Mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo

- VI Domingo de Pascua -

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo

Del santo Evangelio según san Juan: 14,23-29

         En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.

         Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.

         La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: Me voy, pero volveré a su lado. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean.

Palabra del Señor.        R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. Lo que nos narra el Evangelio en este domingo (Jn 14), se sitúa en el contexto de la última cena, referida por el evangelista San Juan desde el capítulo 13. Estamos pues en un ambiente solemne, inmediatamente previo a la Pasión del Señor; por lo mismo, las palabras de Cristo son de un amor extremo hacia sus discípulos: los amó hasta el extremo (Jn 13,1); en este contexto de amor sublime, las palabras de Cristo que nos presenta hoy el evangelio más que enseñanzas son un mandato para vivir el amor que Jesús manifiesta de parte del Padre; amor de tal sublimidad que estremece a toda sensibilidad humana; es el Señor el que sirve a cada hombre muriendo en lugar de él; todo un Dios que ama al grado de lavar los pies a sus discípulos y morir por purificarlos de sus pecados, para darles la verdadera vida, la vida eterna con Dios.
  2. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras : enseñanza de Jesús muy fácil de entender, difícil de practicar; sólo ama a Jesús de verdad quien cumple su palabra, su evangelio, las exigencias contenidas en el mismo, todo resumido en el mandamiento del amor, como Jesús lo enseñó con su propio ejemplo, hasta el extremo, cómo Él nos amó, con obediencia y entrega absolutas al Padre. Quien así lo hace goza del cumplimiento de la promesa de Cristo: “…mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Un don, el de la llamada gracia habitual, el estar en gracia, nada valorado por el mundo, y no suficientemente agradecido aun entre los cristianos, pero un don enorme, y que es el que al final, el día de nuestra muerte, nos conduce al encuentro amoroso con el Padre por toda la eternidad.
  3. “Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió”: Jesús nos introduce al misterio de la Santísima Trinidad cuando enseña a sus discípulos que aquello que les comunica el Hijo procede del Padre, que ha enviado al Hijo “Para que todo el que crea tenga en Él la vida eterna” (Jn 3,15). Esta enseñanza es toda una mina para extraer de ella, en la contemplación, los tesoros del amor de Dios para con nosotros.
  4. “Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho”: continúa Jesús introduciéndonos al misterio del amor trinitario por nosotros. Anuncia a sus discípulos que el Padre les enviará en el nombre del Hijo el gran don del Espíritu Santo, persona divina, Dios mismo, “… que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria…” (del Credo Niceno-constantinopolitano, que recitamos cada domingo). El Espíritu Santo en persona, que hemos recibido en nuestro bautismo, nos enseñará internamente “…todas las cosas”, y “les recordará todo cuanto yo les he dicho” dice Jesús. Sólo bajo su enseñanza podemos creer rectamente y con verdad lo que Jesús enseñó en su santo evangelio.
  5. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo: Jesús nos da el gozoso don de la paz, de su paz, de la certeza de estar en el camino de la verdad, en el camino del amor, y en la seguridad de la victoria absoluta del Señor. Pero Cristo hace una advertencia no menor sobre la paz que concederá siempre a sus auténticos discípulos: “No se la doy como la da el mundo. Esto es importante que lo comprendamos si queremos ser verdaderos discípulos del Señor. El mundo nos da una paz superficial, de conveniencia o de componenda, de alejamiento disimulado de la verdadera voluntad de Dios, y que nos impulsa a rechazar la radicalidad del evangelio, sea porque apostamos por lo políticamente correcto, sea porque diluimos el evangelio, como cuando Pedro quería convencer a Jesús de que no fuera a morir a Jerusalén en la cruz (cf. Mt 16,22), sea porque no actuamos en la presencia de Dios sino para que nos vean (cf. Mt 6,5), o cuando negamos al Señor, abierta o disimuladamente (“…a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos cf. Mt 10,33). Cristo nos llama a tener la verdadera paz, aquella que tuvo Pedro cuando por fin lo confesó tres veces (cf. Jn 21,15-17), e incluso cuando aceptó que también él sufriría la cruz (cf. 21,18-19), en fin, cuando todos los apóstoles aceptaron gozosos cualquier situación con tal de ser fieles al Señor (Los apóstoles salieron del Consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús: Hech 5,41)
  6. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: Me voy, pero volveré a su lado. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo: es lo que Jesús nos repite constantemente: No pierdan la paz ni se acobarden. San Pablo cuestionaba Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? (Rm 8,31): una convicción especialmente valiosa en nuestra actualidad muchas veces hostil a nuestra fe, aunque a veces solapadamente. Nos anima la gran esperanza del cristiano: Me voy, pero volveré a su lado. El Señor no nos deja solos jamás, nunca nos abandona, por muy negativa que parezca nuestra situación; Él siempre nos dice: No pierdan la paz.
  7. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean: nuestro gran desafío es verdaderamente creer, luchar cada día por perseverar en la fe, y así cada día también se realizará lo que nos dice Jesús: “…cuando suceda, crean; que cada vez vayamos viendo con más claridad que Dios no nos engañó, que cada una de sus promesas se cumple, misteriosamente, pero sin falta; misteriosamente por lo que a veces no vemos con claridad cómo se va cumpliendo todo, hasta que un día, a veces después de muchos años, concluimos qué ciego estaba, Dios cumplió y con creces. Dios nunca defrauda.
  8. Que la Virgen Santísima de Guadalupe, madre de nuestra esperanza, nos mantenga en plena confianza hacia cada una de las gozosas promesas de nuestro Señor Jesucristo.
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