Homilía del Obispo de Campeche del domingo XXXII T.O.

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Eutanasia ¿modernidad?
Cada vez más se presenta, mediáticamente, como algo ‘moderno’, la modalidad de la eutanasia. Se le da, incluso, nombres muy llamativos y atractivos. Uno de los más difundidos es el de “muerte digna”. Por consiguiente, la persona o institución que se oponga a ‘la modernidad’ viene tachada y señalada como anticuada, retrógrada y repugnable.

Aun en medio de la epidemia que vivimos como humanidad, las fuerzas que dirigen hacia la eutanasia no cesan. Este tipo de iniciativas, como otras derivadas de la ideología de género, no son sino la manifestación de una crisis más grave y preocupante que las mismas crisis económica y de salud. Es la crisis de valores. Ésta es de gran envergadura. Es silenciosa e invisible, pero con efectos más duraderos y no siempre fáciles de hacer retroceder.

Cada persona, por serlo, tiene una dignidad intrínseca, no concedida positivamente por ninguna ley ni por autoridad alguna. Al hablar de los enfermos, incluso los muy graves o con padecimientos crónicos, por su misma dignidad, se les debe tratar con respeto y amor. Es preferible, al hablar de ellos, buscar caminos para que tengan una “vida digna” y no una “muerte digna”.

Lo primero es reconocer el valor de la vida, que no nos pertenece, sino que la administramos como un regalo divino. Hablar de “muerte digna” es una falacia y un sofisma. Los médicos, desde Hipócrates (450 a.C.) tienen como misión defender y cuidar la vida desde su origen hasta su final natural. Así lo recitan los pasantes en medicina, una vez que profesan el Juramento Hipocrático: “Aplicaré mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo”.

Holanda y eutanasia

En el país europeo de Holanda se ha aceptado, legalmente, la eutanasia desde el año 2001. La experiencia de empujar hacia la muerte ha hecho reaccionar a los mismos médicos que habían dado su “placet” a la ley. Algunos médicos que estuvieron a favor, ahora se arrepienten y nos dan advertencias. Así lo hace el profesor Theo Boer, de la Universidad de Utrech. Él describe la eutanasia como “homicidio”, y reconoce que, en este país tan rico en recursos y gente trabajadora, se ha consumado la caridad y la compasión entre la población.
Por su parte, la Dra. Berna van Baarsen ha renunciado a uno de los comités para aplicar la eutanasia. Cada vez más les aplicaban la inyección letal a pacientes con demencia. En Holanda ya se presta el servicio de “eutanasia en casa”. Se ha mercantilizado esta acción. Para ello, la familia o el paciente a morir deben pagar 3 mil euros (unos $75 mil pesos).

Evitar la indiferencia

Lo que los pacientes desean no es la mal llamada “muerte digna”, la eutanasia, sino una atención adecuada, humana, espiritual y profesional. Si sigue la dinámica de aprobar este tipo de iniciativas, las generaciones futuras nos juzgarán. Un autor, Martin Niemöller nos previene de caer en la indiferencia ante este tipo de propuestas. Él lo hace en relación a la Alemania nazi. Él dice: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas, y no dije nada porque no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos, y no dije nada, porque yo era protestante. Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.

¡Viva la vida! ¡Viva la familia!

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