- *Obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa habla sobre la pastoral y amistad de que guardó con miembros de crimen, “sí se puede relacionar con ellos”, afirma.
- *Destaca labor de pacificación en Chilpancingo-Chilapa. Narcos también “lamentan mi partida”, afirma.
- *“Me llevo en la conciencia no haber dado suficiente atención a sacerdotes ancianos”, admite.
- *Seguirá haciendo “cosas de obispo” tras dejar la diócesis.
Por casi siete años condujo una diócesis pobre y sumida en la violencia, la de Chilpancingo-Chilapa, una de las más conflictivas en el Estado de Guerrero. Sus problemas son quizá ancestrales, pero hoy más agudizados por el tráfico de drogas, las rivalidades entre grupos del crimen organizado además de la pobreza y rezagos sociales como el reclutamiento forzado de niños en grupos paramilitares y los campesinos cultivadores de amapola, hoy desplazados por el tráfico de fentanilo. En esas particulares condiciones, la Iglesia católica está activa y vive entre los descartados. Salvador Rangel Mendoza, OFM, ha procurado la paz, dando estabilización y, al menos, la escucha cuando hay vacío de poder y de gobierno. Llevó un peculiar estilo pastoral de cercanía que molestó a muchos: Vivir cercano a quienes viven al margen de la ley. En entrevista, el obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa habla sobre su sucesión, lo que espera al nuevo obispo, el también franciscano José de Jesús González. Lejos de pensar en una jubilación, el obispo originario de Michoacán ya tiene en la mira un trabajo pastoral en zonas marginales del estado de Morelos. Para él, el retiro no es una opción…
¿Cómo recibió su diócesis la aceptación de su renuncia?
-En abril pasado, presenté mi renuncia al Papa. El 11 de febrero se dio a conocer la designación del nuevo obispo. Acepto la noticia del Papa con mucha alegría y agradecimiento. Creo se ha hecho una buena labor entre la gente, sobre todo la integración de los sacerdotes, a fraternidad sacerdotal y la pacificación de este territorio, ahora estamos relativamente en paz. Estamos preparando la llegada del nuevo obispo, don José de Jesús González, el 20 de abril aproximadamente, es cuando lo esperamos. De acuerdo con monseñor Rangel, la noticia de su sucesor fue aceptada muy bien por la continuidad que representa para la pacificación de la región: “como ustedes saben, soy fraile franciscano. El que viene también lo es y de alguna forma continuará esta labor de pacificación y de apertura hacia los demás. Creo que esto es bueno, es positivo, yo estoy tranquilo y a gusto…” El obispo emérito no oculta su satisfacción al haber sido aceptada su renuncia la que ve como el alivio de una carga, “disculpen el ejemplo que les voy a poner. A veces cuando va un burrito cargado de leña o de arena, cuando le quitan la carga, se pone contento y se revuelca de alegría. Yo me retiro así, contento, alegre. Creo que hemos trabajado las 24 horas en esta diócesis, eso me da satisfacción”. Salvador Rangel no oculta el deseo de que su sucesor tenga esta misma forma de hacer pastoral del encuentro con quienes están fuera de la ley. Ellos, a decir del obispo emérito, son personas que en un momento de su vida también fueron lastimados: “Les pongo uno o dos ejemplos. Alguno me ha dicho, yo me metí en eso porque la misma policía federal, en aquel entonces, mató a mi esposa y a mi hijo. Otro me dijo, me metí en esto porque mataron a mis hermanos… Esos criminales necesitan que alguien les escuche, tienen sus propias razones. Como yo digo, hay que vernos a los ojos. Creo que este ha sido el éxito de esta pastoral. Ser honestos, hablar con ellos, no dejarlos. Hoy día la Iglesia tiene este instrumento, el diálogo. Creo que con ellos también se puede dialogar”. La clave del diálogo es, en cierta medida, el rescate en el que el mismo obispo ha intervenido para ayudar a quienes fueron víctimas del delito. Así menciona: “Ha habido secuestrados que los hemos salvado. Cuando me avisan a tiempo, me comunico con ellos y hemos salvado a algunos. A otro narcotraficante le decía, ya no maten a gente en las ciudades. Él me mandó un mensaje diciendo: ‘prometí a mi amigo Chava ya no asesinar en las ciudades’. Con una vida que salvemos, ya es mucho. Otro me decía: Lo que quiero es medicina para la sierra. Hablé con Médicos Sin Fronteras y a los narcotraficantes les dije, a ellos los tienen que cuidar porque son la única ayuda que tienen. Entonces, sí se puede relacionar con ellos, no para hacer negocios simplemente, como amigos, en qué podemos servirles”. El obispo emérito afirma que los narcotraficantes también ser persignan: “Son católicos, bautizan, se casan, celebran funerales y primeras comuniones. No los hemos abandonado y es el agradecimiento que tienen. Podría decir que en la diócesis estamos presentes y con ellos hay que hacer cierta pastoral.”
