Las lecturas de este domingo nos preparan al acontecimiento de la Ascensión del Señor y resaltan el papel del Espíritu Santo, como guía y revelador de las cosas de Dios. veamos.
1.«EL ESPÍRITU SANTO Y NOSOTROS HEMOS DECIDIDO»
En la Iglesia de Antioquia hay una situación preocupante en torno a la circuncisión y la comunidad dirige la controversia a los apóstoles de Jerusalén, éstos se reúnen y examinan la situación. Los enviados Pablo y Bernabé refieren lo sucedido; los Apóstoles, los Ancianos y la comunidad los escuchan. Se produce una discusión viva y escuchan los testimonios, además de la profesión de fe de Pedro. Se hace un discernimiento comunitario y llegan a un consenso por unanimidad. Santiago interpreta este hecho a la luz de la Palabra de Dios y toma una decisión: ofrece reglas de comportamiento. La asamblea recibió la decisión y la hizo propia; posteriormente hizo lo mismo la comunidad de Antioquía.[1] El discernimiento implica oración, meditación, estudio y reflexión del caso; además, bajo la luz del Espíritu Santo, toman una decisión comunitaria. Cuando exista una controversia en tu comunidad, no dejes que los líderes decidan por sí solos, sino que tienen que participan todos, tanto en el proceso como en la ejecución de las decisiones y acciones.
2. «EL QUE ME AMA CUMPLIRÁ MI PALABRA»
El amor a Dios se manifiesta con palabras y obras. Adorarlo y darle honra y gloria (culto) es uno de los deberes que tenemos con Dios.[2] Pero este amor a Dios también se manifiesta con obras, por lo cual, estamos llamados a dar testimonio de este amor, cumpliendo su Palabra. ¿Qué nos dice Dios en su Palabra? Que nos amemos unos a otros (cf. Jn 13,34), que tomemos la cruz de cada día y lo sigamos (cf. Mt 26,24), que pongamos la otra mejilla ante una ofensa (cf. Lc 6,29), que creamos en su Palabra para tener vida eterna (cf. Jn 6,47), que perdonemos la ofensas de los hermanos 70 veces siete (cf. Mt 18,22), que nadie puede ir al Padre sino a través del Hijo, que es el camino, la verdad y la vida (cf. 14,6).
3. «NO PIERDAN LA PAZ, NO SE ACOBARDEN»
La paz es, ante todo, un atributo esencial de Dios: «Yahveh- Paz» (Jue 6,24), es el efecto de la bendición de Dios (Nm 6,26) y representa la plenitud de la vida (cf. Ml 2,5). Esta paz genera fecundidad (Is 48,19), bienestar (Is 48,18), prosperidad (Is 54,13), ausencia de temor (Lv 26,6) y alegría profunda (Pr 12,20). La promesa de paz, que recorre todo el Antiguo Testamento, halla su cumplimiento en la Persona de Jesús, por lo tanto, la paz es el bien mesiánico por excelencia, que engloba todos los demás bienes salvíficos. La paz de Cristo es, ante todo, la reconciliación con el Padre: El «es nuestra paz » (Ef. 2,14).[3]
[1] La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, Comisión Teológica Internacional # 20 y 22. Cfr. 1 Cor 12,12-17; Rom 12,4-5; Ef4,4.
[2] CF. CATIC # 2084
[3] Cf. CDSI # 488, 489, 491 y 492.
P. Crispín Hdez. Mateos