Marx fundó la ideología de género: no se evidenció por la tardía publicación de su obra clave

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La ideología de género no solo está siendo utilizada por los movimientos neocomunistas para, según su doctrina, «explotar las contradicciones» como instrumento de transformación social, sino que pertenece a los orígenes mismos de la ideología marxista

Lo explica el escritor y profesor Paul Krause en un reciente artículo en Crisis Magazine.

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El marxismo y la revolución de género

por Paul Krause.

Crisis Magazine.

La Revolución de Género es fundamentalmente marxista.

Tanto si la gente es consciente de ello como si no, la raíz de la ideología de género es marxista, y su táctica es la construcción de la sociedad igualitaria a través de la eliminación de la división de género. Y la revolución de género es otra punta del ataque total a la familia.

Una obra casi desconocida durante 65 años

La mayoría de la gente conoce a Karl Marx por haber escrito El manifiesto comunista y posiblemente El capital. Menos conocen su obra La ideología alemana. Pero La ideología alemana sienta las bases de la dialéctica materialista y del movimiento hacia el comunismo.
Solo se menciona una vez, pero el breve comentario de Marx señala cuál es el punto de partida de la desigualdad: la división sexual del trabajo que es el resultado de la división biológica entre el hombre y la mujer.

Hablando de cómo la división del trabajo comenzó en las antiguas sociedades tribales y se desarrolló a partir de ahí, desencadenando así la desigualdad que proviene de esta división del trabajo, Marx dice: «Ahí se desarrolló la división del trabajo, que originalmente no era más que la división del trabajo en el acto sexual, luego esa división del trabajo que se desarrolla espontáneamente o ‘naturalmente’ en virtud de la predisposición natural

Portada de 'La ideología alemana' de Marx y Engels.

‘La ideología alemana’ de Marx y Engeles fue escrita en 1845, antes de la publicación de ‘El capital’ en 1867, pero no se publicó completa por primera vez hasta 1932, cuando lo hizo el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú. Ninguno de los primeros teóricos del comunismo pudo leer la obra.

El origen de la desigualdad, la división del trabajo, es «la división del trabajo en el acto sexual». Es esta división del trabajo en el acto sexual la que reconoce la distinción entre lo masculino y lo femenino, la que establece la conciencia de la división de la que fluyen todas las divisiones del trabajo posteriores y la creciente desigualdad.

Si el acto sexual y la división entre géneros es la raíz misma de toda desigualdad, el único medio por el que esta desigualdad puede ser negada es a través de la androgenización de la naturaleza humana, en la que la diferencia sexual entre hombre y mujer sea abolida.

Las marxistas feministas

Las lectoras feministas de Marx, como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone, aprovecharon esta visión supuestamente profunda de Marx.

En su libro El segundo sexo, Beauvoir articuló el punto de vista de que la masculinidad es lo dado metafísicamente y la «creación» de la feminidad somete las mujeres a los hombres como el otro inferior.

En La dialéctica del sexo, Firestone vinculó la opresión de la mujer a la «división sexual del trabajo», en la que la mujer era como el proletariado controlado por el macho capitalista. Firestone, que dedicó su obra a Beauvoir, coincidía con su heroína en que hasta que las mujeres pudieran separarse de los hombres y hacerse con el control de los medios sexuales de reproducción, sería imposible que surgiera una sociedad igualitaria y liberadora.

Firestone escribió: «En el caso del feminismo, el problema es moral: la unidad familiar biológica siempre ha oprimido a las mujeres y a los niños, pero ahora, por primera vez en la historia, la tecnología ha creado condiciones previas reales para derrocar estas condiciones ‘naturales’ opresivas, junto con sus refuerzos culturales. En el caso de la nueva ecología, encontramos que independientemente de cualquier postura moral, solo por razones pragmáticas de supervivencia, se ha hecho necesario liberar a la humanidad de la tiranía de su biología».

El marxismo economicista

En este sentido, los ideólogos de género, empezando por las feministas marxistas de mediados del siglo XX, fueron unos lectores más fieles de Marx que cualquiera de sus lectores economistas de finales del siglo XIX que fundaron los diversos partidos comunistas y socialistas inspirados en los escritos económicos de Marx.

Los lectores masculinos de Marx solo se centraron en la dialéctica económica del capitalismo-proletariado; ninguno prestó atención a la verdadera tipología de la dialéctica material y a la raíz de la desigualdad, que no es el capitalismo, el agrarismo o la esclavitud, sino el acto sexual en sí mismo. ¿Cómo ha ocurrido esto?

La ideología alemana, aunque fue escrita hacia 1846, no se publicó hasta 1932. Siguió siendo uno de los escritos inéditos de Marx -como los Manuscritos económicos, de 1844- y no estuvo a disposición de los lectores hasta su publicación a principios de la década de 1930.

Los marxistas clásicos de la variedad económica fueron lectores de El manifiesto comunista El capital, pero se perdieron la génesis misma de la ideología marxista, que permaneció desconocida hasta 1932. Las lectoras feministas de Marx que leyeron La ideología alemana pudieron posteriormente tener la visión total del marxismo y su plena comprensión que los marxistas político-económicos del marxismo clásico y sus partidarios implantados no habían tenido.

