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«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» Jn 1,1
La Palabra existe, está y es: lo que significa que no es un objeto sino un sujeto que supera el tiempo, que es una persona que tiene vida, que es un ser que tiene una identidad propia, que es el mismísimo Hijo de Dios. Posee el ser en grado pleno, genera el ser a las creaturas, tiene el mismo grado de existencia de Dios, se identifica con Dios. Esa Palabra es el Verbo de Amor.
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«Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe» Jn 1,3
Es la Palabra creadora de Dios, la que dijo: “Hágase el cielo…. hágase el mar… hágase la tierra”, es la misma Palabra que hizo al ser humano, pues estaba con Dios cuando Él dijo: “Hagamos al hombre a nuestra semejanza” Gen. 1,26. Sabemos que esta Palabra es Cristo, pues así lo afirma el himno a los Colosenses: “todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia” 1, 16-17. Es pues Cristo, la causa y la finalidad de la Creación.
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«En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres» Jn 1,4
La Palabra genera vida, ella misma es la vida y posee la vida; en esto sabemos que esa Palabra es Cristo: “Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo” Jn 5,26. Cristo mismo afirma: «Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre» Jn 10,17-18. Es Cristo la Luz y la Vida de los hombres.
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«Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» Jn 1,14
La Palabra se encarna, se humaniza. La Palabra eterna se hace temporal, viene a estar entre nosotros: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” Gal 4,4. Jesucristo es el Dios-con-nosotros, el Emmanuel; quién renunció a sus prerrogativas divinas, pues «se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre» Fil 2,7. Jesucristo se hace hombre para salvarnos y redimirnos.
Celebremos con alegría y amor el Domingo de la Palabra de Dios, dejemos que ella llegue a nuestro corazón y germine, como una semilla que empieza a gestar vida. Que esta Palabra sea una «lámpara para nuestros pasos», una «luz en nuestros senderos» (Cf. Sal 119,105). Que Cristo, Palabra de Dios hecha carne, que nos ha llamado a participar de su vida divina, como a los Apóstoles Pedro y Andrés, Santiago y Juan, sea el camino y la verdad que nos lleve al Padre, en el Espíritu Santo. Amén.
Por P. Crispin