Jesucristo El Buen Pastor

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En este domingo las lecturas giran en torno a presentar a Jesús como el Buen Pastor, quien conoce, ama y da la vida por sus ovejas. El buen Pastor es el que guía, el que orienta, el que conduce y que va siempre adelante. Las ovejas escuchan la voz de su Pastor y lo siguen. Veamos.

 

1-«MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ»

Para escuchar debemos guardar silencio, poner atención, mostrar interés, ser paciente y prudente, mostrar respeto y amor a la persona que habla. Escuchar la voz de Dios en la época del ruido, el caos, la guerra y destrucción es una acción asombrosa. Las ovejas escuchan la voz tierna, dulce, amorosa, de consuelo, de esperanza, de fortaleza y de ánimo de su Pastor. Escuchar es más que oír, escuchar es conocer la Palabra de Dios, meditarla, asimilarla y ponerla en práctica. El que escucha: crece, se transforma, aprende, avanza. ¿Cuándo se nota que escuchamos su Palabra? Cuando nos amamos unos a otros, cuando perdonamos, cuando trabajamos por la paz y la justicia, cuando somos misericordiosos. ¿A quién escuchan los niños, adolescentes y jóvenes? ¿Los adultos escuchamos la voz de Dios o del diablo?

 

2. «YO LAS CONOZCO Y ELLAS ME SIGUEN»

Para conocer a una persona se requiere tratarla, convivir con ella, comunicarse, frecuentarse y compartir parte de la vida con ella. El conocimiento auténtico se basa en la honestidad, la sinceridad, la transparencia  y la verdad. Jesucristo conoce lo que hay de noble, justo y bueno en el corazón humano, también conoce sus infidelidades, hipocresías y mentiras. Jesucristo sabe lo que estamos sintiendo, pensando, haciendo y viviendo, conoce nuestros miedos, angustias y depresiones; conoce nuestros sueños, objetivos y aspiraciones más profundas. Jesucristo sabe cuándo estamos tristes, enojados o alegres; sabe cuándo estamos enfermos, sanos o sin ánimo. ¡Abramos nuestro corazón a Él, para que entre, se hospede y nos salve!

 

3.«NADIE LAS ARREBATARÁ DE SU MANO»

La vida es un bien sagrado y nos fue dado por Dios como un don y una responsabilidad, por lo cual, debemos cuidarla, protegerla, defenderla y amarla. La vida no es un bien relativo sino absoluto, pues de ella dependen todos los demás bienes y derechos que poseemos. Cuidar de ella es una gran responsabilidad que implica compromiso, valor, decisión, creatividad y coraje. Jesucristo vino para darnos vida y vida en abundancia (Jn 10,10), Él mismo pasó toda su vida haciendo el bien, curando de enfermedades, sanando de dolencias y liberando del demonio (Hech 10,38). La vida que Cristo nos ofrece es una vida plena y llena de bendiciones, lo que significa estar en gracia de Dios, estar llenos de su amor y su paz.  ¡Cristo murió para darnos vida! (2ª. Cor 5,15). Dejemos que su amor inunde nuestro corazón, que su paz llene nuestra conciencia, que su gracia fortalezca nuestro espíritu y que su perdón llene nuestra vida toda. ¡Ábrele tu corazón y disfruta su vida divina!

 

P. Crispín Hdez. Mateos

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