La montaña

Sofonías 2,3;3,12-13 | Salmo 145 | 1Corintios 1,26-31 | Mateo 5,1-12a

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El monte o la montaña se convierte repetidas veces en ámbito de revelación para la Biblia. Fue el monte Moria en el caso de Abraham (Cf. Gen 22,2). En este monte sagrado, Abraham por su perfecta obediencia a DIOS recibe la confirmación definitiva de la promesa renovada en diversas  ocasiones: “ahora se –dice el Ángel- que eres temeroso de DIOS. Juro por mi mismo –dijo el Ángel- que por haber hecho esto, por no haberme negado tu único hijo te colmaré de bendiciones y acrecentaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas de la playa. Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra en pago de haber obedecido tú mi voz” (Cf. Gen 22,12-18). Las opiniones sobre la ubicación del monte Moria varían y se reparten entre el monte de los Olivos, el monte del Templo y el Gólgota. La promesa realizada a Abraham fue una promesa netamente mesiánica y la montaña es el escenario que sirve de metáfora a la Divina Revelación. Todo un símbolo sobre el modo que DIOS tiene para preservar la vida lo constituye el arca de Noé varado en los montes de Ararat después de haber pasado el diluvio (Cf. Gen 8,4). En lo alto del monte Ararat el arca de Noé aparece como un emblema profético de lo que DIOS piensa realizar en el futuro. Para sellar aquel pacto, DIOS dispuso el arco iris que puede ser visto por todos. Israel crecerá en país extranjero, Egipto, durante cuatrocientos años y después DIOS lo liberará de una injusta opresión que los esclavizaba. De forma providencial el pequeño Pueblo israelita fue rescatado y conducido por Moisés hacia la Tierra Prometida, pero antes el Pueblo debía aprender algunas lecciones y afirmarse en la identidad de Pueblo de YAHVEH. De nuevo la revelación de DIOS viene al profeta en lo alto de la montaña.

El Monte Sinaí

Antes que el Pueblo elegido llegue al monte Sinaí se había convertido en lugar de revelación para Moisés el guía y profeta que iría delante hasta llegar a la Tierra Prometida. Moisés tiene un encuentro personal con DIOS en la montaña sagrada. El contacto con DIOS lo transforma y cambia de ocupación: ya no conducirá y guardará ovejas, sino que guiará al Pueblo elegido y lo protegerá; dejará de vivir exiliado en el desierto para volver a encontrarse con el Faraón; servirá de puente entre la expresa voluntad de YAHVEH y el Faraón que se encierra en la negativa de escuchar la voluntad de DIOS a través de Moisés y Aarón. El signo visible en lo alto de la montaña sagrada es la zarza que arde y no quema (Cf. Ix 3,1ss). El fuego y la voz que salen de la zarza crean un espacio sagrado, en el que Moisés vive su profunda transformación. A este mismo monte volverá Moisés con el Pueblo elegido que vivirá grandes experiencias religiosas, y permanecerán para siempre en su memoria. Las pautas espirituales no han variado: para percatarnos de DIOS debemos apartarnos algo de las cosas y los ruidos. DIOS está en un plano interior y algo más elevado que lo inmediato. También debemos subir un tramo en el que haya lugar para el recogimiento. Las imágenes del capítulo diecinueve y veinte del Éxodo son poderosas y merecen atención. Tres grandes revelaciones realiza YAHVEH desde la montaña sagrada: el Decálogo, la legislación del Pacto de la Alianza; la distribución de la Tienda del Encuentro y el Arca.

