Creados a imagen y semejanza de DIOS (Cf. Gen 1,26-27), los hombres estamos dotados de inteligencia para conocer y discernir; y por otra parte, tenemos capacidad para optar o tomar decisiones inteligentes, sabias, que tiendan a los resultados mejores. No obstante vivimos en medio de una complejidad de causas que hace de nuestra existencia algo arriesgado y la incertidumbre se hace presente. En determinada lectura de las cosas es posible la apariencia del azar, porque las causas profundas no son visibles, y el establecimiento de las circunstancias escapa al control de las mentes más capaces y las voluntades probadamente eficaces. Lo que está ante nuestros ojos como algo fortuito, obedece a planes que superan la comprensión humana. Decía el profeta Isaías la semana pasada: “como dista el Cielo de la tierra, así distan mis pensamientos de los vuestros” (Cf. Is 55,9). Lejos de entristecernos esta desemejanza, al mismo tiempo que mantenemos una analogía de la inteligencia y voluntad divina, nos tiene que afirmar en la convicción de haber sido dotados para el encuentro con DIOS en la visión y el pleno conocimiento por nuestra parte. Pero antes de conocer con exactitud al Dueño de la Viña tendremos que trabajar en ella durante un tiempo como vimos también la semana anterior. De nuevo el evangelio de este domingo trae a nuestra contemplac
La Divina Voluntad
Ezequiel 18,25-28 | Salmo 24 | Filipenses 2,1-11 | Mateo 21,28-32
