Impactante celebrar cada año la fiesta de san Juan María Vianney, el cuatro de agosto, patrón de los sacerdotes, especialmente de los párrocos, y, esto es cosa mía, especialísimamente de los curas de pueblo. Cuando llegó al pueblecito de Ars apenas quedaba un rescoldo de catolicismo. Su labor fue tan extraordinaria que con el paso de los años llegaban peregrinos de todo lugar para rezar y confesarse con él. En Ars consiguió que prácticamente todos los habitantes del pueblo asistieran a misa a diario.
El secreto no estaba en los planes pastorales del santo cura de Ars, sino más bien en su vida y su entrega a Dios. Cuenta Bruce Marshall que “dormía sobre el piso en una habitación húmeda de la planta baja o en el desván, o sobre una tabla en su cama con un leño por almohada; se disciplinaba con una cadena de hierro; no comía prácticamente nada, dos o tres papas mohosas a mediodía, y algunas veces pasaba dos o tres días sin comer en absoluto; se levantaba poco después de medianoche y se dirigía a la iglesia, donde permanecía de rodillas y sin ningún apoyo hasta que llegaba la hora de celebrar misa”. Tan claro lo tenía que, sigue narrando este autor, que en una ocasión dijo a un sacerdote a quien afligía la tibieza de sus propios feligreses: «¿Ha predicado usted? ¿Ha rezado usted? ¿Ha ayunado usted? ¿Se ha disciplinado? ¿Ha dormido usted sobre una tabla? Mientras no haya hecho usted todo esto, no tiene derecho a quejarse».
De la tibieza de los feligreses por supuesto que nos quejamos todos. Es que la gente, es que el mundo, es que las televisiones, es que… Luego seguimos por otras disculpas: es que el papa, es que los obispos, es que los planes pastorales, es que…
Después de volver a leer ayer la vida de san Juan María Vianney, lo único que me queda por decir es que todo son excusas. El ayuno nos parece, me parece, algo de otra época. Lo de disciplinarse, cosa propia de mentes masoquistas. Dormir en tabla solo por prescripción médica por la cosa de la columna. Rezamos, sí, pero las más de las veces cumpliendo. Perdón, no sé cómo lo hará cada cual. Me lo aplico a mí.
Creo que el problema de la vida pastoral y los llamados éxitos pastorales no depende de planes, reuniones, esquemas y documentos. Tampoco de especial preparación o más estudios. Depende de las ganas, el convencimiento y la entrega de la vida de cada uno de nosotros los sacerdotes.
No me siento capaz de vivir de manera muy diferente a como lo hago hoy. Vivo en una casa parroquial muy cómoda, como bien, se me nota, duermo en una buena cama, la noche es para dormir y lo de las disciplinas qué quieren que les diga cuando cualquier incomodidad altera.
Posiblemente la clave de todo esté en nuestra vida como sacerdotes. Quizá la insistencia más que en planes, reuniones, proyectos y estudios esté en la necesidad de vivir de otra manera. Imaginemos que de repente, mañana, los sacerdotes, libremente, decidimos regalar nuestras camas para dormir en el suelo, disciplinarnos con cierta frecuencia, orar horas y horas de rodillas en los templos, ayunar como algo habitual y rezar por nuestros fieles como mejor y mayor plan pastoral. Este fue el plan de san juan María Vianney, con éxitos espectaculares.
Nosotros, yo, seguiremos como siempre. Los resultados, del todo previsibles.
Con información de InfoCatólica/Jorge González Guadalix