Espacio sagrado

La mentalidad del hombre moderno viene rompiendo las fronteras entre el espacio profano y el ámbito sagrado ocasionando gran perjuicio. Existe un secularismo promovido por el hombre religioso con unas consecuencias más graves aún, porque se produce un falso efecto: hacer profano lo sagrado, al considerar que cualquier ámbito de realidad tiene la misma capacidad para la manifestación de DIOS. JESÚS no había anulado el Templo como lugar específico de oración cuando le dijo a la samaritana: “los adoradores que el PADRE quiere son aquellos que adoran en espíritu -en el ESPÍRITU SANTO- y en verdad” (Cf. Jn 4,23). JESÚS, en el evangelio de san Juan, había echado a los vendedores del Templo, porque la “Casa de su PADRE era casa de oración” (Cf. Jn 2,16-17). Cualquier religión y los católicos también disponemos de espacios sagrados bien definidos, en los que reina la Presencia Eucarística y el silencio exterior para favorecer el silencio interior y la oración. Las mociones del ESPÍRITU SANTO en el corazón del creyente exigen silencio ambiental y recogimiento personal. A DIOS no se le percibe en el ruido de la vida cotidiana, y basta en esos momentos saber que estamos y caminamos en su indeclinable presencia. Los israelitas en el desierto tenían que aprender varias lecciones: reconocer que YAHVEH era mucho más poderoso que todos los dioses de Egipto, pues esos ídolos eran vacío y apariencia. También era necesario revalidar la acreditación de Moisés ante los ojos del Pueblo, pues todas las disposiciones posteriores YAHVEH las daría a través de su profeta. Notamos un progreso en el crecimiento espiritual del propio Moisés. Para entrevistarse con el Faraón, Moisés tenía alguna dificultad, que fue subsanada por la intervención de su hermano Aarón; pero a partir del Sinaí, Moisés cobrará toda la importancia como mediador entre YAHVEH y el Pueblo. El espacio sagrado se convierte por tanto en el ámbito de la consagración, por el que el individuo pasa a ser exclusiva pertenencia de DIOS. El espacio original paradisíaco permanecía en la inocencia y ausente de la semilla del mal; pero el espacio resultante después del pecado ya no conserva esa dignidad. El espacio sagrado es un nuevo intento de recuperar un ámbito libre del Malo y de los malos, donde reine solo los frutos de la acción de DIOS. Algo se logra en el sentido anterior cuando asistimos a la Santa Misa o entramos en un templo para adorar al SEÑOR en su Presencia Eucarística. En ese espacio sagrado el pecador -que somos todos- es paternalmente acogido y perdonado cuando muestra su corazón arrepentido.

YAHVEH habló desde el Monte Sinaí

El DIOS de Israel no habita en templos y todo el orbe es su casa. Nada de lo creado puede prestar tan siquiera una aproximación a la realidad misma de YAHVEH, y se prohíbe drásticamente cualquier representación a partir de criatura alguna (Cf. Ex 20,3-6). DIOS habla desde el Monte Santo y su trascendencia queda significada, al mismo tiempo que eleva de plano al hombre que ha de ascender y dirigirse hacia ÉL: “Moisés subió hacia DIOS. YAHVEH lo llamó desde el Monte y le dijo así: con alas de águila os he traído a MÍ; si guardáis mi Alianza vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos. Seréis para MÍ un Pueblo de sacerdotes y una Nación Santa” (Cf.  Ex 19, 3-6). DIOS acaba de hablar al Pueblo y le da una revelación de elección y santidad, haciendo ostensible su trascendencia. Entre DIOS y el Pueblo, Moisés como intermediario acreditado, que recoge la respuesta del Pueblo y la presenta ante el SEÑOR: Moisés llevó a YAHVEH la respuesta del Pueblo” (Cf. Ex 19,8). Todavía una señal más, que resalta el Poder de YAHVEH. Se habían multiplicado los signos de poder en Egipto para la liberación de la esclavitud, pero la memoria individual es muy frágil. Una y otra vez, DIOS derrocha condescendencia con la torpeza de nuestra condición humana, y en este caso no ahorra los signos que dan prueba de su Poder, y muestra que tiene capacidad para proteger al Pueblo y conducirlo con éxito por el desierto hasta la entrada en la Tierra Prometida. DIOS utiliza con su Pueblo una pedagogía similar a la que practica un padre con su hijo pequeño. El niño es muy sensible a la seguridad y protección paterna y materna: la madre inspira ternura, básicamente, al niño; y el padre le da seguridad, porque su padre es muy fuerte. Al mismo tiempo que DIOS se manifiesta con Poder, ÉL es Santo, y Moisés recibe las indicaciones precisas para que el Pueblo respete en todo momento las exigencias del espacio sagrado, en el que DIOS se va a manifestar: “baja y conjura al Pueblo que no traspase las lindes” (Cf. Ex 19,21). Aún los sacerdotes que se acerquen deben santificarse, para que YAHVEH no irrumpa contra ellos “(Cf. Ex 19,22). Todo el capítulo diecinueve del Éxodo, que relata las condiciones para la manifestación de DIOS está en función de la promulgación de las Diez Palabras o Decálogo. Lo que DIOS va a decir tiene la categoría de una máxima revelación, y debe ser atendida en toda su importancia. Cuando las Palabras del Decálogo quedan ensombrecidas los hombres tenemos un problema muy grave. Al fin y al cabo, las Diez Palabras ofrecen la pauta básica para el comportamiento individual con respecto a DIOS y al prójimo. El hombre prudente y sabio reza con el salmista: “más estimo yo los preceptos de tu boca, que miles de monedas de oro y plata”  (Cf. Slm 119,72). Las Diez Palabras son santas, y vienen dadas por DIOS de distintas formas al corazón del hombre en cualquier época de la historia, pero de manera especial resonaron con dimensiones cósmicas y universales en el Monte Sinaí. El Yavismo las recogió por medio de Moisés y las ha legado a todas las generaciones.