¿Y se han convertido?
-No una conversión total, ellos siguen en sus asuntos, pero hay zonas donde ya no secuestran, donde no cobran derecho de piso, donde ya no asesinan por asesinar. En esta despedida, quienes se están lamentado que me vaya son ellos. Incluso ha habido cierta amistad… Otro narcotraficante salió de esta región y me invitó a comer para agradecer los favores que hice al pueblo y a su familia. Se me hace raro eso que uno que anda huyendo me esté citando a comer y agradecerme. Hubo una relación de amistad con ellos, eso se puede seguir haciendo”.
¿Y las autoridades? Usted fue señalado ante Gobernación por estos acercamientos con la delincuencia…
–La relación con ellos no ha sido del todo buena, pero hay relaciones. Dicen que no se puede dialogar con quien esté fuera de la ley. Desde el gobierno anterior, ayer del PRI y ahora de morena, dicen que sólo hay diálogo con los guerrerenses. Yo les decía, ¿en qué canasto van a meter a los narcotraficantes? Son personas, son guerrerenses”. Y aunque es sabido, las autoridades tienen también relación y trato con delincuentes. Así, Rangel Mendoza explica: “Tantas presidencias municipales como diputados han sido nombrados por el narcotráfico. Después del 6 de junio, ¡mucho más! Las autoridades están al servicio de los narcotraficantes. Es lo que les he dicho, ¿de qué se espantan? No hay una relación abierta, pero por debajo de la mesa lo están haciendo. Me han acusado muchas veces antes Gobernación, pero como yo les digo: No lo hago por dinero o poder, lo hago por servir. Que digan lo que se les antoje, pero no hay delito en esto, relacionarse con las personas. Sí, he sido atacado por parte de las instituciones, pero la relación, digamos, ha sido un tanto tranquila”.
¿Ya platicó con la nueva gobernadora?
–No hemos tenido plática alguna, en período de campaña me visitó. En el gobierno del PRI, en la secretaría de gobierno, había una subsecretaría de asuntos religiosos. Fue reducida a un despacho. La gobernadora me dijo que la restituiría al nivel de subsecretaría y hasta hoy nada. Las cosas sí están muy revueltas. Detrás de la gobernadora está el papá, don Félix (Salgado Macedonio) quien está realmente llevando las cosas. No sé qué rumbo esté tomando el estado.
¿Podría haber ruptura del gobierno de morena con la Iglesia católica en Guerrero?
–Espero que no lo haya. No le conviene al mismo gobierno. He estado en diversas partes del país, conozco Jalisco, Michoacán, Querétaro, Zacatecas… pero lo que tiene Guerrero es que es un estado sumamente religioso, de muchas tradiciones religiosas. Si de algo respinga Guerrero es que le toquen la fe o sus tradiciones. En dado caso, por ejemplo, ahora que el gobierno quiere aprobar el aborto, ya tuvimos un primer enfrentamiento y los diputados se detuvieron. No creo que se dé ese rompimiento porque no creo sean tan tontos para echarse a la gente encima. Si ellos empiezan a tocar la fe de la gente, a tocar a los católicos o a la jerarquía, la misma gente se les va a voltear. Si son inteligentes, no creo que lo hagan.
En cuanto su diócesis, ¿Cuál es el ánimo del presbiterio y fieles? ¿Cómo diría que es el estado de salud espiritual de Chilpancingo-Chilapa?
–Veo un presbiterio bueno, sano. La religiosidad es muy grande. Aquí casi todos los templos tienen la capilla del Santísimo Sacramento. Es una cosa especial, las capillas siempre hay gente. En las fiestas, hay muchas danzas que expresan la espiritualidad. Lo más bonito es esta forma en la que los papás enseñan a los hijos. En días pasados celebre la devoción de las 40 horas, ocho o días cuadras repletas de gente, con tapetes de aserrín adornando las calles y me llamó la atención cómo los papás llevan a sus hijos para aventar pétalos de rosas o confeti al Santísmo. ¡Qué hermoso es ver eso! Ellos están transmitiendo a los hijos las tradiciones y fe. ¡Hasta personas en sillas de ruedas! Esto es una muestra de la profunda fe. Guerrero es un estado retrasado, el cuarto retrasado en todo sentido, pero es muy espiritual. Todavía se pueden hacer muchísimas cosas, purificar la religiosidad popular; en esta “onda” que estamos entrando de la sinodalidad, la gente está dispuesta a funcionar, lo mismo que las religiosas, seminaristas. Hay diócesis con un buen número de seminaristas, aquí tenemos a ochenta muchachos, 74 en Chilapa y 5 en Texcoco, 159 sacerdotes, entre ellos nueve religiosos. Es de las cosas que hemos hecho, traer a los eudistas, pasionistas, Hermanos de Jesús, Misioneros Servidores de la Palabra. Ellos han ayudado mucho para que la fe y espiritualidad de la diócesis vaya adelante. No somos modelo, pero creo que andamos bien.
