La celebración «del amor y la amistad» el Día de San Valentín, mártir

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El Día de San Valentín es una tradición que se ha ido implantando en casi todo el mundo, de manera muy particular en América  pero más lamentable aún es su creciente  comercialización durante el siglo XX y XXI. La costumbre dicta que los enamorados, novios o esposos expresen su amor y cariño mutuamente. Mientras más grande sea el detalle más grande el amor. El comercio compite grandemente por vender, al punto de que la fiesta es tan competitiva como la Navidad.

Muchos piensan que este día se celebra desde hace poco y que surgió por los centros comerciales. Pero, como católicos nos compete clarificar varios detalles. Antes de hacerlo debo admitir que no fue hasta ahora que me interesé en buscar información sobre el particular. Ha sido tan sorprendente y significativo  para mí, que sería egoísta sino lo comparto con ustedes. El origen de esta fiesta proviene de una hermosa e increíble historia que data de  la época del Imperio Romano; señalando como protagonista a Valentín de Terni, un sacerdote católico. La celebración  es de origen anglosajón y comenzó a cobrar notoriedad a partir del siglo XIV,  tomando como nombre de Día de los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.

San Valentín nació en Interamna Terni, unos 100km al norte de Roma, cerca del año 175. Fue ordenado por San Felicio de Foligno y consagrado obispo de Interamna por el Papa Víctor I c. 197. Famoso por su  evangelización, milagros y curaciones, este sacerdote  ejerció en Roma durante el siglo III bajo el gobierno del Emperador Claudio II quien prohibía la celebración de matrimonios entre los jóvenes. El gobernante decía que: “Los solteros sin familia son mejores soldados, ya que no tienen ataduras.”

Valentín consideró que el decreto era injusto y desafió al emperador celebrando  en secreto matrimonios para jóvenes enamorados. El emperador Claudio se enteró y como el sacerdote gozaba de un gran prestigio en Roma, lo llamó al Palacio. Valentín aprovechó la ocasión para hacer proselitismo del cristianismo y aunque en un principio Claudio II mostró interés, el Gobernador de Roma llamado Calpurnio lo persuadió y el emperador optó por su encarcelación. Ocurrió que el oficial Asterius, encargado de encarcelarle lo quiso ridiculizar y lo puso a prueba. “Te reto a que devuelvas la vista a mi hija Julia que nació ciega”. Valentín aceptó e impuso sus manos sobre los ojos de la joven. ”En el nombre del Señor y de su infinito amor, te devuelvo la vista”. En el nombre de Jesús, se obró el milagro.

Este hecho convulsionó a Asterius y su familia, quienes se convirtieron al cristianismo. Valentín siguió preso, no pudieron liberar al sacerdote pues el débil emperador lo mandó a arrestar por temor a un levantamiento de los paganos y del ejército romano. De todas formas fue torturado y decapitado el 14 de febrero del año 270. Lo mataron de noche y en secreto para evitar la reacción del pueblo de Terni donde era muy amado. Como agradecimiento, Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a su tumba y partir de entonces el almendro ha pasado a ser símbolo de amor y amistad duraderos.

En el año 496 DC el Papa Gelasio escogió la fecha del 14 de febrero para honrar a  Valentín. Sus restos mortales se conservan en la Basílica de su mismo nombre, que está situada en la ciudad italiana de Terni (Italia). Cada 14 de febrero  dicho templo celebra  una hermosa ceremonia donde las parejas presentes realizan un acto de compromiso un año antes de contraer matrimonio.

Cabe preguntarnos ¿Cuántos de nosotros estamos dispuestos a ver nuestro matrimonio como una vocación, como una oportunidad de poner ese llamado al servicio del Señor?  San Valentín antepuso su misión a su vida y la ofreció por la validación del sacramento del amor. Hagamos un alto este día para elevar una oración por nuestros matrimonios y pidamos a Dios por el renacer de este sacramento en el mundo.Valentín, Santo.