Aim Karim, en la montaña de Judá

Un largo camino para aquellos tiempos separaba a Nazaret de Aim Karim: aproximadamente ciento cincuenta kilómetros. Ese fue el espacio que la VIRGEN MARÍA cubrió después de la Encarnación y se enteró por el Ángel que su prima Isabel estaba embarazada, siendo ya anciana. Se insiste mucho en la dimensión servicial de la VIRGEN MARÍA socorriendo a su pariente bien entrada en años; pero debemos traer al primer plano el papel de Juan Bautista como Precursor del MESÍAS, al que debía llegar la acción santificante del ESPÍRITU SANTO, para que se cumpliese con precisión lo previsto por DIOS. Debía ser muy importante ayudar a Isabel con las labores cotidianas de carácter doméstico, pero la obra de calado estaba en la unción del Bautista en el seno de su madre como lo había anunciado el Ángel a su padre, Zacarías (Cf. Lc 1,15). Juan Bautista tenía que crecer en el seno de su madre con un incremento de la Gracia en orden a su futura misión. Juan Bautista sería testigo acreditado del MESÍAS, si  el ESPÍRITU SANTO lo hacía testigo, pues al MESÍAS no se lo iba a descubrir con los ojos de la carne, sino con la acción reveladora del ESPÍRITU SANTO: “nadie puede decir que JESÚS es el SEÑOR, si no es movido por el ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3). Algunos dirán que ese hecho estaba reservado para después de la Resurrección, pero no es menos cierto que el ESPÍRITU SANTO que vendrá ya estaba actuando en medio de los hombres y en los discípulos de JESÚS de algún modo: ”el ESPÍRITU SANTO vendrá, pues el mundo no lo conoce; pero vosotros ya lo conocéis, porque está con vosotros” (Cf. Jn 14,17). Con anticipación a la Pascua, el ESPÍRITU SANTO fue preparando los corazones de todos aquellos que habrían de intervenir de forma directa en la obra de la Redención. Por unos meses no hubo lugar más santo en todo el orbe que Aim Karim, pues allí estaba la LLENA DE GRACIA que llevaba en su seno al VERBO de DIOS. Sin truenos, relámpagos o sonido de trompetas, Aim Karim superaba sin medida a cualquier otro lugar de Revelación Divina reconocido hasta entonces.

