No lleven nada para el camino

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos hablan de la Misión de los apóstoles y de la actitud de confianza que deben tener en Dios, pues ésta es una obra divina. No deben llevar nada que los distraiga o les implica recibir: deben ir confiados en la Providencia divina.

 

  1. Los envió de dos en dos

Dios llama a todos pero elige a unos cuantos: él sabe a quién y porqué. Jesús eligió a sus apóstoles para que estuvieran con Él, para que fueran de Él y para enviarlos a predicar (Cf. Mc 3,13-14). Nos los envía solos porque no vino a fomentar el individualismo sino a formar una comunidad. Las ventajas de ir sólo es que puedes hacer lo que quieras y hacer cosas sin que nadie te vea (pero que a veces no sirve de nada); las ventajas de ir con otro es que se pueden poner de acuerdo, consultarse si tienen dudas, acompañarse y dialogar. No es fácil trabajar con otro pero tiene más ventajas que trabajar solo. Jesús sabe que es mejor la compañía que la soledad. Jesús quiere formar equipos, grupos, comunidades. Jesús confía que los discípulos ya están suficientemente preparados para continuar su misión, por ello los envía.

  1. No llevar nada para el camino

El misionero sabe que debe confiar en el dueño de la Misión: Dios. Confiar en la Providencia divina significa creer que Dios nos dará lo necesario para cumplir la misión: las fuerzas, la capacitación y el poder (Cf. Mc 3,15); nosotros debemos poner las ganas, el coraje, la disposición y la creatividad: debemos ser evangelizadores con Espíritu (Cf. EG # 259 y 262). Para caminar debemos llevar la carga ligera, prepararnos física, psicológica y espiritualmente, llevar ropa cómoda y estar dispuestos a enfrentar los retos del camino. Sabiendo que es Dios quien envía debemos confiar que nos dará lo necesario para cumplir dicha misión. Es el Espíritu santo quien guía a la Iglesia en el mundo materializado, descristianizado y secularizado. «Te basta mi gracia» nos recuerda Jesús (2ª Cor 12,9), por lo cual debemos estar convencidos que para esta misión “solo Dios basta” (S. Teresa de Jesús)

  1. Si no los reciben…

Hay una posibilidad de no ser aceptados por aquellas personas a quienes son enviados: por ser testarudos, duros de cerviz o por no abrirse al plan divino de salvación (cf. Hec 7,51). Ya Jesucristo había experimentado el rechazo de los samaritanos (cf. Lc 9, 52-53). También el profeta Amós lo vivió en su tiempo (cf. Amós 7,12). San Juan atestigua que la Palabra se hizo carne, «vino a los suyos y los suyos no la recibieron» Jn 1,11.  San Lucas afirma que cuando Cristo nació, na había lugar para ellos en la posada (cf. Lc 2,7). Al no ser recibidos no deben insistir, porque la gracia de Dios es una aceptación voluntaria no obligada. Rechazar al profeta, hombre de Dios, es un síntoma de lo mal que anda la sociedad y lo tergiversado que está el mundo en el tema de los valores, sobre todo, en el tema del bien y la verdad.  Jesús les pide alejarse de ahí, por los peligros que pueden correr (cf. Hec 23,20-21), pero sobre todo, porque tienen que ir a otros pueblos a anunciar el Evangelio (cf. Mc 1,38). Jesucristo nos invitar a no guardar rencor ni resentimiento (cf. Lc 9,55-56) sino ponernos en las manos de Dios para recibir en herencia la vida eterna (cf. Tito 3,7).

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