«La conversión es cambiar de dirección, orientar el camino hacia nuevas metas»

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En la segunda audiencia jubilar del 2025, el Papa Francisco se detuvo en el «cambio de rumbo» que nace del encuentro con Cristo. Volviendo la mirada hacia Él, se entra en los «sueños de Dios» y en la esperanza. El ejemplo de María Magdalena, «apóstol de los apóstoles»

Un «cambio de rumbo» y «de perspectiva», volver nuestros pasos y nuestra mirada hacia Dios y entrar «en sus sueños»: esto es lo que espera el Papa Francisco de cada hombre y mujer que se hace peregrino en la tierra en este Año Santo de la Esperanza. Esperanza que resuena con fuerza en las voces y en los rostros emocionados de unos ocho mil peregrinos de las diócesis campanas de Caserta y Capua, que abarrotaban esta mañana el Aula Pablo VI. Otros dos mil fieles, procedentes de la diócesis de Sulmona-Valva, en los Abruzos, siguieron la Audiencia Jubilar desde la Basílica de San Pedro. Al final, el Pontífice fue a saludarles en persona.

Audiencia jubilar en el Aula Pablo VI

Audiencia jubilar en el Aula Pablo VI

La esperanza que nunca defrauda

«El Jubileo – explicó Francisco – es para las personas y para la Tierra un nuevo comienzo; es un tiempo en el que todo debe replantearse dentro del sueño de Dios. La conversión – añadió – es precisamente esto: cambiar de dirección, mirar las cosas desde otra perspectiva, orientar el camino hacia nuevas metas».

“Así surge la esperanza que nunca defrauda (…). Y también para nosotros la experiencia de la fe se ha visto estimulada por el encuentro con personas que han sido capaces de cambiar en la vida y han entrado, por así decirlo, en los sueños de Dios”

María Magdalena, curada por la misericordia de Dios

A continuación, el Papa se detuvo en la figura de María Magdalena, curada por la misericordia de Dios: «La misericordia cambia el corazón – subrayó – y a María Magdalena, la misericordia la devolvió a los sueños de Dios y dio nuevas metas a su camino». Sobre todo, el Pontífice subrayó que María Magdalena es la que se vuelve: no mira la tumba vacía, sino hacia el Resucitado. Y se vuelve de nuevo cuando oye pronunciar su nombre.

“Así crece su esperanza: ahora ve la tumba, pero no como antes. Puede secarse las lágrimas, porque ha oído su propio nombre: sólo su Maestro lo pronuncia así. El viejo mundo parece seguir ahí, pero ya no existe”

El Papa saluda a los peregrinos congregados en la Basílica Vaticana

El Papa saluda a los peregrinos congregados en la Basílica Vaticana

Abandonar el orgullo que impide reconocer a Jesús

De María Magdalena, pues, «apóstol de los apóstoles», podemos aprender la esperanza, la esperanza que conduce «a un mundo nuevo» a través de la conversión constante. De ahí la pregunta que el Papa Francisco dirigió a cada fiel:

Preguntémonos hoy: ¿soy capaz de volverme y mirar las cosas de otra manera, con otra mirada? ¿Tengo el deseo de convertirme?  Un ego demasiado confiado, demasiado orgulloso, nos impide reconocer a Jesús resucitado: incluso hoy, su aspecto es el de la gente corriente que fácilmente se queda atrás. Incluso cuando lloramos y nos desesperamos, lo dejamos atrás. En lugar de mirar hacia la oscuridad del pasado, hacia el vacío de una tumba, de María Magdalena aprendemos a volvernos hacia la vida. Allí nos espera nuestro Maestro. Allí se pronuncia nuestro nombre.

En la vida real, siempre hay sitio para todos, siempre hay una misión para todos, la que nos ha dado el Señor. Y este pensamiento, concluyó el Pontífice, nos ayuda a vivir la vida con valentía.

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Saludo a los fieles presentes

En su saludo a los dos grupos de peregrinos presentes, Francisco recordó, en primer lugar, la visita que hizo a Caserta el 26 de julio del 2014:

“Que el recuerdo de aquel acontecimiento, lleno de significado eclesial y espiritual, reavive en cada uno la voluntad de profundizar en la vida de fe y de ser siempre testigos de esperanza y artífices de paz”

A los fieles de Sulmona – Valva, en cambio, el Papa los animó a comprender y acoger cada vez más el amor de Dios, «fuente y motivo de nuestra verdadera alegría».

Por último, a los seminaristas de Bérgamo, también presentes, los exhortó a «poner siempre a Jesús en el centro de la vida».

Isabella Piro.

Ciudad del Vaticano.

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