Los prelados europeos bendicen (su versión de) el Gran Reinicio.

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“Con nuestra fe cristiana en el Cristo Resucitado tenemos la esperanza de que Dios puede convertir todo lo que sucede en algo bueno, incluso aquellas cosas que no comprendemos y que parecerían malas”, reza la carta abierta enviada por los presidentes de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea. Y resucito la frase no solo por contener la única referencia de todo el texto que lo hace reconociblemente cristiano, sino también porque es la más cierta, quizá la única cierta: nuestra esperanza es que Dios convierta en bueno algo que nos cuesta tanto comprender y que nos parece tan malo como la actual jerarquía eclesiástica.

Es un destilado de las preocupaciones de los prelados de hoy, en línea milimétricamente ajustada a la visión geopolítica ahora en boga en el Vaticano y en marcado contraste con lo que han sido hasta ahora los mensajes prioritarios de los pastores católicos, que empeora por la repetición de tópicos que ya eran bastante cuestionables en su primera formulación.

Por ejemplo: “La pandemia que nos ha azotado en estos últimos meses ha sacudido muchas de nuestras seguridades anteriores y ha revelado nuestra vulnerabilidad y nuestra interconexión”. Uno apenas sabe por dónde coger esta frase, que es solo el eco de uno de los mensajes más repetidos de Su Santidad.

Podríamos empezar por decir que lo que de verdad nos ha ‘azotado’ estos últimos meses no ha sido tanto una ‘pandemia’ de naturaleza y dimensiones bastante modestas para lo que ha vivido nuestra historia, como la reacción de los gobiernos, copiándose unos a otros en un perfecto ensayo del anhelado gobierno global medidas que no han hecho más que empeorar la situación, no han logrado sus objetivos sanitarios, han arruinado economías enteras, dejado en la calle a millones de personas y permitido a los gobiernos recortar libertades hasta extremos inconcebibles.

Pero es más esperpéntica la segunda parte de la frase, esa de que una epidemia que ha matado a poco más del 0.0001% de la humanidad ha sacudido “nuestras seguridades anteriores”, como si antes de la llegada del Covid el hombre hubiera sometido la enfermedad y desterrado la muerte. En cuanto a la ‘interconexión’, la referencia parece un cruel sarcasmo cuando uno piensa hasta qué punto es precisamente la ‘interconexión’ lo que acelera las plagas y su negación misma, a nivel personal, es lo que se nos impone, con universal aplauso de nuestros pastores.

¿Y qué preocupa a nuestros prelados de esta peste? ¿Los muertos y enfermos, la dificultad de los fieles para acudir a los sacramentos, las amenazas que ha hecho surgir contra la libertad religiosa, el cierre de iglesias y la interrupción de la Santa Misa? ¡Dios les libre de tener ideas tan ‘clericales’ y ‘rígidas’! No, les preocupaba “que la propia Unión Europea, como proyecto económico, político, social y cultural, estuviera en peligro”. De algún modo que ignoramos y en algún momento que se nos ha pasado por alto, es postura oficial de la Iglesia católica que el proyecto económico, político, social y cultural de la Unión Europea -que incluye ‘valores’ de tan profunda raigambre cristiana como el derecho universal al aborto y el matrimonio homosexual- es un bien positivo y deseable.

Pero no se quieren parar aquí. “No debemos limitarnos a dedicar todos nuestros esfuerzos a volver a la “vieja normalidad”, sino que debemos aprovechar esta crisis para lograr un cambio radical para mejorar. Ello obliga a replantear y reestructurar el actual modelo de globalización”. ¿Les suena? Todo el mundo está hablando de ello, al menos todo el mundo que cuenta. No, los descartados están a otras cosas, pero la gente que cuenta, desde el Foro Económico Mundial a la Comisión Europea, todos hablan del Gran Reinicio (Great Reset). Ahora, con la bendición de Su Santidad.

De hecho, dicen, “el Papa Francisco, con su Encíclica Laudato Si’, ha proporcionado una brújula para conformar una nueva civilización”. La brújula no es demasiado específica, hay que reconocer, y en muchas partes recuerda más bien a recetas que en la reciente historia se han traducido en trágicos fracasos. Pero da igual, si todos nos cogemos de las manos seguro que nos sale una “nueva civilización”, ese paraíso en la tierra que ha sido una permanente tentación para los ideólogos.

Con información de InfoVaticana/Calos Esteban

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