El sureste bajo el agua

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Aunque históricamente ha sido un problema recurrente, la de este año se ha convertido en la más severa inundación en los estados de Tabasco y Chiapas. Y es que las precipitaciones pluviales no han parado desde el frente frío 9, y al día de hoy mantienen a ambas entidades con más de 200 mil damnificados y millones de pesos en pérdidas económicas, además de las muertes registradas (27 en las dos entidades).

La más reciente de las inundaciones que se registra en ambas entidades ocurrió hace 13 años (del 27 de octubre al 15 de diciembre del 2007). En aquel entonces, considerada como la mayor tragedia a causa de las lluvias en 50 años, los daños más grandes se dieron en la capital tabasqueña, la ciudad de Villahermosa y en el municipio de Ostuacán, Chiapas.

Si hablamos de Tabasco, debemos hacer hincapié en que la entidad cuenta con numerosos ríos que la cruzan; pero también es atravesado por los dos ríos más caudalosos de México, el Usumacinta y el Grijalva, que junto con otras corrientes sobrepasaron sus máximos históricos a causa de fuertes lluvias ocurridas en su territorio y en las zonas altas del vecino estado de Chiapas. Ese 2007 la crisis comenzó el 27 de octubre al inundarse la capital del estado, que en conjunto con las zonas rurales y restantes municipios afectados dio como resultado el 80% del territorio tabasqueño anegado.

En este 2020 el infortunio volvió a pegar en Tabasco y Chiapas. Las tormentas tropicales y los remanentes del huracán Eta han llevado a la pérdida de muebles, viviendas, animales domésticos y de granja. Las despensas y la ayuda tardaron mucho en llegar, además de ser insuficientes; agotados los víveres de la canasta básica, hoy los habitantes de Tabasco se las ingenian para cazar a los cocodrilos que merodean con la inundación; muchos se alimentan de los saurios. “Mejor comerlos nosotros a que nos coman ellos”, dicen algunos.

Pero, también la región ha sufrido la negligencia oficial, pues además de las intensas precipitaciones que han traído consigo las tormentas tropicales, los tabasqueños pagan hoy las consecuencias del “error de cálculo” en el desfogue de la presa Peñitas, reconocido en un principio por el presidente López Obrador, como lo hizo después el director general de la CFE, Manuel Bartlett Díaz, al aceptar que la equivocación estuvo en no prever que venían más lluvias, poniendo en riesgo la misma presa que pudo haber reventado y la tragedia hubiera sido peor. Cierto, pero ¿por qué no alertaron y/o desalojaron antes a la población?

La realidad hoy es que los tabasqueños requieren de la solidaridad nacional para sobrevivir de la tragedia que enfrentan. De ahí la respuesta de la Iglesia Católica, a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), que abrió una cuenta bancaria a nombre de Cáritas Mexicana para recibir depósitos en efectivo. Y en Campeche, la Diócesis abrió la Casa Pastoral el viernes pasado para la recepción de donativos en especie (víveres, ropa, pañales, agua, etc.), por ese único día; en tanto que en las oficinas de Nuestra Voz se mantiene un centro de acopio permanente para la recepción de ayuda. Y a todo ello se suma la colecta económica especial que se hará este domingo 15 de noviembre en parroquias y capellanías, para depositarlo a la Diócesis hermana de Tabasco.

Es hora de aplicar la misericordia, esa a la que nos llama el papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti. Dejemos atrás el todos contra todos y apliquemos el todos somos uno. Seamos generosos con nuestros hermanos que sufren.

Con información de Nuestra Voz/Editoral

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