El Evangelio de este domingo nos presenta el pasaje de la pesca milagrosa. Los discípulos han tenido una mala racha, están cansados y desanimados y es justo en este momento que Jesús les pide que se adentren al mar y echen las redes. La sugerencia les debió haber parecido absurda.
Ellos eran quienes sabían de pesca, no Jesús. De hecho, toda la noche lo han intentado sin conseguir nada. Pero Pedro se fía del Señor y le dice: “Confiado en tu palabra, echaré las redes”. Y justo por esa fe, por esa confianza en su palabra, es posible el milagro y consiguen una pesca tan extraordinaria que hasta las redes se rompían por tantos pescados.
Pedro se queda impactado por lo sucedido. Reconoce en Jesús al Señor, al enviado de Dios y se siente indigno ante Él. Le dice: “Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador”.
Pero Jesús no se aleja, sino que le dice cuál será su futuro: “De ahora en adelante te haré pescador de hombres”. En la vida tú también te puedes encontrar como esos pescadores, cansado y desanimado porque las cosas por las que tanto has trabajado en tu persona, en tu matrimonio, en tu familia, con tus hijos, en tu trabajo, no han resultado como tú esperabas.
Pero Jesús te dice que lo vuelvas a intentar, que no cedas al cansancio y al desánimo, que vuelvas a echar las redes justamente ahí donde parece que todo ha sido inútil. Puede ser que te rías pensando que Dios no sabe realmente cómo son las cosas de este mundo y de tu vida persona y no te animas a dar el paso de la fe.
Pero Jesús es especialista en lograr imposible. Sólo te pide que no te fíes de tus propios juicios y tu larga experiencia que es justamente lo que te desanima. Te pide que actúes como Pedro que, confiando en su palabra, hagas lo que Él te dice. No sientas que es absurdo volverlo a intentar, pues la fe no consiste en confiar en uno mismo, sino en Dios.
La fe no está en hacer cálculos exactos, sino dejar espacio para que Dios actúe lo imposible. La fe consiste en confiar únicamente en su palabra y echar las redes.
Jesús no se apartó de Pedro porque fuera un pecador. Por el contrario, le dice que de ahora en adelante será un instrumento para que otros pecadores como él se salven. Pedro, un pecador, ha tenido la experiencia de ser salvado, de ser amado y perdonado por Jesús. Ahora, él debe ayudar a otros pecadores a tener la misma experiencia, ser salvados, amados y perdonados por Dios.
A Dios no le ahuyenta tu pecado, sino tu autosuficiencia. Él ha venido por los pecadores y quiere que lo ayudes a pescar, a llevar a él tantas personas cansadas y desanimadas que necesitan volver a tener fe. Tú también estás llamado como Pedro a ser pescador de hombres, a llevar la alegría de la salvación a quien ya no espera nada, haciéndole ver que Dios no se cansa de esperar.
¡Feliz domingo, Dios te bendiga!