IGLESIA CATÓLICA EN ARGENTINA: ¿Una ONG sin Jesucristo?

José Arturo Quarracino
José Arturo Quarracino

En los últimos meses muchos observan con preocupación el camino que está recorriendo la jerarquía católica en Argentina, que a todas luces se muestra cada vez más, antes que como pastores del cuerpo vivo de Jesucristo, como funcionarios de una institución “no gubernamental”, como sociedad de beneficiencia o como club de amigos, en forma acorde al tiempo político progresista que hoy azota a la comunidad argentina.

Con la excusa de la “misericordia” y de la “cultura del encuentro” esa jerarquía promueve reuniones, jornadas y diálogos entre personajes que muchas veces expresan concepciones antagónicas e irreconciliables, con resultados inconducentes y estériles. Si Jesucristo resistió las tentaciones del demonio en el desierto al comienzo de su vida pública, sin pretender entablar un diálogo amical, parecería que estos prelados se pretenden más sabios que Él, ya que se empeñan en dialogar con los que sostienen posturas contrarias a la fe, a la tradición y a la doctrina cristianas. Algunos ya han comenzado a dar pasos hacia el otorgamiento de “carta de ciudadanía eclesial” a personas que se comportan en forma contraria a los preceptos evangélicos, haciendo gala de conductas que el apóstol san Pablo condena (homosexualidad, travestismo, etc.), lo que no impide que participen activamente en celebraciones litúrgicas reivindicando su heterodoxia anticristiana.

En el colmo de los colmos, se ha llegado a celebrar Misas en conjunto con partidarios y promotores públicos del aborto y posteriormente sacarse fotos con ellos, sin hacer la más mínima alusión al tema, ni en público ni en privado. Así ocurrió en la celebración de Nochebuena el pasado mes de diciembre, cuando el presidente argentino concurrió a la iglesia de San Cayetano, en la ciudad de Buenos Aires, para participar en la celebración en la que ofició uno de los obispos auxiliares de la arquidiócesis, monseñor Gustavo Carrera. Días después el mandatario reafirmó su postura a favor de la legalización del aborto, sin que el cardenal Mario Poli -titular de la arquidiócesis- y el obispo auxiliar salieran a responder, avalando así de hecho la postura abortista presidencial.

En el mes de abril un grupo de sacerdotes que desempeñan su oficio en barrios y villas carenciadas de la ciudad de Buenos Aires y de los municipios la que rodean se reunieron con el presidente Fernández, y al finalizar el encuentro rezaron junto con él ante cámaras de televisión el Padre Nuestro, avalando también de hecho la legalización del aborto que pretende impulsar institucionalmente.

En definitiva, lo máximo que hacen los jerarcas eclesiásticos y sacerdotes como los mencionados es expresar “lo que la Iglesia piensa”, sin discutir ni polemizar, simplemente dando a conocer “su” postura “religiosa”, y nada más. En vez de transmitir el mensaje salvífico y redentor de Jesucristo, las autoridades eclesiásticas gestionan una Iglesia autorreferencial, que habla de sí misma y alude ocasionalmente a su Señor. Pareciera que más les importa la “cultura del encuentro” que predicar el mensaje del Resucitado. Hablan de una “Iglesia en salida al mundo” pero con la “prohibición de hacer proselitismo”, es decir, en vez de predicar y convencer sostienen que lo que deben hacer los creyentes es “mostrar la belleza de la vida cristiana”… ¿para qué, si no es para convencer? Si el mandato de Jesucristo, el Señor de la Iglesia y del Mundo, es el de “ir y proclamar el Evangelio” y “bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, los servidores siglo XXI del Señor le enmiendan la plana y ponen como objetivo “el encuentro con el otro”. Como si Jesucristo fuera de otra época y necesitara actualizarse.

Un ejemplo claro y contundente de esta Iglesia autorreferencial es el del arzobispo de La Plata, monseñor Víctor Manuel Fernández, en una entrevista concedida a un medio digital español a fines de abril de este año.

