Solo en este fin de semana, Su Santidad ha dicho que es inmoral negarse a la vacunación contra el SARS-2 y ha lamentado el ‘asalto’ al Congreso norteamericano que, según van saliendo vídeos, más parece una mezcla de desfile de Carnaval y visita guiada en jornada de puertas abiertas. De que el gobierno que ha apoyado en su propia patria haya sido el primero de la zona en legalizar el aborto no ha dicho una sola palabra, en una extrañísima distribución de prioridades.
Como podrá comprobar cualquiera, los mensajes del Papa se vuelven cada día más redundantes, en el sentido obvio de que solo añaden cierto barniz eclesial a lo que ya nos aleccionan nuestras autoridades, súbitamente internacionales, como un eco cada vez más lejano.
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Todo esto nos recuerda, como hace el vaticanista Sandro Magister en su blog, a la trampa de la sinodalidad. El Papa tiene autoridad plena e irrestricta sobre la Iglesia, concedida por el propio Jesucristo, y Francisco la ejerce sin titubeos, pero la proliferación de sínodos y asambleas y la aparente ‘escucha atenta’ a las iglesias nacionales dan la falsa sensación de descentralización de las decisiones, exactamente igual que en el mundo se habla más alto y fuerte de ‘democracia’ a medida que se hace más evidente que la opinión del ‘pueblo’ no pinta absolutamente nada.
La sinodalidad se convierte, así, en un magnífico disfraz para presentar las novedades más revolucionarias como una cesión a los obispos que, a su vez, estarían en ‘escucha atenta’ de lo que digamos los fieles. Todos podemos ver, sin embargo, que el Santo Padre fulmina y promociona sin encomendarse a nadie y que todos esos obispos inundados de santa parresia marcan el paso con tan errónea obediencia que no solo obedecen, como deben, las órdenes de Roma, sino que incluso plagian fielmente los tics, obsesiones y tendencias políticas de Su Santidad.
Con información de InfoVaticana/Carlos Estaban