Contra la familia

Entre los nuevos lectores de Marx se encontraban pederastas abusadores sexuales como Michel Foucault y sus afines, que se alinearon con las feministas radicales en la táctica del nuevo marxismo que era, bajo esta nueva luz, el auténtico marxismo que todos, desde Eduard BernsteinVladimir Lenin y León Trotsky se habían perdido.

El nuevo marxismo -es decir, el auténtico marxismo- revelado ahora gracias a la publicación de La ideología alemana, no hace la guerra contra el capitalismo o las fuerzas económicas en sí, sino contra lo que causó que las fuerzas de la producción económica condujeran a la división -y por tanto a la desigualdad- en primer lugar: el género y la familia. (¿No suena familiar?)

Para el marxista de género debe haber una guerra total contra todas las ciencias, disciplinas e instituciones que sostienen la distinción de género entre el hombre y la mujer porque, mientras esta división entre los sexos viva, la desigualdad prosperará porque la división entre el hombre y la mujer implica que hay una «predisposición natural» a diferentes deseos y talentos que sirve para dividir a los humanos, lo que lleva a la distribución desigual del trabajo, que es el género de la desigualdad.

'Papá está en casa' de Roger Wilkerson.

La familia se convierte en el enemigo a batir por la ideología de género porque en ella, según la dogmática marxista, se encuentra el germen de la desigualdad. Imagen: «Papá ya está en casa», de Roger Wilkerson

Después de comentar cómo los orígenes de la desigualdad estaban en el acto sexual, Marx escribió: «Con la división del trabajo, en la que están implícitas todas estas contradicciones, y que a su vez se basa en la división natural del trabajo en la familia y en la separación de la sociedad en familias individuales opuestas entre sí, se da simultáneamente la distribución, y de hecho la distribución desigual… cuya primera forma se encuentra en la familia, donde la esposa y los hijos son los esclavos del marido. Esta esclavitud latente en la familia, aunque todavía muy burda, es la primera propiedad, pero incluso en esta primera etapa corresponde perfectamente a la definición de los economistas modernos según los cuales es el poder de disponer de la fuerza de trabajo de otros.»

Por lo tanto, la familia debe ser destruida por la ideología de género. La propia noción de familia implica propiedad y distinción en lugar de universalidad e igualdad.

Además, la unidad familiar es la primera estructura que engendra la desigualdad. Porque la familia es la manifestación de la división sexual del trabajo original.

Volvamos a lo que dijo Firestone sobre que la familia siempre oprime a las mujeres y a los niños. Está sacado directamente de Marx, el recién descubierto Marx del siglo XX.

La guerra contra el género es una guerra contra la familia porque la división sexual del trabajo, que es la raíz de toda desigualdad según Marx, está implantada en la familia, e influye en el Estado y sus leyes.

El sueño del igualitarismo requiere, desde la disposición marxista, la erradicación de la división de género porque es la división de género la raíz de toda desigualdad.

Aquí es donde la nueva ideología de género cierra el círculo. La propia naturaleza del género refuerza la desigualdad que proviene de la división sexual del trabajo.

Adiós a la naturaleza, adiós al amor

El objetivo de la ideología de género es la erradicación del género porque, según Marx y sus fieles intérpretes, la erradicación del género es el primer peldaño para derribar la división sexual del trabajo, que es la causa de toda desigualdad y opresión en el mundo.

Así, desmantela el bloque de construcción de la unidad familiar opresiva que instaló este pecado original de la división de género hace mucho tiempo.

amor_trabajo

El marxismo -y su versión feminista- no entiende casi nada del amor, y todo lo ve en clave de trabajo, producción y opresión… también la familia y la relación entre hombres y mujeres

Mientras la naturaleza permanezca, la división permanecerá; y mientras la división permanezca, existirá la desigualdad. Y esto implica la superación de la naturaleza porque la naturaleza tiene una división de los sexos.

En la medida en que la familia es esa «célula original» de la vida social, como sostiene la Iglesia y sabían los más venerables filósofos de la antigüedad (como Aristóteles y Cicerón), eso significa también que el ataque a la familia -que es la guerra de género- se concibe como una guerra santa liberadora.

Mientras existan las familias, existirá la división sexual del trabajo. Si las familias y la división sexual del trabajo existen, la igualdad no puede ser alcanzada.

Quien se alía con la revolución de género se alía con la destrucción de las familias y de las enseñanzas de la Iglesia.

El sueño del yo que se hace a sí mismo y el sueño de un mundo libre de la desigualdad forjada por la división sexual es el marxismo ortodoxo.

La consecuencia (no) pretendida de esta guerra es que sin la familia no hay afectividad de primer orden; así, el amor muere también en el mundo moderno porque el amor es intensamente particular y nace de esa división sexual del trabajo y de la familia que el marxismo pretende erradicar.

Dado que la igualdad, y no el amor, es el objetivo del marxismo, el amor tampoco puede existir en una utopía marxista.

Sabemos que el amor es necesario ahora más que nunca. Sin embargo, sin las familias el amor se marchitará.

Traducido por Elena Faccia Serrano.

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