Sí. Tuvo lugar ayer sábado, día 7 de noviembre, a última hora de la tarde, hora USA. No es que los niños ahora salgan espabilados, es que desde el vientre materno empiezan a organizarse. No me digan cómo, aunque hay quien mete a sus ángeles de la guarda en el asunto. El caso es que los no nacidos se entienden entre ellos, se movilizan y hasta quien sabe si acabarán convertidos en sindicato, grupo de presión o movimiento ciudadano liberacionista.
Los niños no nacidos no votan. Lo hacen sus padres. Pero sí siguen la campaña electoral porque, aunque están calentitos y tan cómodos en la tripita de mamá, tragan mucha tele, mucho debate y mucha propuesta. De muchas cosas no entienden, por ejemplo, saben poco de emigración, aunque los hay con mamás en situación legal irregular, pero nada de las relaciones comerciales con China o el supuesto armamento nuclear de Corea del Norte, cómo llevar las relaciones políticas y económicas con Europa o de hacer un plan para la reindustrialización de Detroit.
Los no nacidos no tienen tiempo para muchas cosas. Son tan solo nueve meses. Están interesados en poder nacer con medios sanitarios adecuados, en las ayudas que pueden recibir papá y mamá y en sus primeros días o meses de vida. Pero por encima de todo, como primero y fundamental, lo que quieren los niños no nacidos es que alguien les garantice su derecho a nacer. Normal. Son muchas cosas, pero cada cual se fija en lo que más le afecta. Los mayores en las pensiones, los estudiantes en becas y universidades, los inmigrantes en regularizar su situación, los empresarios en impuestos, aranceles y subvenciones y los militares en disponer de un buen presupuesto para defensa.
Ningún norteamericano teme por su vida salvo algún condenado en los pocos estados que aún mantienen la pena de muerte, y en ese caso siempre tras numerosos juicios, apelaciones, sentencias y confirmaciones de pena. Sin embargo, existen datos que hablan de 50 millones de abortos “legales” entre los años 1973 y 2008. Por eso, los no nacidos, siempre han vivido aterrados por si en cualquier momento se les aplicaba la pena de muerte sin juicio ni apelación.
Es verdad que durante los años de mandado del presidente Trump han estado un poco más tranquilos. No es que desapareciera el aborto del todo, pero al menos no se fomentaba desde la presidencia, todo lo contrario. ¿Y si hay otro presidente? Algunos de sus compañeros del sector ingenuo se mostraban entusiasmados: ¡es católico!, y ya sabemos que para la Iglesia católica el aborto es algo intocable, el peor de los crímenes, castigado incluso con la excomunión. Por tanto, hermanos, tranquilos y felices. Estaremos más protegidos que nunca.
De tranquilos nada de nada, porque poco a poco fueron descubriendo que el presidente electo de Estados Unidos de Norteamérica es favorable al derecho de cualquier mujer a abortar. La tranquilidad se volvió terror al comprobar que la mayor multinacional del aborto, Planned Parenthood, se ha felicitado con gran alborozo por la elección de Joe Biden.
Anoche los angelitos andaban como locos llevando y trayendo mensajes. Muchos de ellos eran del tenor de “anda, en una clínica de Planned Parenthood se nos fue Margaret, sí, y en otra Jhon, y Greta, y Margory…”
Me cuentan que anoche, a la vez, muchas mamás comenzaron a sentir pataditas por dentro. Eran sus niños, que a falta de otra manera de protestar, decidieron la pataleta universal, a la vez que gritaban en un lamento ahogado en el líquido amniótico: “y encima católico, y además no pasará nada”.
Ojalá no pasara nada. Pasará: que nos felicitaremos por su elección.
Con información de InfoCatólica/Jorge Gonzalez Guadalix