Por: Mary Torres | Fuente: EvangelizacionCatolica.org

Presbítero y Mártir, 14 de febrero

Patrono de los Enamorados

Martirologio Romano: En Roma, en la vía Flaminia, cerca del puente Milvio, san Valentín, mártir († s. III).

Breve Biografía

Mártir en Roma a finales del siglo III. Entre el pueblo, el día de San Valentín está considerado como «día de la suerte», sobre todo en Alemania; y en Francia, Bélgica, Inglaterra y especialmente América, como «día de los enamorados», en que éstos se hacen promesas, felicitaciones y regalos. Esta costumbre y aquella supersticiosa idea, obedecen a diversos orígenes folklóricos y también al prestigio popular del Santo como milagrero. — Fiesta: 14 de febrero.

El árbol maravilloso del Cristianismo necesita siempre del riego fertilizante de la sangre de los mártires. Árbol que brotó de las ondas de un manantial divino en la cima del Calvario, sus primeros brotes adquirieron vigor y frescura en las rojas oleadas que alzaron las persecuciones de los primeros siglos de la Iglesia.

En sus tiempos primitivos, como en el siglo XX, en que vivimos, el cristianismo sigue vigorizándose con la sangre de sus héroes. Nunca han faltado ni jamás faltarán en la Iglesia de Cristo estos testigos de fe, que llegan hasta la generosa entrega de la vida.

La mayor parte de noticias que de San Valentín romano han llegado hasta nosotros proceden de unas actas apócrifas; por esta causa se hace difícil conocer con exactitud su vida e incluso distinguir entre los hechos que realmente le pertenecen y los de las vidas de otros varios santos que llevan su mismo nombre y que la iglesia desde muchos siglos venera también como mártires. Reseñaremos los que se le atribuyen unánimemente.

Con todo, lo importante en la historia de San Valentín, como en la vida de cuantos cristianos han sido elevados por la Iglesia al honor de los altares, es que seamos capaces de captar la lección que nos traen y que es, en definitiva, el fin principal que la ha movido a darles culto.

San Valentín es para nosotros una ciertísima lección de vida cristiana, llevada hasta el heroísmo, hasta la más plena identificación con Cristo: el martirio.

Situémonos a finales del siglo III. Es la era de los mártires. Por todo el Imperio romano corre el huracán de la persecución.

Valentín, presbítero romano, residía en la capital del Imperio, reinando Claudio II. Su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración de los cristianos y de los mismos paganos. Por su gran caridad se había hecho merecedor del nombre de padre de los pobres.

No podía ser desconocida de la corte imperial la influencia que ejercía en todos los ambientes romanos, y quiso el mismo emperador conocerlo personalmente. Valentín, en aquella entrevista, no dejaría de interceder en favor de su fe católica y contra el estado de persecución en que a menudo se encontraba sumida la Iglesia.

El soberano, que estaba interesado en granjearse la amistad y la colaboración del inteligente sacerdote cristiano, escuchó con agrado sus razones. Por eso intentó disuadirle del que él creía exagerado fanatismo; a lo que replicó Valentín evangélicamente: «Si conocierais, señor, el don de Dios, y quién es Aquel a quien yo adoro, os tendríais por feliz en reconocer a tan soberano dueño, y abjurando del culto de los falsos dioses adoraríais conmigo al solo Dios verdadero».

Asistieron a la entrevista, un letrado del emperador y Calfurnio, prefecto de la ciudad, quienes protestaron enérgicamente de las atrevidas palabras dirigidas contra los dioses romanos, calificándolas de blasfemas. Temeroso Claudio II de que el prefecto levantara al pueblo y se produjeran tumultos, ordenó que Valentín fuese juzgado con arreglo a las leyes.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto, Valentín continuó haciendo profesión de su fe, afirmando que es Jesucristo «la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».

El juez, que tenía una hija ciega, al oír estas palabras, pretendiendo confundirle, le desafió: «Pues si es cierto que Cristo es la luz verdadera, te ofrezco ocasión de que lo pruebes; devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano».

