Fue un fin de semana de sangre para la Iglesia católica en el mundo, especialmente en África y América Latina, las dos regiones del planeta donde más agentes de pastoral son asesinados cada año desde hace décadas.
Cuando todavía estábamos todos conmocionados tras el anuncio de la trágica noticia de la muerte de dos clérigos jesuitas mexicanos, Javier Campos y Joaquín Mora, quienes fueron asesinados el 20 de junio por un hombre armado cuando intentaba proteger a una persona, un guía turístico, en una iglesia en el estado norteño de Chihuahua, se supo el sábado del asesinato de la hermana Luisa Dell’Orto, una monja italiana durante 20 años en Haití al servicio de los pobres (Hermanitas del Evangelio de Carlos de Foucauld), víctima el viernes de un intento de robo por parte de una de las numerosas bandas armadas que operan en el país caribeño.
Ayer despues, del Angeluz, el Papa se refirió a ella. Y habría dicho lo mismo si le hubieran notificado con prontitud del asesinato del P. Vitus Borogo, un sacerdote nigeriano del estado diocesano de Kaduna, asesinado sin piedad el sábado por un grupo de terroristas islamistas en la finca de una comunidad católica que encabezaba el prelado. El Padre Borogo tenía 50 años, era robusto y enérgico y por eso luchó con sus captores para evitar ser recogido.
Finalmente, el domingo por la noche, por si fuera poco, saltó la noticia de que el P. Christopher Odia, otro sacerdote nigeriano de 41 años del estado de Edo, secuestrado por hombres armados en la mañana cuando iba a su iglesia, se lo llevaron a la fuerza y luego lo encontraron muerto el mismo día según información oficial de la diócesis de Auchi.
Dos países atormentados: Nigeria y Haití. Tres mártires: Sor Luisa, P. Vito y pág. Cristóbal. Una fe.
Mientras tanto, ante la tragedia de Nigeria, donde cristianos de diferentes confesiones religiosas son perseguidos, agredidos y asesinados, especialmente desde 2015, no parece que haya una movilización visible y urgente como la situación requiere.
BC/IS.
LUNES 27 DE JUNIO DE 2022.