Iglesia: de la firmeza a la tolerancia (A propósito de ley del aborto).

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El 15 de noviembre de 1945, el “Cardenal Primado, los Arzobispos y Obispos de la República Argentina” emitieron una Carta Pastoral “sobre los deberes de los cristianos en el momento actual”. La misma tenía en miras esos deberes con respecto a las elecciones de febrero de 1946. En ella se establecía que: “Ningún católico puede afiliarse a partidos o votar a candidatos que inscriban en sus programas los principios siguientes: 1º – La separación de la Iglesia y del Estado; 2º – la supresión de las disposiciones legales que reconocen los derechos de la religión y particularmente del juramento religiosos y de las palabras en que nuestra Constitución invoca “la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia”, porque tal supresión equivale a una profesión pública y positiva de ateísmo nacional; 3º – el laicismo escolar; 4º – el divorcio legal”.

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Esa oportunidad, la Iglesia fijó su postura antes de que se pudiera promover alguna legislación que afectase esos valores. Esto apuntaba, ostensiblemente, contra la Unión Democrática, de la que participaba el Partido Comunista y otros de crudo laicismo. En otras palabras, la Iglesia instaba a votar por Perón, heredero ostensible del gobierno militar establecido a través golpe de Estado de 1943. Gobierno que había implantado la enseñanza religiosa obligatoria, mediante el decreto 18.411 del 31 de diciembre de ese año. 

Diez años después, en abril de 1955, la Iglesia se plantó con igual firmeza. Ahora, contra el peronismo. Lo hizo mediante la “Pastoral colectiva denunciando la persecución religiosa en la Argentina”. Cabe resaltar su coraje, pues el peronismo – con todo el poder del Estado – estaba más fuerte que nunca. Y por entonces perseguía a la Iglesia Católica. Poco después, vendría la quema de las iglesias de Buenos Aires. Pero para entonces, ya había sancionado la ley del divorcio, y su Cámara de Diputados había habilitado la reforma constitucional para separar Estado e Iglesia.

En ambas ocasiones la Iglesia fue clara y valiente. Ese coraje – más allá de algunas actitudes individuales – le ha faltado esta vez, ante la ley del aborto. Si en el 45 vedó votar por candidatos que propugnaran el laicismo o el divorcio…¿Porqué, ahora, ante un Congreso dubitativo, que alcanzó la mayoría captando votos venales de motivación presupuestaria, no tuvo igual dureza?.


 

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Tomemos nota, también, de lo siguiente: en el 45 la Iglesia no dijo nada del aborto, es porque éste era impensable. Ni comunistas ni socialistas bregaban por él. Claro que si el mero laicismo era entonces condenable… ¿No pudo fijarse ahora, de antemano -como en aquella ocasión- una posición igual de firme ante la interrupción del embarazo? Ante los hechos inminentes… ¿Hubieran votado lo que votaron muchos congresales, de pesar sobre ellos una advertencia de excomunión?

De tibia a fría

La iglesia argentina se limitó a lamentar, ex post facto, la sanción de la ley, en conjunto con otros credos. No menos tibia, por no decir fría, fue la reacción del Papa – el primero de nuestra nacionalidad – que habiendo sido tan expansivo en otras oportunidades, como ante la muerte de Maradona, sin ir más lejos, fue demasiado parco en ésta. Una tristísima sospecha – con visos de certidumbre – corroe el ánimo de los argentinos católicos en la distancia del Papa … ¿Habrá pesado más su simpatía por las posturas K que cualquier otra consideración?. Es, sí, muy triste. Pero es harto posible. 

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