«“La prosperidad, de hecho, a menudo nos vuelve ciegos, superficiales, orgullosos», estima el papa

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En el marco de la celebración de la misa en sufragio de los cardenales y obispos difuntos a lo largo del año, el Papa Francisco exhortó a enfrentar el misterio de la muerte, mediante «el arte de esperar la salvación del Señor», mansamente y en silencio, ya que en medio del dolor, «los que se aferran al Señor, ven que Él abre el sufrimiento y lo transforma en una puerta por la que entra la esperanza».

Sofía Lobos – Ciudad del Vaticano

La mañana del jueves 4 de noviembre el Papa Francisco presidió la Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos durante el año, en el altar de la Cátedra en la Basílica de San Pedro.

Reflexionando sobre la primera lectura del libro bíblico de las Lamentaciones (Lam 3,26) el Santo Padre recordó en su homilía, la importancia de «esperar en silencio la salvación del Señor» que nunca deja de cumplir sus promesas, especialmente ante uno de los momentos más trascendentales de la vida humana: la muerte.

“¡Qué importante es aprender el arte de esperar al Señor! Esperarlo mansamente, con confianza, ahuyentando fantasmas, fanatismos y clamores; conservando, sobre todo en los momentos de prueba, un silencio lleno de esperanza. Así es como nos preparamos para la última y mayor prueba de la vida, la muerte”

Pedir la gracia de saber esperar la salvación del Señor

Pero antes –añadió el Pontífice– están las pruebas del momento, está la cruz que tenemos ahora, y para la que pedimos al Señor la gracia de saber esperar allí, justo allí, su salvación venidera.

En este sentido, el Papa puntualizó que cada uno de nosotros necesita madurar en esto, sobre todo, teniendo en cuenta que ante las dificultades y los problemas de la vida, es difícil ser paciente y sereno:

“La irritación se instala y el desánimo suele aparecer. Así puede ocurrir que nos sintamos fuertemente tentados por el pesimismo y la resignación, que lo veamos todo negro. En la prueba, ni siquiera los bellos recuerdos del pasado pueden consolarnos, porque la aflicción lleva a la mente a detenerse en los momentos difíciles. Y esto aumenta la amargura, parece que la vida es una cadena continua de desgracias”

Dios transforma la angustia de la muerte en esperanza

Asimismo, Francisco hizo hincapié en la importancia de no decaer al toparnos con el misterio de la muerte, recordando que el Señor marca un punto de inflexión en nuestras vidas, ya que justo en el momento en el que parece que tocamos fondo, «en el momento del abismo, en la angustia del sinsentido, Dios se acerca para salvar».

«Y cuando la amargura alcanza su punto álgido, la esperanza vuelve a florecer de repente», dijo Francisco, subrayando que en medio del dolor, «los que se aferran al Señor ven que Él abre el sufrimiento, lo transforma en una puerta por la que entra la esperanza… Es una experiencia pascual, un pasaje doloroso que se abre a la vida, una especie de trabajo espiritual que en la oscuridad nos hace volver a la luz».

Igualmente, el Pontífice explicó que este punto de inflexión no se produce porque los problemas hayan desaparecido, sino porque la crisis se ha convertido en una misteriosa oportunidad de purificación interior.

“La prosperidad, de hecho, a menudo nos vuelve ciegos, superficiales, orgullosos. En cambio, el paso por la prueba, si se vive al calor de la fe, a pesar de su dureza y sus lágrimas, nos hace renacer, y nos encontramos diferentes al pasado”

En el misterio del dolor descubrimos la paternidad de Dios

Antes de finalizar su homilía, Francisco destacó que las pruebas de nuestro camino personal y espiritual nos renuevan, «porque eliminan muchas de las escorias y nos enseñan a mirar más allá de la oscuridad». Por ello, es fundamental saber que no estamos solos, sino que Dios nos acompaña sobre todo en nuestro dolor, como un padre que ayuda a su hijo a crecer bien estando cerca de él en sus dificultades:

“El dolor sigue siendo un misterio, pero en este misterio podemos descubrir de manera nueva la paternidad de Dios que nos visita en la prueba, y llegar a decir, con el autor de las Lamentaciones: «El Señor es bueno con los que esperan en él, con los que lo buscan» (v. 5)”

Recemos por los cardenales y obispos difuntos

Y precisamente con este espíritu, el Pontífice concluyó su alocución invitando a rezar por los cardenales y obispos que nos han dejado en el último año:

«Algunos de ellos murieron a consecuencia de Covid-19, en situaciones difíciles que agravaron su sufrimiento. Que estos hermanos nuestros saboreen ahora la alegría de la invitación evangélica que el Señor dirige a sus siervos fieles: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25,34)».

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