Valentín hizo llamar a la joven a su presencia, y elevando a Dios su corazón lleno de fe, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz, exclamando: «Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva».

Al pronunciar estas palabras, la muchacha recobró milagrosamente la vista. Asterio y su esposa, conmovidos, se arrojaron a los pies del Santo, pidiéndole el Bautismo, que recibieron, juntamente con todos los suyos, después de instruidos en la fe católica.

El emperador se admiró del prodigio realizado y de la conversión obrada en la familia de Asterio; y aunque deseara salvar de la muerte al presbítero romano, tuvo miedo de aparecer, ante el pueblo, sospechoso de cristianismo. Y San Valentín, después de ser encarcelado, cargado de cadenas, y apaleado con varas nudosas hasta quebrantarle los huesos, unióse íntima y definitivamente con Cristo, a través de la tortura de su degollación.

¿Por qué el folklore se ha venido aliando tan intensamente y en tantos países con la festividad de San Valentín romano? Y reduciendo la cuestión: ¿Por qué se atribuye a San Valentín el patronazgo sobre el amor humano, atribución que es, evidentemente, el origen y la explicación de todas las restantes manifestaciones de la devoción o de la simpatía popular al Santo?

Aparte la posible trasposición de algún hecho, tradición o leyenda, de otros Valentines al mártir de Roma, que explicaría ciertas expansiones, dicha atribución puede ser debida a dos motivos, separadamente considerables o perfectamente conjuntables:

1º Nuestro San Valentín fue martirizado en la Via Flaminia hacia el año 270, seguramente en los inicios de la primavera, cuando en la naturaleza se anticipa el júbilo expectativo de la fecundidad y de la pujanza. En los siglos antiguos y medievales, empiezan a venir a Roma numerosos peregrinos, entrando por la Puerta Flaminia, que se llamó Puerta de San Valentín, porque allí, en recuerdo de su martirio, el Papa Julio I, en el siglo IV, mandó construir en su honor una basílica.

Esos romeros coincidían con los días del aniversario del Santo; y de retorno a sus países, se llevarían de él o de su templo alguna reliquia o memoria. Ahora bien: no es cosa rara en la primitiva Iglesia el empeño de cristianizar fiestas o costumbres de matiz pagano, y en primavera no faltaban en la Roma gentílica festejos dedicados al amor y a sus divinidades. Fácilmente se inclinaría a los fieles a invocar a San Valentín —mártir primaveral— como protector del amor honesto. La invocación brotaría en Roma y sería transportada por los romeros a sus tierras y naciones, principalmente por los que cruzaban la Puerta Flaminia, norte arriba de Europa.

2º motivo: Hemos hecho notar el prestigio de que gozaba el Santo como sacerdote. ¡En cuántas familias sería efectiva su influencia, cuántos enlaces matrimoniales habría bendecido! Positivamente, no faltan noticias biográficas tradicionales que así lo afirman.

En las Catacumbas y en casas de cristianos, no sumarían cantidad exigua los que habían sido asistidos por su presencia presbiteral al unirse, por el Santo Sacramento que los hizo esposos. Es natural que, después de su martirio, se le adjudicase la advocación de Patrón de los hogares y del amor conyugal.

Trábense estas consideraciones, y quedarán perfectamente señalados los orígenes de la devoción típica y del costumbrario en homenaje al Santo.

Lo cierto es que éste se conserva floreciente en los países del Norte europeo y americano.

Cosa curiosa: ya en el siglo XVII, ciertos protestantes lo censuraban como de cuño papista y, al mismo tiempo, pagano. Le reconocía cierto matiz pagano, San Francisco de Sales. Pero, saturado como siempre de buen juicio y de exquisita prudencia, lo que hace él es aconsejar a los jóvenes prometidos que imiten las virtudes de San Valentín. Esto es lo que hay que desear, principalmente; rogando al excelso presbítero mártir que alcance del Señor, a la juventud cristiana que al matrimonio camina, el don del puro amor, santificador de la vida familiar.

 

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