¿Y en qué ha fallado? ¿Cuál sería el examen propio del obispo Rangel de esas fallas que debería atender su sucesor?
–He fallado en atender más a los sacerdotes ancianos. Creo que valdría la pena más atención. Desde el año pasado busqué bienhechores y metí a todos los sacerdotes al seguro OCEAS. Eso me voy a llevar en la conciencia, no haberlos atendido del todo bien. Los visito, pero me hubiera gustado estar más cerca y, también, más cercanía con las religiosas. Ese es mi mea culpa; sin embargo, otra cosa positiva que he hecho es el visiteo. La diócesis la tengo en mis manos porque he ido a muchos pueblos donde obispo alguno se había parado. Recuerdo aquella encuesta que sacó el Imdosoc que solamente el 18 por ciento de fieles conocen al obispo y, entre ellos, el ocho por ciento no sabe ni cómo se llama. Desde que estaba en mi diócesis anterior, Huejutla, y aquí he hecho intensos visiteos para hacer presente al obispo. No que la gente venga, sino ir a la gente.
Usted es un hombre fuerte. Es difícil que acepte ser emérito y quedarse sentado. ¿Tiene algún plan? ¿Qué hará en adelante?
–Pienso ir a vivir a Cuernavaca. Hablé con monseñor Castro. Quiero atender un barrio que es como de tercera o cuarta clase, un barrio muy marginal. Y pues darme algunas vueltecitas, viene monseñor Chuy y me dice que le siga ayudando, él viene de El Nayar; quiero visitar a mis familiares y amigos, tiene tiempo que no lo hago. Otro proyecto es regresar a Guanajuato a una parroquia donde estuve en Chupícuaro. Ya hablé con don Carlos Garfias, arzobispo de Morelia, para ir allí. Es lo que yo puedo hacer, catequizar, celebrar misas, las cosas propias del obispo cuando lo soliciten, pero no quiero ni sentarme ni estar inactivo. Recuerdo algo que decían de los americanos: ‘La forma más fácil de matarlos es jubilarlos’, que no hagan nada. Yo quiero al menos seguir barriendo banquetas, regando plantas, pero no detener mi actividad.
Sería un obispo itinerante, misionero…
–Sí lo haría. Algunas diócesis me están solicitando para hacer ejercicios espirituales, es una forma diferente de hacer las cosas, pero se puede. Estoy dispuesto mientras Dios me dé salud, mientras me siga sosteniendo en su mano, quiero seguir adelante, seguir caminando.
¿Y cómo quisiera que su pueblo le recordara? ¿Qué mensaje quisiera dejar?
–La gente me ha dicho que soy un obispo bueno. Otros me han dicho que no pierda mi alegría, ser un obispo positivo, ser recordado como un obispo de diálogo. A todos los saludo con mucho cariño y ahora que el Santo Padre nos pone este reto de la sinodalidad, debemos ayudarnos mucho, unos a otros, y dar este testimonio de unidad y caridad porque, desgraciadamente, mucha gente se nos está yendo de la Iglesia católica sin decir nada, pero es por la falta de testimonio. Debemos seguir adelante y, sobre todo, valorar el tesoro de la fe que Dios nos ha regalado, que le da sentido a todo lo que hacemos y a todo lo que esperamos.
Salvador Rangel Mendoza nació en Tepalcatepec, Michoacán, el 23 de abril de 1946, siendo sus padres Rafael Rangel Larios y María del Carmen Mendoza Barragán. Ingresó al Seminario Menor de la Confraternidad de los Operarios del Reino de Cristo, y más tarde en la Orden de Frailes Menores Franciscanos. Realizó sus primeros votos en 1970 y su profesión perpetua en 1973, fue ordenado al siguiente año por el Obispo de Celaya, Mons. Victorino Álvarez.
Entre sus diversos cargos, fue Vicario en la Parroquia de San Francisco de Acámbaro, en Morelia, Michoacán; Párroco en San Pedro, en Nuevo Chupícuaro, Morelia; Párroco en San Francisco de Acámbaro; Colaborador de la Custodia de Tierra Santa de 1993 a 1997. Dirigió el Seminario Menor Franciscano, así como postulador de la Causa de Don Vasco de Quiroga, además de segundo postulador de Fray José Pérez OFM y compañeros mártires.
Fue nombrado Obispo de Huejutla por el ahora Papa emérito Benedicto XVI, el 12 de marzo de 2009, ordenado el 5 de junio del mismo año. El 20 de junio de 2015 el papa Francisco lo trasladó de Huejutla a la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, nombrándolo obispo y tomando posesión canónica de la Diócesis el 18 de agosto del mismo año.
Fuente biografía: Diócesis Chilpancingo-Chilapa.
Por: Guillermo Gazanini Espinoza