El profeta Sofonías

Sofonías es considerado uno de los profetas menores, concretamente el noveno, y parece ser miembro de la clase sacerdotal, probablemente en tiempos del rey Josías finalizando el siglo séptimo antes de nuestra era. La profecía de Sofonías está contenida en tres capítulos, que resaltan la divina intervención en el Día de YAHVEH. La Justicia Divina pasa a un primer plano en todo el libro hasta los versículos finales, en  los que YAHVEH interviene como REDENTOR y restaura a su Pueblo. En este punto comienza la primera lectura de este domingo para introducir el tiempo de Gracia que el MESÍAS trae a los hombres. El Evangelio es la Buena Noticia que DIOS tiene reservada para los hombres desde el principio. La historia del mundo y de la humanidad en particular cobran pleno sentido, porque DIOS reconoce a todos y cada uno de sus hijos. Nosotros vivimos en plenos tiempos mesiánicos y la Gracia de DIOS sigue actuando en este mundo. No es posible que esto suceda sin los ajustes precisos: quien se promete una vida o historia sin contratiempos, se equivoca; lo mismo que una actuación implacable por parte de DIOS queda fuera de la torpeza y limitaciones humanas, al tiempo que nunca puede desligarse de la Divina Misericordia. El pecado del hombre pesa mucho pero la aplicación de la Justicia Divina no supera la acción de su Divina Misericordia, que sopesa las carencias y limitaciones humanas. Si las cosas fueran de otro modo, hace tiempo que habríamos dejado de existir en este planeta. La profecía de Sofonías concluye con la victoria de DIOS sobre los pecados de los hombres y la desgracia de las naciones.

El resto de Israel

A lo largo de los siglos el SEÑOR mantuvo su tienda entre los hombres, porque fue preservado un resto: el número suficiente de fieles que mantuvieron los compromisos del Pacto. “YO dejaré en medio de ti un Pueblo humilde y pobre, y en el Nombre de YAHVEH se cobijarán. El resto de Israel no cometerá más injusticias, no dirá mentiras y no más se encontrará lengua embustera se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe” (Cf. Sf 3,12-13). La pobreza obliga al desprendimiento y dispone de mejor manera a la confianza en DIOS. El rico cuenta con medios para evitar cualquier pensamiento referente a la confianza en la Divina Providencia. Las riquezas aturden los ánimos por exceso de comodidad. El hombre tiene que gastar diariamente sus energías en la construcción de su existencia, y de no hacerlo se dispone a la atrofia de sus capacidades. Vemos que la espiritualidad correcta ya en el Antiguo Testamento tiene que orientarse hacia la pobreza para caminar ligero de equipaje. El pobre busca “la bendición de YAHVEH”, el rico en cambio se apoya en su riqueza, que en realidad no añade un milímetro a la dignidad de su vida. Los que ponen en DIOS su confianza, fácilmente establecen lazos de fraternidad y ayuda mutua. Los ricos se asocian para llevar adelante sus negocios; los pobres se ayudan en su misma necesidad, haciendo que sea más llevadera. El profeta Sofonías en pocas palabras describe “un resto” que roza la perfección: “el resto de Israel no cometerá injusticias y no dirá mentiras”. Sólo DIOS puede actuar con verdadera Justicia; y el dominio de la lengua es de personas perfectas: “el que domina su lengua es hombre perfecto” (Cf. St 3,2). Si “el padre de la mentira” (Cf. Jn 8,44) no encuentra lugar entre los hombres, entonces la humanidad ha conseguido el objetivo primigenio de DIOS: restaurar el Paraíso en este mundo. Sofonías adelanta lo que será el Reino de DIOS en este mundo: “no más se encontrarán entre los hombres lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe”. El alimento es un don especial de DIOS para salir adelante en esta vida, superando la mera supervivencia. El apacible reposo que sigue al alimento procurado es el signo externo del nuevo estado de vida que tiene como garante a DIOS mismo. Después del Día de YAHVEH, en el que se aplicará con Poder una justa acción de DIOS, vendrá el tiempo de la paz y la consolación por parte del mismo DIOS; y, entonces, nadie perturbará el buen vivir del hombre en este mundo. De otras formas distintas, los profetas lanzaron esta mirada hacia el futuro, que se cumplió en la predicación del Reino por parte de JESUCRISTO. El campo de pruebas inicial estuvo en la Baja Galilea, y aquellas tierras soñaron por un momento al ver en todo su esplendor la manifestación del HIJO de DIOS: Satanás era vencido y erradicado, se vivía una salud física y espiritual nuevas, y los corazones sentían la proximidad de DIOS como nunca habían imaginado. Por unas semanas o meses aquella región se convirtió en otro mundo. Se hablaba de lo que JESÚS había predicado y de las curaciones realizadas. Los propios interesados sentían que la Gracia los había tocado enteramente, que eran los mismos, pero mucho mejores. DIOS había pasado por su vida con Poder. La vida presente había cambiado de forma inimaginable, y la cosa no terminaba ahí, pues JESÚS les prometía una Vida Eterna infinitamente mejor con respecto a la presente, todavía marcada por el dolor y el sufrimiento.

