Uno de los momentos más esperados de la brevísima estancia del Papa Francisco en Budapest, en el viaje apostólico cuyos destinos eran la capital húngara y, sobre todo, Eslovaquia, era el encuentro del Pontífice con el primer ministro del país: Viktor Orbán.
Antes de clausurar, presidiendo la Santa Misa, el Congreso Eucarístico Internacional -motivo de la visita a Budapest-, el Papa Francisco tuvo un breve encuentro con las autoridades civiles húngaras. Un encuentro del que se había especulado mucho y del que, si damos por ciertas -no tenemos porqué dudar de ellas- las palabras de Francisco en la entrevista a Carlos Herrera hace unos días, el Santo Padre no sabía nada.
En la reunión, donde no hubo discursos oficiales y que transcurrió a puerta cerrada -recordemos que no se trataba de una visita oficial a Hungría-, estaban presentes por parte de los anfitriones el presidente de la República de Hungría, János Áder, el primer ministro, Viktor Orbán y el viceprimer ministro de Hungría, Zsolt Semjén; por parte del Vaticano estaban el Santo Padre, el secretario de Estado, Pietro Parolin y secretario de Relaciones con los Estados, Paul Gallagher.
Según un escueto comunicado del vaticano, el encuentro se desarrolló «según el programa previsto, en un ambiente cordial, y finalizó a las 9.25 horas». Si se cumplió el programa, la reunión con los dirigentes de Hungría debió haber comenzado a las 8.45, con lo duró alrededor de 40 minutos; otros medios, sin embargo, en aras de presentar a Orbán como la némesis del Pontífice reinante, hablan de tan sólo 15 minutos.
«Entre los diversos temas tratados, se destacó el papel de la Iglesia en el país, el compromiso con la salvaguarda del medio ambiente, la defensa y promoción de la familia», se lee en el escrito vaticano.
Balázs Orbán, viceministro y secretario de Estado parlamentario y estratégico, revelaba en Twitter un detalle muy significativo del encuentro entre Orbán y el Santo Padre. Según el viceministro, Viktor Orbán presentó una carta a Francisco que el Rey Bela IV de Hungría escribió al Papa Inocencio IV en 1250.
En esta misiva, el rey magiar advertía sobre la amenaza inminente de la invasión tártara y pedía la unidad de Europa. Fue ignorado, y 35 años después, Hungría se defendió de los tártaros con un gran derramamiento de sangre, señaló el viceministro húngaro.
Infovaticana.