Son pocos los datos sobre la situación de la familia después de la pandemia; sin embargo, un “demoledor” reporte fue presentado el 31 de enero gracias a los estudios del Centro de Estudios de Familia, Bioética y Sociedad (CEFABIOS) de la Universidad Pontificia de México. Y resulta novedoso porque, quizá, sea uno de los escasos organismos que dan seguimiento al estado de lo que, en su momento, fue llamada la “célula de la sociedad”.
Así, el Observatorio Nacional de la Familia (ONF), instancia de la Dimensión Familia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) presentó la realidad de las personas del núcleo familiar después de la pandemia. Sus resultados parecen nada alentadores.
El Reporte sobre la familia en México 2022: Retos y transformaciones en clave de esperanza ofrece un pormenorizado diagnóstico del cual emergen distintas familias post covid. El Observatorio ha emitido informes periódicos para mantener informado a los obispos de México acerca de los problemas que aquejan a los padres, madres, hijos y a todos los que integren una familia.
La pregunta inicial fue, a la vez, provocadora e inquietante: ¿Qué futuro nos espera? Si bien la familia es de las instituciones más relevantes para la población mexicana, las dinámicas familiares cambian de forma vertiginosa. Ya no es posible decir que existe un modelo o arquetipo de familia nuclear; por el contrario, el Reporte da cuenta del crecimiento de hogares donde la cabeza son las madres solteras.
El matrimonio también ha sido afectado. Aunque el Reporte afirma que la familia formada por un hombre y una mujer unidos en matrimonio “es la importante”, destaca que la disminución de hogares formados por una pareja unida en el consorcio matrimonial: En 2000 eran 60.06% de los hogares en el país, en 2010 bajaron a 51.86% y en 2020, a 43.59%, según indica el estudio. Destaca el aumento de las uniones libres y de las personas que prefieren vivir en la soledad.
Lo anterior se agudizó por la pandemia del covid-19 empobreciendo y golpeando a los más pobres. Según el Reporte, preocupa el elevado número de niños que han perdido a uno o ambos padres. Más de 130 mil niños son huérfanos a causa de la pandemia y más de 141 mil menores perdieron a su cuidador principal.
La pandemia causó estragos en diversos aspectos del desarrollo de la familia, pero estas causas podrían ser imputables a dinámicas políticas y económicas anteriores, reflejo de la crisis antropológica y humanitaria. El aumento de la pobreza, las deficiencias educativas y el desamparo emocional parecen desalentadores para el futuro de esta institución. La pandemia cambió las dinámicas familiares y, a la vez, alumbrar con esperanza nuevos panoramas que la sociedad enfrenta. La importancia de la familia es un hecho social y los especialistas consideran que abre una nueva posibilidad como fundamento de la nueva biopolítica.
Pero hay otro aspecto que no deja de llamar la atención. Ese es el de la intervención del Estado. Y se pregunta: ¿Hasta qué punto el Estado puede intervenir dentro de las relaciones familiares? ¿En qué punto deja de ser subsidiario del bienestar familiar para convertirse en el mejor capacitado para decidir la educación de los niños? Los especialistas de la Universidad Pontificia de México aseguran que el “sentido último de la vida en sociedad depende de los lazos familiares”, agraviados por los ataques contra la vida de los no nacidos, de no reconocer los derechos de quienes están en el vientre de la madre, los cambios de sexo o la reducción de la sexualidad humana a lo puramente genital.
A pesar de este panorama que parece sombrío, la familia puede abrir cauces de esperanza. La Iglesia tiene un papel preponderante que debe recuperar. Si Ella se ha preocupado por la familia, ahora lo debe hacer con más énfasis si queremos la posibilidad de un futuro como sociedad. El Reporte asegura que es necesario anunciar la belleza del matrimonio y la familia y tiene razón.
En el mundo postpandemia comienza a crecer una generación cuyas familias ya no son lo que eran antes. Es necesaria una nueva dinámica reconociendo que la realidad ha modificado, para siempre, su naturaleza. Como afirma el Papa emérito Benedicto XVI: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia”.