YAHVEH se alegra por su Pueblo

“YAHVEH está en medio de ti, un poderoso SALVADOR. ÉL exulta de gozo por ti, te renueva por su AMOR, danza por ti con gritos de júbilo“ (Cf. Sf 3,17). Pocos versículos en toda la Biblia expresan como éste la alegría de DIOS por su Pueblo. El DIOS de la filosofía ni se alegra o entristece; ni busca a sus hijos salidos de sus manos o los reprende. Al DIOS de la filosofía no se le reza, adora o alaba; tampoco se le ama o muestra piedad filial, y tan sólo es objeto de razonamiento en el mejor de los casos. El DIOS de la Biblia está en medio del Pueblo porque ÉL lo ha elegido, no como los ídolos que son fabricados por los hombres con la intención de manejarlos y ponerlos al propio servicio. Se entiende que el ídolo es caprichoso y exigente, y no se sabe bien cómo contentarlo, de ahí que se le tribute un culto aberrante en la mayor parte de las ocasiones. El hombre crea el ídolo, y éste termina destruyendo al hombre degradándolo  progresivamente. El ídolo no es nada, pero lo que está detrás del ídolo es letal para el hombre. DIOS está en medio del Pueblo que celebra su Nombre. La alegría del Pueblo viene de su DIOS a quien reconoce como SALVADOR. Las palabras de Sofonías son mesiánicas y requieren de la presencia del ESPÍRITU SANTO con una poderosa efusión en medio de los suyos: “ÉL te renueva con su AMOR”. El Pueblo es renovado incesantemente en el AMOR de DIOS que es el ESPÍRITU SANTO. El día que el ESPÍRITU SANTO planta su presencia entre nosotros nace la Iglesia con un caudal incesante de gracias para los hombres. Al hombre se le da la oportunidad de experimentar el júbilo, que es la alegría procedente de DIOS y llega al corazón humano. El júbilo santo no tiene otro origen que el Don de DIOS. Con el júbilo santo que procede de DIOS los creyentes nos acercamos tangiblemente a la esfera de los bienaventurados, para los que esta alegría rebasa cualquier cálculo propio de este mundo. Pero algo nos llega cuando la unción del ESPÍRITU SANTO se vuelve óleo de alegría para el creyente.

Mirando a Galilea

El capítulo cinco, que se inicia con las bienaventuranzas, se dispone en continuidad con los últimos versículos del capítulo cuatro, donde queda constancia de la fama que va suscitándose en torno a JESÚS y la afluencia de gentes venidas de las regiones mas alejadas. Esa fama era el resultado de los efectos derivados de la evangelización: “recorría JESÚS toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del Pueblo. Su fama llegó a toda Siria y le trajeron a todos los que se encontraban mal, endemoniados, lunáticos y paralíticos y los curaba” (Cf. Mt 4,23-24). Además de los venidos de la zona de Siria, san Mateo señala a los de la Decápolis que se consideraba una región pagana, y los que acudían de Judea y Jerusalén (Cf. Mt 4,25). Mateo inicia el capítulo cinco con una gran multitud de personas, que son contempladas por JESÚS, y provienen de los lugares señalados, y por tanto abren el abanico de receptores del Evangelio a los judíos y a los gentiles. El Sermón de la Montaña, que se inicia con las Bienaventuranzas está destinado a todas las gentes, aunque en algunas partes de su exposición dé la impresión que se dirige de modo preferente a los judíos. Es el caso de la reinterpretación de la Ley: “habéis oído que se dijo a los antiguos, pero YO os digo…” (Cf. Mt 5,21). Incluso esta parte tiene una pretensión universal, pues JESÚS viene a dar la plenitud a la Ley (Cf. Mt 5,17); y eso rompe también las fronteras religiosas del Judaísmo. En el Sermón de la Montaña, JESÚS se revela como alguien muy superior a Moisés, y esta circunstancia define a la persona y Mensaje de JESÚS. En el Sermón de la Montaña, JESÚS manifiesta una autoridad moral y espiritual que está por encima de la enseñanza de cualquier rabino o maestro de la Ley.

