En el Reino lo que cuenta es la disposición del corazón, no la efectividad ni las cantidades: Enrique Díaz Díaz (obispo de Irapuato, México)

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Pocas veces y con tanta claridad tenemos la explicación de una parábola en labios del mismo Jesús.

Hoy identifica la semilla con el Reino y las actitudes que cada persona va asumiendo frente a ella. Cuatro categorías de personas que parecen muy definidas y que, sin embargo, en nuestra realidad, cada una puede pasar de un grupo a otro.

Mientras en la parábola la tierra será siempre la misma, en la realidad los oyentes podemos tomar diferentes actitudes frente a la palabra y frente al reino.

  • La negación del reino, el no querer escuchar y preferir no entender, sería la primera respuesta a la propuesta del Reino. No es rara en medio de nosotros, creemos entender, pero lo hacemos a nuestra forma y a nuestro gusto, alejándonos de los criterios del reino porque “no la entiende, llega el diablo y le arrebata”. Es fácil arrancar lo que no ha profundizado.
  • La superficialidad con que asumimos la escucha de la palabra, es el segundo tema. Claro que nos gusta lo que dice Jesús, claro que nos decimos cristianos y recibimos con gusto los sacramentos, pero no estamos dispuestos a ir más a fondo. No dejamos que eche raíces en nuestro corazón y no modificamos nuestras opciones. Inconsciencia, superficialidad y acomodación serían la segunda respuesta a la palabra.
  • El tercer grupo quizás sea uno de los que más favorecemos: utilizar la palabra para nuestros fines, dejarnos llevar por intereses económicos, buscar el placer y el poder, que acaban por ahogar a la palabra. No es raro que hagamos decir a la palabra lo que no dice, no es extraño que abandonemos la palabra cuando no responde a nuestros intereses.
  • Finalmente está la tierra buena que da fruto, cada quien en diferente proporción. Aquí no importa la efectividad y la contabilidad, sino la disposición del corazón. El Reino se mide de otra forma.

 

¿Qué le respondemos a Jesús cuando nos da la explicación de esta parábola? ¿No es verdad que a veces pasamos de ser una tierra pedregosa, a ser tierra de camino? ¿Qué tenemos que hacer para dejar que profundice en nosotros la palabra?

 
Mons. Enrique Díaz Díaz
Obispo de Irapuato.
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