* Hace 224 años los ejércitos franceses revolucionarios invadieron los Estados Pontificios y secuestraron al Papa, que murió en el exilio tildado de «ciudadano».
Un día como hoy, 20 de febrero, el Papa Pío VI era detenido y deportado a Francia por las tropas revolucionarias francesas. No sería la última vez, ya que Napoleón ordenaría el arresto de su sucesor, Pío VII, pero esa es otra historia.
En mayo de 1796, durante las guerras revolucionarias, Napoleón Bonaparte avanzó sobre Lombardía para luchar contra los austriacos, a quienes derrotó, entrando ese mes en Milán.
Para evitar la conquista completa de los Estados Pontificios, el 23 de junio de 1796 se firmó la Tregua de Bolonia bajo las condiciones draconianas de Napoleón: el Pontífice tuvo que pagar 21 millones de francos, liberar a todos los criminales políticos, dejar libre acceso a los barcos franceses en los puertos papales, la ocupación de la Romaña por tropas francesas, etc… En la Paz de Tolentino, el 19 febebrero de 1797, Pío VI fue obligado a entregar los territorios de Aviñón, Venaissin, Ferrara, Bolonia y la Romaña; a pagar 15 millones de francos y a entregar numerosas y costosas obras de arte y manuscritos de los tesoros vaticanos. El avance francés parecía imparable.
Finalmente, en 1798 se declaró la República Romana, se legalizaron el matrimonio civil y el divorcio, se cerraron los monasterios y se confiscaron las propiedades de la Iglesia; en París fue arrestado el representante pontificio. Las tropas francesas entraron en Roma el 15 de febrero de 1798, el día en que se cumplía el XXIII aniversario del pontificado de Pío VI.
El Santo Padre fue apresado la noche del 20 de febrero, recluido en un convento de Siena y luego trasladado a un monasterio a las afueras de Florencia. Los franceses temieron que su presencia en Italia sirviera de foco para los contrarrevolucionarios, por lo que decidieron trasladarlo a Cerdeña. Sin embargo, el delicado estado de salud del Papa no permitió el viaje a la isla.
En marzo, Pío VI, con 81 años, fue subido a la fuerza a un carruaje que atravesó los Alpes. La comitiva pasó por Bolonia, Parma, Turín, Grenoble y Briançon. El Pontífice llegó muy débil a Valence-sur-Rhône, deportado en calidad de prisionero de Estado.
En sus últimas palabras rogó a Dios el perdón para sus carceleros. Se dice que el prefecto de la localidad inscribió en el registro de defunciones: «Falleció el ciudadano Braschi, que ejercía profesión de pontífice». Está enterrado en la Basílica de San Pedro.
Pío VI
Nacido en Cesena, cerca de San Marino, el 25 de diciembre de 1717, Pío VI fue el Pontífice 250 de la Iglesia católica y su reinado tuvo lugar entre 1775 y 1799, siendo uno de los más largos de la historia, y en el que se produjo la Revolución francesa, que hubo de sufrir en sus propias carnes.
Giannangelo Braschi, que así se llamaba, fue ordenado sacerdote en 1755, año en el que viajó a Roma para ser secretario del Papa Benedicto XIV.
El 6 de julio de 1758 Clemente XIII fue elegido sucesor de Benedicto. Clemente nombró a Braschi auditor de la Cámara Apostólica. En 1766 fue nombrado tesorero de la misma, cargo que desempeñó hasta 1773.
El 19 de mayo de 1769 Clemente XIV fue elegido Sucesor de Pedro en sucesión de Clemente XIII. Este Pontífice, que pasará a la historia por disolver la Compañía de Jesús, creó cardenal a Braschi el 26 de abril de 1773.
Al año siguiente, tras la muerte de Clemente, Braschi fue elegido Papa a los 58 años tras un cónclave de más de cuatro meses. Tuvo que ser consagrado obispo sobre la marcha, y eligió el nombre de Pío VI. “Pío V es el último papa a quien la Iglesia ha puesto en el número de los santos: yo quiero caminar sobre sus pisadas para llegar a la felicidad que goza”, dijo Braschi al escogerlo.
A pesar de su simpatía hacia los jesuitas no se atrevió a revocar la bula de su supresión. Sin embargo, sí ordenó la liberación de su general, prisionero en el Castillo de Sant’Angelo, aunque el general falleció antes que el decreto de su liberación llegara.
Durante su papado llegó a hacer un viaje apostólico, a Viena. Fue en 1782 con motivo de la política religiosa que estaba emprendiendo José II, contraria a los intereses de la Iglesia; sin embargo, de poco sirvió, ya que el emperador continuó con sus reformas.
Pío VI condenó el Sínodo de Pistoya, que pretendía reformar la Iglesia; reorganizó las finanzas de los Estados Pontificios; mando construir la sacristía de la Basílica de San Pedro; erigió la primera diócesis en Estados Unidos, la de Baltimore; rechazó la «Constitución civil del clero» francesa y la ejecución de Luis XVI.
Murió en Francia, en Valence-sur-Rhône, 100 kilómetros al sur de Lyon, el 29 de agosto de 1799.
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