En esa entrevista el arzobispo platense pronunció 1.155 palabras, en las cuales no hizo una sola mención a Nuestro Señor Jesucristo. Llama poderosamente la atención que un obispo, como sucesor de los apóstoles, no mencione para nada a la Cabeza de la Iglesia. Pero si no habló de Jesucristo, ¿de qué habló el arzobispo? En primer lugar, de lo que la Iglesia hace en el plano de la asistencia social en los tiempos del coronavirus, de la colaboración con el Estado, de la participación eclesiástica en acciones de la sociedad civil, con “el mensaje de una presencia discreta, humilde y a la vez colaborativa y generosa”, es decir, habló de la Iglesia en sí misma, no de su jefe y fundador.

En segundo lugar, habló del “diálogo con las nuevas necesidades espirituales de las personas”, buscando “un lenguaje existencial que responda mejor a las nuevas sensibilidades”, y después del “aspecto encarnatorio de la espiritualidad católica”. Es decir, no habló de la Encarnación, del Dios hecho hombre en Jesucristo, sino del aspectocorpóreo de la espiritualidad.

En tercer lugar, habló de “la pérdida de interés en los ritos funerarios” y de las celebraciones de la Misa a través de Internet, con los riesgos y limitaciones que ello representa, al impedir “la cercanía sensible, la presencia física”.

En cuarto lugar, hizo mención al desafío que afronta “la Iglesia de Francisco” de “empoderar a los laicos”, “distribuyendo el poder a través de nuevos ministerios y funciones laicales ‘dotadas de autoridad’” (sic). Es muy llamativo que los partidarios de la “Iglesia en salida” piensen que el desafío para la Iglesia de Jesucristo sea el de “dar poder a los laicos” por parte de la jerarquía sacerdotal. Parece que monseñor Fernández olvida que la misión de los laicos no es la de ocupar espacios de poder dentro de la institución eclesial sino la de llevar a Jesucristo y su mensaje al mundo. Pareciera que el prelado tan cercano al Papa olvida que los laicos ya tienen poder en la Iglesia, otorgado por su mismo Señor, no para su ejercicio ad intra sino ad extra: ser sal de la tierra y luz del mundo. Por lo menos en esta entrevista el arzobispo platense ha olvidado o ignora que la Iglesia de Cristo está conformada por jerarquía y laicos, no sólo por aquélla, y que ambos deben ser en unidad lumen Gentium, luz de las naciones, y sólo pueden serlo en unidad: la jerarquía al servicio de los laicos, y los laicos al servicio de Cristo en el mundo.

Pero lo más extraño de todo llega al final, cuando el entrevistado ratifica que lo fundamental en la Iglesia es ella misma, y no su fundador que se hace siempre presente en la celebración de la Eucaristía, en especial en el mismo día que se conmemora su resurrección: “Hay cosas que a veces creemos inmutables y en realidad no lo son. El precepto dominical, por ejemplo, no es indispensable y es algo que podría caer”. El Domingo es el “Día del Señor”, el “dies Domini”, el día que Jesucristo resucitó de entre los muertos, es “el día en que actuó el Señor”, día de “gozo y alegría”, reza la Liturgia, pero para el arzobispo Fernández es solamente un precepto, una orden o mandato impuesto por una autoridad, razón por la cual puede llegar a caer, transformarse o desaparecer.

En definitiva, por boca de uno de los obispos argentinos más cercanos al papa Francisco, para la Iglesia argentina JESUCRISTO NO ES el principio y fundamento del Cuerpo místico de Cristo. ¿Será por eso que la jerarquía argentina tiene como temas prioritarios los migrantes, la Pachamama, los desposeídos, pero no a los millones de seres humanos asesinados antes de nacer, porque esto último “no es un tema prioritario”? ¿Este es el “rumbo” de la Iglesia en Argentina? ¿Lo sabrá el Santo Padre?

 

Comparte: