“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabí”, porque uno solo es vuestro MAESTRO y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie PADRE vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro PADRE, el del Cielo. Ni os dejéis llamar “jefes”, porque uno solo es vuestro jefe, el CRISTO” (v.8-11). Este capítulo se inicia con una enseñanza dirigida a los discípulos y a la gente en general; pero ahora se restringe a los discípulos, pues JESÚS va a centrar el origen y fuente de la enseñanza con autoridad en el mismo DIOS. El PADRE del Cielo es la fuente de toda paternidad. El MAESTRO que imparte la enseñanza es el ESPÍRITU SANTO, que unge -cristifica- a los que deben servir la Palabra. A CRISTO, el PADRE ha dado toda autoridad en el Cielo y en la tierra (Cf. Flp 2,9-11). El señorío sobre todo lo creado pertenece al HIJO, y toda autoridad constituida para ejercerla en este mundo viene de DIOS (Cf. Jn 19,11; Rm 13,1). El PADRE es la última instancia que tenemos los hijos de DIOS en el recorrido por esta vida, porque el PADRE está en el origen de todo. El discípulo tiene que saber algo sobre el ritmo trinitario en el que se mueve la vida en general y la suya de forma especial. El evangelio de san Mateo concluye con este fundamento trinitario que por ser esencial exige el perfil de las Bienaventuranzas en el corazón del discípulo, en contraposición con el corazón roto por la doblez de aquellos que vivían del prestigio mundano, aunque lo intentaran revestir de religiosidad.

La Gloria es de DIOS

“El mayor entre vosotros será vuestro servidor, pues el que se ensalce será humillado, y el que se humille será enaltecido” (v.11-12). JESÚS no quiere personajes, sino discípulos conscientes del valor del hombre como hijo de DIOS. JESÚS quiere discípulos que no gasten energías en competencias para relumbrar, pues alguna tentación habían manifestado en ese sentido (Cf. Mt 20,20ss). JESÚS no quiere discípulos, o seguidores, hipócritas cargados de dobleces. JESÚS está dispuesto a sanar espiritualmente a sus seguidores, para que no se comporten como personas frustradas, que buscan compensaciones en la supeditación de los otros. JESÚS vuelve a recordar a sus discípulos que DIOS resiste a los soberbios, a los orgullosos que miran por encima del hombro a sus semejantes. ¿De qué nos vamos a gloriar, si todo lo que tenemos lo hemos recibido por gracia? (Cf. Ef 2,8-9). JESÚS dirá: “gratis lo habéis recibido, dadlo gratis” (Cf. Mt 10,8).

San Pablo, primera carta a los Tesalonicenses 2,7b-9.13

La  Expansión del Evangelio hace presente el Reino de DIOS, por lo que tiene que hacerse un espacio en medio del mundo, y no es cosa fácil. San Pablo recuerda a los hermanos de Tesalónica: “después de predicar en Filipos tuvimos la valentía de predicaros a vosotros entre frecuentes luchas” (v.2). San Pablo vive la evangelización como una ocasión para la Gracia en medio de una situación de riesgo personal, que puede llevar a la cárcel, a la expulsión de un lugar, al maltrato o al insulto. En la segunda carta a los de Corinto señala algunas de las agresiones sufridas en la evangelización (Cf. 2Cor 11,23); y a su discípulo Timoteo lo anima a tomar parte en los duros trabajos del Evangelio (Cf. 2Tm 1,8). Cuando la sociedad se mundaniza, el Evangelio se aprecia como la “sal de la tierra; o una luz” incómoda para los ojos sensibles de algunos (Cf. Mt 5,13-16). De cualquier forma el Evangelio es una Palabra de Paz, que favorece la buena salud del cuerpo y especialmente del alma. Fue en esa línea cómo la recibieron los hermanos de Tesalónica. Pablo sigue diciendo: “en nuestra predicación no pretendimos agradar a los hombres, sino a DIOS” (v.4). El evangelizador tiene que conocer el lenguaje en el que se mueve la sociedad y las categorías de pensamiento, pero debe examinar con rigor cada una de las dos vertientes para no mundanizar el Evangelio y su predicación; y por eso dice el Apóstol: “nunca nos presentamos ante vosotros con palabras aduladoras” (v.5). La tentación a “caer bien” es muy humana, pues todos necesitamos un cierto grado de aprobación o reconocimiento, pero no se debe adquirir con la falsa moneda de la devaluación del Mensaje. La tranquilidad de conciencia debe proceder de la acción del ESPÍRITU SANTO que renueva al creyente, pero nunca se caerá en la insensibilidad de la conciencia por adulterar el propio Mensaje.

Caridad y Mensaje

”Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser Apóstoles de CRISTO; nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos” (v.7). San Pablo y sus compañeros pudieron proceder de esa forma ideal, porque los de Tesalónica recibieron desde el principio aquella predicación “no como palabra humana, sino como es en verdad: como Palabra de DIOS” (v.13). Por otra parte, las formas también en la evangelización pueden ser determinantes. Una gran verdad expuesta con un rigor innecesario hace fracasar la predicación, que es rechazada. No es fácil para el predicador tomar con precisión el estado espiritual del auditorio que tiene delante, pero tiene una importancia capital para hacer fructífera la predicación, exhortación o enseñanza. Una palabra amable, ungida por la caridad puede sanar corazones y abrir puertas interiores. Esas palabras pueden ser el bálsamo que el abatido puede estar esperando. La vida es dura por sí misma y nadie debe incrementar esa dureza innecesariamente. La fortaleza interior surge de la confianza en el Amor de DIOS, que llega también por medio del predicador que anuncia el Mensaje: “queríamos daros no sólo el Evangelio, sino a nuestros propio ser, pues os habíais hecho muy queridos” (v.8). A lo largo de su vida apostólica, san Pablo fue creando una amplia red de amigos y hermanos en el SEÑOR. La amistad sincera formó parte de los elementos constitutivos de la evangelización y de la formación de las comunidades. Forzosamente nadie tiene que ser amigo de otra persona, pero no habrá comunidad, si no se dan grupos de personas que se profesen una verdadera amistad en CRISTO.

Manutención del Apóstol

”Recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, trabajando día y noche para no seros gravosos a ninguno de vosotros os proclamamos el Evangelio de DIOS” (v.9). El Evangelio no fue en momento alguno medio para medrar por parte del Apóstol; y quiso en todo momento eliminar cualquier duda en ese sentido. No les traía el Evangelio por interés material alguno, sino por su bien personal y espiritual. Cuando la religión ha quedado establecida han surgido otras formas de contribuir o participar en la marcha de la evangelización, pero sigue dándose allí donde es necesario la adquisición de recursos por el propio trabajo profesional para no poner en duda la gratuidad de la evangelización. Ahora bien, en las sociedades organizadas donde el Cristianismo o el Catolicismo ya tiene una implantación, los bautizados tenemos la obligación de contribuir al sostenimiento de las parroquias y de lo que contribuye a la evangelización, que es el primer servicio de la Iglesia a la sociedad.

Palabra operante

“Por nuestra parte, no dejamos de dar gracias a DIOS, porque al recibir la Palabra de DIOS que os predicamos la acogisteis no como palabra de hombre, sino como es en verdad como Palabra de DIOS, que permanece operante en vosotros los creyentes” (v.13). Los cristianos de Tesalónica se muestran como la tierra buena y fecunda, que acoge la semilla de la Palabra y germina con todo su vigor y se hace una planta fuerte, que da fruto abundante (Cf. Mt 13,19ss). La Palabra que está en la Biblia no es una palabra humana, aunque la Revelación haya contado con las características personales de cada uno de los autores sagrados: no es igual el libro de Jeremías, que el del profeta Amós; no es lo mismo el libro de la Sabiduría que lo escrito por el autor sagrado del Eclesiástico; y así podríamos comentar el resto de libros sagrados. La palabra del Apóstol tenía sus características pero los hermanos de Tesalónica percibían la unción del ESPÍRITU SANTO, y vivieron entre ellos la presencia misma del RESUCITADO.

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