Mi claustro es el mundo, decía so r Lucía Caram en un libro que escribió en 2012. Desde entonces, su manera de hacer según la que ayudar a los más desfavorecidos es incompatible con la regla de clausura le ha comportado críticas y elogios . Por último, ella y las otras seis dominicas que conviven en el convento de Santa Clara de Manresa han tomado una determinación. El convento ha dejado de ser de monjas de clausura. Para dar este paso se han desvinculado jurídicamente de la Federación Dominica de la Inmaculada a la que estaban atadas, «porque desde alguno de los monasterios que la forman no se entendía nuestra opción», explica sor Lucía.

La monja admite que se trata de un cambio radical de paradigma a la hora de vivir sobre todo la fe religiosa. Un cambio del que habló con el Santo Padre en los dos encuentros que mantuvieron en Roma en junio y septiembre pasado, el segundo de ellos acompañado por las hermanas del convento sor Pilar y sor Juana Mari.

El Papa la escuchó, la entendió, le dio su apoyo, aseguró sor Lucía a este diario, y le aconsejó a la hora de encontrar la mejor fórmula jurídica para avanzar en adelante con la idea de que, si algún día desaparece la comunidad, el convento pueda seguir cobijando los proyectos solidarios que acoge –la Fundación del Convento de Santa Clara, Invulnerables, la Casa de la Infancia– y puedan seguir saliendo adelante como el grupo de laicos comprometidos con esta tarea , algunos de los cuales conviven actualmente algunos días a la semana con las monjas. Se trata de diecisiete personas ligadas a la labor solidaria emprendida por la monja argentina con las demás hermanas del convento manresano.

Ya no dependen del obispo de Vic

En España, explica Caram, hay tres federaciones ligadas a las dominicas. Una de ellas es la Federación Dominica de la Inmaculada, de la que formaban parte y de la que se han «independizado». Sor Lucía explica que si el convento se quedara sin priora, papel que actualmente representa ella, que fue elegida por su comunidad el pasado mayo, la federación podría venderlo como ya ha ocurrido en algún otro caso. De ahí, también, la decisión. Por otra parte, comenta que esta ruptura supone que «ya no dependemos del obispo de Vic». El apoyo jurídico, aconsejadas por el santo padre, le han ido a buscar en la figura del cardenal arzobispo de Barcelona, ​​Joan Josep Omella, presidente de la Conferencia Episcopal y gran amigo a la vez del papa Francisco.

Con este asesoramiento de Omella, con quien Caram dice que se han sentido muy cómodos porque tiene un trato muy parecido al del Santo Padre, tienen cinco años para concretar la forma jurídica con la que quieren que funcione el convento. Siempre pensando que si un día se extingue la comunidad, como ha ocurrido con tantas otras, principalmente por falta de vocaciones, cuya federación formaban parte no tenga la potestad de vendérselo sino que pueda seguir dando servicio como es el deseo de la comunidad de dominicas. Una Fundación del Convento de Santa Clara que siga caminando acompañada por laicos.

El camino hasta la fecha

Caram cuenta en un vídeo que si entró en el convento de Manresa fue porque «había una comunidad de hermanas que amaban y que siempre tenían la puerta abierta para acoger a los más pobres. Una comunidad solidaria que vivía la compasión, que yo digo que es la pasión compartida». Desde entonces, el convento ha dado techo a proyectos de diálogo interreligioso, al de Mosaico de salud mental, a la plataforma de alimentos… Reconoce que este trabajo no siempre se ha entendido porque se interpretaba que «una comunidad de monjas de clausura debía dedicarse exclusivamente a la oración», pero, dice, su comunidad no podía permanecer impasible ante las situaciones de extrema necesidad de muchas personas que han ido a llamar a la puerta del convento.

Contemplativas, sí

Fruto del trabajo conjunto con las hermanas y de los encuentros mantenidos con el papa Francisco, han tomado la determinación. «Nos encontramos en una nueva formulación carismática y buscando a la vez un camino jurídico para vivirla dentro de la Iglesia y, en la medida de lo posible, dentro de nuestra orden. Sigamos siendo una comunidad de vida contemplativa, sí; somos una comunidad de clausura, no».

Un paso para evitar que se pueda repetir el caso de las capuchinas

Caram admite que, en parte, uno de los motivos de este paso tiene que ver con lo que sucedió con el convento de las capuchinas. Viendo que se hacían mayores y que no había relieve, las monjas llegaron a un acuerdo con la Fundación Sant Andreu Salut de modo que la institución tuviera cuidado hasta su final a cambio de hacer en el convento una residencia para ancianos con dependencia . Sin embargo, el acuerdo no llegó a buen puerto porque las monjas no tenían la potestad para hacerlo.