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En una entrevista con Reuters , el Papa Francisco bendice el acuerdo con China para el nombramiento de obispos y exalta la Ostpolitik del cardenal Casaroli en los años 60 y 70, tomándola como modelo.
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Pero esa experiencia diplomática fue un fracaso para la Iglesia y lo mismo está pasando con China.
Continúa la publicación «fragmentada» de la entrevista que el Papa Francisco concedió a Reuters , respondiendo a las preguntas del corresponsal Philiph Pullella. El “episodio” del 5 de julio fue sobre China. Francisco deseó que se renueve el acuerdo secreto entre el Vaticano y el gobierno comunista chino, firmado en 2018 y que vence el próximo octubre, dado que hasta ahora, según él, ha ido bien (evaluación similar expresada por el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian).
Francisco, por lo tanto, se abandonó a una evaluación histórica sobre la política diplomática de apertura hacia los gobiernos comunistas que la Santa Sede siguió durante la década de 1960, la llamada Ostpolitik, elogiándola y apreciando sus resultados. Estas son sus palabras de satisfacción: “Muchos han dicho muchas cosas contra Juan XXIII, contra Pablo VI, contra Casaroli… pero así es la diplomacia. Ante una situación cerrada, debemos buscar lo posible, no lo ideal, la diplomacia es el arte de lo posible y de hacer real lo posible. La Santa Sede siempre ha tenido estos grandes hombres. Pero esto lo hace con China Parolin”.
Estas declaraciones chocan ampliamente tanto con las noticias provenientes de China como con la evaluación de los resultados de la Ostpolitik:
- En cuanto a la primera área, podemos dar un ejemplo muy reciente. Según informó en días pasados la agencia AsiaNews , el pasado 29 de junio se celebró en la catedral de Leshan (en Sichuan) el aniversario de la fundación del Partido Comunista Chino. A la celebración asistió el obispo Lei Shiyin, quien en su homilía invitó a los fieles a “ escuchar la palabra de la Fiesta, sentir la gracia de la Fiesta y seguir a la Fiesta ”.
La agencia informa que monseñor Lei, luego de ser ordenado sacerdote sin mandato papal en 2011, fue acusado de tener una amante e hijos y fue excomulgado; en 2018 el Papa Francisco levantó la excomunión. La Bussola ha denunciado en repetidas ocasiones las grandes dificultades que afrontan los católicos chinos ante el proyecto de convertir a las religiones en órganos de Estado ( ver aquí ). No es posible comprender en qué podría consistir el éxito de la Ostpolitik del cardenal Parolin en China.
- Menos aún es posible comprender en qué consistió el éxito de la Ospolitik de Casaroli. En 1974 visitó Cuba Casaroli, canciller vaticano desde 1967. En esa ocasión hizo las siguientes declaraciones: «Los católicos que viven en Cuba están felices bajo el régimen socialista«: «Los católicos y, en general, el pueblo cubano no tienen la menor dificultad con el gobierno socialista”; “los católicos de la isla son respetados en sus creencias como todos los demás ciudadanos” ; “la Iglesia católica cubana y su guía espiritual siempre tratan de no crear problemas de ningún tipo al régimen socialista que gobierna la isla» .
En una inspección más cercana, incluso el lenguaje actual del Vaticano hacia el régimen comunista chino es del mismo tenor. No se sabe si, en el acuerdo secreto, una cláusula obliga al Vaticano a no criticar a Pekín -esto es muy probable-, pero se sabe con certeza que el Vaticano no lo hace.
Desde que está en vigor el acuerdo secreto no se han oído palabras del Vaticano de condena o al menos de crítica a las políticas lesivas de los derechos humanos en China, esos derechos humanos ante los que Juan Pablo II había declarado solemnemente: «¡Nos pondremos de pie!».
Sin embargo, el Vaticano no sólo se abstiene de criticar, sino que derrama elogios, al igual que Casaroli en Cuba.Todos recordamos que Monseñor Sánchez Sorondo, del Vaticano, en 2018, año del acuerdo secreto, afirmó que «quienes llevan a cabo mejor la doctrina social de la Iglesia son los chinos«.
Cuando Casaroli pronunció esas falsedades diplomáticas sobre la situación de los católicos en Cuba , se podría pensar que el comunismo cubano era compatible con la religión católica. Lo mismo puede decirse del comunismo chino hoy. La Ostpolitik de ayer y de hoy promueve el comunismo, presentándolo sin mancha.
Cuando el Cardenal Willebrands fue a Ucrania , luego a la Unión Soviética, en 1971 para encontrarse con el primado ortodoxo Pimen, tuvo que aceptar su declaración de nulidad del acto por el que, en 1595, los ucranianos habían vuelto del cisma a la Iglesia católica. ¿Valió la pena? ¿Y valió la pena no escuchar las razones del cardenal Slipyj para disentir en el sínodo de obispos de 1971? ¿O despedir al cardenal Mindszenty de la Archidiócesis de Esztergom en 1974, para facilitar el acercamiento al gobierno comunista húngaro? ¿Valió la pena aceptar no decir una palabra sobre el comunismo durante el Concilio, sin siquiera poder impedir que los servicios secretos soviéticos establecieran una base estable en Roma, influyendo incluso en las discusiones de los Padres y planeando la campaña de desprestigio contra el cardenal Wyszynski (como George recuerda a Weigel en sus biografías sobre Juan Pablo II)?
Juan Pablo II mantuvo a Casaroli en los ministerios extranjeros hasta 1990, pero llevó a cabo su propia Ostpolitik, muy diferente. Para los primeros, el sistema soviético duraría para siempre y tenía que vivir con él. Para el segundo, él era la encarnación del mal y tenía que ser contrarrestado. El colapso de 1989 y 1991 le dio la razón al Papa polaco. Tampoco del régimen comunista chino debemos pensar que durará para siempre, como parece vaticinar la nueva Ostpolitik vaticana.
Por STEFANO FONTANA.
CIUDAD DEL VATICANO.
JUEVES 7 DE JULIO DE 2022.
LANUOVABQ.
