Desde la época de la Inquisición hasta la dictadura de Francisco Franco, España ha sido históricamente un baluarte del catolicismo, pero esto ha ido cambiando en los últimos años con una tendencia cada vez más acusada. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en 2021 solo un 62% de la población se definía como católica frente al 85% que lo hacía en el 2000 y al 98% de 1975. De ellos, apenas un tercio reconocen que practican activamente la fe.
Curiosamente, al mismo tiempo que ha ido descendiendo el número de católicos, ha aumentado el de practicantes del protestantismo evangélico. Un hecho que tiene mucho que ver con la llegada de inmigrantes latinoamericanos en las últimas décadas.
En 2000 había 471.465 inmigrantes legalmente registrados en España y ahora esa cifra supera los 7,2 millones. El número de protestantes ha pasado de los 96.000 de 1998 a los 900.000 actuales, el 1,96% de la población, según datos del Ministerio de Justicia. Esa transformación social y religiosa la conoce bien Kent Albright, un pastor estadounidense que llegó a España en 1996.
En sus primeros años en Salamanca, la ciudad donde se asentó, recibió insultos y hasta fue multado por la policía por repartir propaganda evangelista. Ahora tiene 120 feligreses en su congregación y hay más de 20 iglesias protestantes en toda la ciudad. El 80% de la gente que acude a ellas son inmigrantes latinoamericanos. “La Biblia dice que no hay etnias, no hay razas. No voy por la calle preguntando, ni pido pasaportes en la puerta de la iglesia”, cuenta Albright a AP.
Muchos de esos inmigrantes protestantes se convirtieron a esta religión al llegar a España. Es el caso de Luis Perozo y su esposa Narbic Escalante, pareja venezolana de 31 y 35 años que aterrizó en el país en febrero de 2020. “Fui católico toda la vida”, reconoce él. “Cuando llegué a Salamanca, entré en la iglesia, miré para todos lados, saludé y me ignoraron. Fui a varias iglesias y no sentí absolutamente nada”.