Nuevo Monte Santo

“Viendo la multitud subió al Monte, se sentó y sus discípulos se acercaron. Tomando la Palabra, les enseñaba diciendo…” (Cf. Mt 5,1-2). La Palabra de DIOS llega a los hombres desde la máxima altura y profundidad del VERBO. JESÚS de Nazaret es la autoridad máxima para dar a los hombres una revelación en el Nombre de DIOS. Ya en la Montaña, JESÚS se sentó para impartir su enseñanza: ÉL tiene el magisterio supremo que da sentido y perfección a toda la Antigua Ley y los Profetas. Algo diferente comienzan a intuir los cuatro discípulos iniciales que inauguraron el grupo apostólico y se acercaron para escuchar al MAESTRO. La nueva doctrina del Sermón de la Montaña es para todos, pero los discípulos deben recibirla en primer lugar, pues ellos a su vez serán quienes extiendan el Mensaje por el mundo entero.

Pobres de espíritu

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (v.3). Las bienaventuranzas se reciben como Don y Gracia, pero al mismo tiempo deben ser fomentadas por la colaboración personal. El pobre de espíritu es aquel que sustituye su voluntad por la Voluntad de DIOS. El pobre es el que se deshereda del mundo y dispone que sólo DIOS sea su heredad. Entendemos, pues, que la pobreza de espíritu es un camino que concluye cuando dejamos este mundo. Abundan las citas en las que aparece manifiesta la pobreza de JESÚS: “mi alimento es hacer la Voluntad de mi PADRE” (Cf. Jn 4,34 ); o “las zorras tienen cuevas y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Cf. Lc 9,58).

Mansedumbre

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra” (v.4) La pobreza espiritual, que el hombre frágil y débil mantiene en la relación con DIOS, se traslada a las relaciones con los semejantes en línea de compasión, servicio y fraternidad. La persona caracterizada por la mansedumbre no excluye un liderazgo, pero ejerciendo en todo momento el servicio a los demás. Dice JESÚS: “aprended de MÍ, que soy manso y humilde de corazón. Venid a MÍ los que estáis cansados y agobiados, que YO os aliviaré, y encontraréis vuestro descanso” (Cf. Mt 11,28-30). La tierra poseída es la que se comparte con los otros en comunión fraterna. JESÚS establece el Reino de DIOS dándose a los hombres y DIOS toma posesión por la generosidad.

Los que lloran

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (v.5) Las lágrimas hacen visible el sufrimiento. DIOS consuela a su Pueblo: “consolad, consolad a mi Pueblo… “ (Cf. Is 40,1). Muchos son los motivos que provocan las lágrimas, pero las más saludables son aquellas que expresan arrepentimiento, pues por esas lágrimas llega la paz al corazón. JESÚS lloró por Jerusalén (Cf. Lc 19,41), pero no fue posible evitar el gran rechazo que lo condenaría a muerte.

Hambre y sed de Justicia

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la Justicia, porque ellos quedarán saciados” (v.6) El celo por las cosas de DIOS es una moción de la Gracia. El fiel se siente urgido por evangelizar, transmitir las cosas de DIOS, mejorar el entorno cercano y contribuir, en lo posible, con las grandes causas. La Justicia es el orden justo que debe reinar en el mundo en consonancia con el Evangelio. JESÚS dedicaba el tiempo necesario para orar o encontrarse personalmente con el PADRE, pero con ardor se sentía urgido a evangelizar: “vamos a otros lugares a evangelizar, pues para eso he venido” (Cf. Mc 1,38)

La Misericordia

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán Misericordia” (v.7). La Misericordia es el AMOR que sale de DIOS enviado a salvar a los hombres. La Misericordia traspasa los corazones humanos y los hace receptivos a la comprensión y al perdón hacia los semejantes. El que cede en su amor propio y sigue la corriente de la Misericordia tiene la promesa de alcanzarla para él mismo en toda su extensión. JESÚS ejercitó la Misericordia. La Misericordia llega a su cumbre con JESÚS en la Cruz instantes antes de morir: “perdónalos, PADRE, porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34).

Limpios de corazón

“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a DIOS” (v.8). Nuestras obras en general siempre serán pequeñas; pues las grandes obras son competencia de DIOS, que le interesa principalmente nuestro mundo interior de intenciones. Del corazón del hombre salen los buenos y los malos frutos (Cf. Mc 7,21; Gal 5,19). JESÚS reprende con severidad a los fariseos por su doblez o hipocresía (Cf. Mt 23,13ss); y advierte sobre la inocencia del niño, cuyo Ángel Custodio contempla sin cesar el Rostro del PADRE (Cf. Mt 18,10-11). JESÚS es perfectamente limpio de corazón, porque “ÉL hace en todo momento lo que ve hacer al PADRE; y dice lo que oye decir al PADRE” (Cf. Jn 5,19)

Trabajadores por la Paz

“Bienaventurados los que trabajan por la Paz, porque ellos serán llamados hijos de DIOS” (v.9). Muchos falsos pacifistas se han apropiado de esta bienaventuranza para rebajarla a un eslogan propagandístico. Los que trabajan verdaderamente por la Paz son aquellos que reciben de parte de DIOS la Paz que han de extender: “cuando entréis en una casa saludad, paz a esta casa; y si allí hay gente de paz la paz descansará en ellos, si no volverá a vosotros” (Cf. Lc 10,5-6). Trabajar por la Paz es lo mismo que evangelizar. Lo que pacifica al mundo realizan la extensión del Reino de DIOS, que surge en esta creación cuando los hijos de DIOS se manifiestan como tales (Cf. Jn 1,12; Rm 8,19). Es JESÚS el que da la verdadera Paz, que no es como la da el mundo (Cf. Jn 14,27; 20,21) JESÚS es la fuente de la Paz para el mundo, porque es el CORDERO de DIOS que quita la violencia del pecado que está en el mundo (Cf. Jn 1,29).

Los perseguidos

“Bienaventurados los perseguidos a causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (v.10) JESÚS lo advirtió: la evangelización acarrea la persecución a renglón seguido, porque entramos en la contienda invisible contra Satanás (Cf. Mt 10,1ss) La Paz se convierte en espada, porque la palabra evangelizadora realiza una cirugía propia como “espada de doble filo, que separa la médula del hueso” (Cf. Hb 4,12). No todo el auditorio está dispuesto a corregir el rumbo, modificar comportamientos, superar vicios o desligarse de dependencias; que mantienen a la persona en la zona gris y le molesta la LUZ. Esta última bienaventuranza obtiene la misma recompensa que la primera, porque el pobre de espíritu, que se dispone incondicionalmente en manos de DIOS será perseguido a semejanza de JESÚS. El Evangelio de JESÚS no les pareció compatible a los guardianes de la ortodoxia judía con sus tradiciones religiosas y terminaron matándolo. La Justicia propuesta en el Evangelio no les parecía a aquellos adecuada a su otra justicia.

Testimonio

“Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal por mi causa, alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (v.11-12). En estos últimos versículos tenemos un colofón o novena bienaventuranza que viene confirmándose a lo largo de dos mil años de Cristianismo. El insulto, la calumnia y cualquier otro tipo de persecución hasta llegar a la muerte o eliminación total, se pondrán en marcha siempre que  el evangelizador se vuelva profeta y testigo. La muerte de JESÚS en la Cruz da cumplida respuesta a esta bienaventuranza para los seguidores de todos los tiempos.

San Pablo, primera de Corintios 1,26-31

Las cartas de san Pablo a los de Corinto tienen la peculiaridad de responder de forma directa a los problemas surgidos en la marcha de las distintas comunidades. En determinado momento, san Pablo sitúa el plano en lo inmediato y personal y alude por su nombre a algún miembro de la comunidad: el caso de Estéfanas y su familia que fue una excepción en cuanto a ser bautizados por el Apóstol. Los próximos versículos ofrecen la teología nuclear para la evangelización, al mismo tiempo que san Pablo de forma rotunda afirma que el SEÑOR lo envió a evangelizar (v.17). Los versículos de la segunda lectura de este domingo son los destinados a dar una semblanza de quiénes son los que forman parte de las reuniones comunitarias o asambleas. Pero antes merece toda atención lo referido al núcleo de la predicación, que es siempre una Palabra viva, y de ahí su importancia capital. La predicación es para hacer presente a quien se predica: JESUCRISTO el SEÑOR. Ya no conocemos a JESÚS según la carne (Cf. 2Cor 5,16), pero es posible traerlo al presente por la predicación, y de esa forma el fiel de cualquier época puede tener un encuentro con su SEÑOR y SALVADOR. La predicación tiene que fundamentarse y hacer presente “la Cruz de CRISTO” (v.17); aunque esa Cruz sea “necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan -para nosotros- es fuerza DIOS “(v.18). La erudición y la sabiduría del mundo no pueden ocupar el puesto de la predicación, pues DIOS unge con su ESPÍRITU SANTO al que predica en el nombre de JESÚS. Judíos y griegos rechazan la predicación, porque unos quieren debates y los judíos quieren señales. La predicación ungida por el ESPÍRITU SANTO es el medio idóneo que DIOS ha dispuesto, y el contenido de la predicación gira en torno a JESUCRISTO crucificado (v.23); y ante esta clase de argumento los griegos lo consideran algo vacío y sin contenido, y los judíos lo encuentran escandaloso, pues no aciertan a ver, que JESÚS al que entregaron a Poncio Pilato era realmente el MESÍAS. La predicación de san Pablo pretende llegar de igual forma al judío y al gentil; al instruido en ciencias y al que se encuentra en un nivel más elemental, pues el Apóstol sabe el tipo de auditorio que tiene ante sí.

Mirada realista

“Mirad hermanos, quiénes habéis sido llamados. No ha muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos de la nobleza. Ha escogido DIOS, más bien, lo necio del mundo para confundir a los sabios. Ha escogido DIOS lo débil del mundo para confundir lo fuerte” (v.26-27). En línea con la Predicación así también son los destinatarios del Evangelio. San Pablo recurre a la ironía para dar un baño de realismo a los de Corinto, que pronto se habían infatuado y se creían sabios, grandes de la nobleza y poderosos. Un mal para aquellos primeros cristianos podía provenir del orgullo espiritual. Después de haber recibido grandes gracias y carismas, el paso siguiente es creer que tales gracias vinieron por méritos propios, por lo que se empiezan a exhibir unos títulos irreales, que alimentan la soberbia y la vanidad.

Lo escogido por DIOS

“Lo plebeyo y despreciable del mundo lo ha escogido DIOS para reducir a la nada lo que es; para que ningún mortal se gloríe en la Presencia de DIOS “(v.28-29). Esta pauta se mantiene y con frecuencia observamos acciones poderosas por parte de DIOS a través de personas inesperadas. Bien es cierto que estos elegidos tienen que prevenirse como señalamos antes, de la vanidad y el orgullo espiritual, pues la Gracia en cualquier persona es un don inmerecido que DIOS regala porque le parece bien, y no se debe exactamente a los méritos personales. Este comportamiento de DIOS es una gran esperanza para las personas que son levantadas de los sepulcros de las adicciones más esclavizantes. Las grandes conversiones ponen nombre y apellidos a la acción de la Gracia, que busca por todos los senderos de la vida a los más alejados e inútiles para el mundo.

La Cruz de JESUCRISTO

“DIOS hizo a JESUCRISTO para nosotros, sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención” (v.30). San Pablo expondrá a lo largo de sus escritos, que en JESUCRISTO se encuentra la plenitud del saber y el conocer (Cf. Col 2,3). Somos devueltos a la justicia original gracias a la acción sobre cada uno de nosotros del único Justo, que renovó desde la raíz a la condición humana. El hombre sin JESUCRISTO no es nada, porque sin ÉL no existe posibilidad de regeneración ante DIOS. Sin JESUCRISTO no existe la Redención, porque sólo ÉL tiene en su mano el perdón de los pecados y nos hace libres. San Pablo no puede predicar otra cosa que a JESUCRISTO y este crucificado.

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